[vc_row][vc_column][vc_column_text]
La noche de los muertos vivientes da nacimiento al horror moderno con unos seres que hasta nuestros días, seguimos reverenciando. El mundo cambió por la película de Romero, y es muy probable de que ni en sus sueños contemplaría en las consecuencias de su filme.
[/vc_column_text][vc_column_text]
George Romero no hace cine. Impulsado por su pasión a las películas de Michael Powell y Emeric Pressburger hace películas amateur gracias a la cámara de un tío que nunca supo cómo usarla, y sigue así hasta que estudia arte en la Universidad de Carnegie Mellon, en Pittsburgh, Pennsylvania. Quiere dedicarse al cine de alguna forma, pero aquí está, en el estado que vio nacer a La Mancha Voraz, trabajando en las estaciones de televisión y en programas como el del Sr. Rogers, y tiene miedo, de quedarse estancado. Ve con temor a los editores que gastan todo su día trabajando y fumando, y él no quiere eso, quiere crear arte pero está en el mismo círculo vicioso, haciendo comerciales de cerveza junto a sus amigos John Russo, Vince Survinski, Larry Anderson y Russell Streiner.
Junto a Richard Ricci, Romero y Russo están comiendo sándwiches en un restaurante por el invierno de 1967, y consideran, que ya es tiempo de cambiar la perspectiva del negocio de su agencia publicitaria, a pesar de que en efecto, no saben hacer cine. Lo intentaron a comienzo de la década de manera infructífera con un proyecto llamado Expotulations de 2000 dólares, que sí filmaron pero nunca pudieron terminar porque el dinero no les alcanzaba; lejos de desanimarlos, consideraron que tenían capacidad de hacer el proyecto si obtenían el dinero suficiente… unos 6000. Obviamente tendrían que ser creativos, porque si bien tenían el dinero, la experiencia –y el equipo ahora que estaban más establecidos- no podían darse muchos lujos.
Así que lo primero que decidieron, fue que sería en blanco y negro.
Lo demás sería como un efecto dominó: terror porque ese género es el más rentable, contemporáneo para no gastar en el diseño de producción y efectos especiales, posteriormente el título cambiaría por cuestiones legales porque La noche de los come carne compartía el título con una novela, se volvería La noche de Anubis pero faltaba ese punch emocional que habían generado: La noche de los muertos vivientes quedaría como opción final.
La película abre de inmediato, sin fanfarria ni nada por el estilo, mientras un auto viaja hacia un cementerio con la advertencia de una tormenta que los pasajeros no toman a considerar. Barbra (Judith O’Dea) y Johnny (Russell Streiner) están de visita rápida a la tumba de su padre, por lo que Barbra se siente incómoda desde el inicio, Johnny de inmediato siente esa tensión y como buen hermano, comienza a molestarle, sobre todo porque en el fondo una figura solitaria le asusta, con risa burlona y lentes enormes, Johnny hace su mejor imitación de Boris Karloff y exclama “Vienen por ti, Barbra”.
El asunto es, que sí vienen por ella.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”20566″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]
La figura misteriosa ataca a Barbra, asesina fácilmente a Johnny y le sigue tosco y salvaje. Barbra pierde a su hermano, pierde el auto, pierde hasta los zapatos mientras huyendo de la figura que no se detiene, llega a una casa abandonada, que será el resguardo de ella y de Ben (Duane Jones), otra figura que se le une porque no tienen idea de qué está pasando en este mundo, pero la gente se ha vuelto violenta.
La noche de los muertos vivientes es una película a la que siempre utilizo como punto de análisis en clases o dentro de cualquier plática, porque es una película parteaguas dentro de muchos elementos que como crítico de cine, historiador o cinéfilo, encuentras.
Es de un presupuesto bajísimo, pero no por ello la película se ve barata, la elección del blanco y negro adereza una propuesta visceral con su cámara sacada de la nueva ola de cine francés –que no está muy quieta y sirve más como documento, de un testigo presente en las atrocidades del filme- un diseño simple y efectos mucho más rebajados en donde el efecto más complejo es el de un cadáver arriba de las escaleras.
Y funciona… funciona y funcionará porque son 50 años y sigue siendo encantadora.
Gran parte de ese encanto prevalece en su argumento simple y efectivo, con capaz de análisis. Romero y Russo postulan un apocalipsis sin explicaciones, en donde los muertos cobran vida y son lentos pero agresivos, que tienen una organización insectívora en donde mientras mayor sea el número, mayor sea el peligro, y son variados.
No vemos solo a un hermano perdido de Boris Karloff sino a personas comunes y corrientes, mujeres desnudas, hombres en batas, ancianos, niños. En 1968 la gente llegó a contemplar que el enemigo no venía del espacio exterior, ni una vacilada gótica… el enemigo era tu vecino que de pronto adquiría afición por la carne humana.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”20567″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]El monstruo es inexplicable, y deja en evidencia un pesimismo latente, como en toda la filmografía de Romero. La Noche de los muertos vivientes puede que sea la más decadente de la entrega y de su obra, porque mientras el suceso inexplicable se propaga en el país, vemos cómo existe una lucha de supremacía dentro del sacro confort de un hogar por dos hombres que durante la mayor parte del filme debaten, se aporrean y matan por decidir si arriba o debajo de las escaleras es mejor sobrevivir. Duane Jones es un primerizo protagonista afroamericano sin antecedente alguno en el cine comercial e independiente, porque se le retrata con temple, pero no por ello figura a seguir. Erra y sus roces con otra figura que le cuestiona –y que además tiene tintes raciales- lo hacen violento, en un mundo que poco a poco aprende que el uso del arma, es más servicial que el del diálogo.
Y mientras esta pelea de falos existe, una destrozada Barbra no hace más que entrar en estado catatónico. Muchas veces he escuchado de la desesperación de las audiencias por Barbra que no hace otra cosa más que la de actuar de manera irracional, no ayurdar, y ser más un mueble de color rubio que gasta aire… pero es algo normal. O’Dea termina haciendo un personaje desdeñable, porque nos trasladamos inmediatamente a esta posibilidad y pensamos que podemos actuar mejor que una mujer que acaba de perderlo todo y no entiende qué está pasando, lo cual es mucho más complejo que la típica damisela en peligro.
Es una trasgresión a los estándares de la época, porque además La noche de los muertos vvivientes es una bofetada a los valores cinematográficos que los estudios norteamericanos han intentado establecer. El horror es un medio político, y las películas adoptan una imagen xenofóbica, pero el repudio de la película no es político externo sino el interno, de parte de un grupo de personas que están cansadas del autoritarismo y que ven el descontento del verano del amor frente a sus pies.
De un decadente país reflejado en la escena más memorable del filme, con una juventud haciendo carroña por la enfermedad, rebelándose frente a sus padres siendo parte del problema.[/vc_column_text][vc_gallery interval=”3″ images=”20568,20569,20570,20571,20572″ img_size=”full”][vc_column_text]
La noche de los muertos vivientes es una de mis películas favoritas, y una de las más importantes a mi parecer. Es un éxito de taquilla a pesar de ser independiente, y un accidente deja huérfana a la película para que el mundo le adopte y apropie, su libertad de derechos de autor deja que Romero plante las bases del zombie moderno, y hoy por hoy podemos ver a la figura del muerto viviente por todas partes, irónicamente a 50 años del estreno de la película la empresa Disney tiene un telefilme que usa zombies, sin entender que ellos dañaron al sistema de propiedad intelectual y que usan la figura que heredó Romero y sus amigos al mundo sin querer queriendo.
Porque ese es el valor más sensible que encuentro en la película: su mensaje político, su interpretación, y el análisis que hacemos hasta el día de hoy, es la exploración de una época que refleja el filme, más puede ser que las intenciones no fueran esas. Ben es el último hombre en pie, tiene un arma, y tiene un destino cruel con una serie de fotografías macabras en las que es despojado de toda dignidad; Romero siempre ha dicho que el personaje se contempló siendo blanco, pero que Jones fue el mejor en las sesiones de casting, quizás el único que se tomó en serio el proyecto, porque los demás veían la oportunidad de lucro y de reflejar sus pasión por EC Comics. Y al término de la filmación, ocurre el asesinato de Martin Luther King Jr. por un arma misteriosa, acabando con el anti establishment de la época, tal y como lo predica la película con un Ben abatido.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”20573″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]
La pregunta es: ¿La película tiene esa intención, o se la hemos dado con el tiempo? De ser así, hemos armado nuestra propia cápsula del tiempo, y eso le hace más valiosa. Yo vi La Noche de los muertos vivientes una noche de Octubre cuando era niño, y es algo que me dejó pensando y con un vacío emocional hacia al final. Eso fue en los noventa, y si eso me pasó, no puedo imaginar la cicatriz mental que tuvieron los niños de la matiné de ese 1 de Octubre de 1968, cuando una “inofensiva” película basura les mostraba senos, violencia, y una visión decadente de la que huían del mundo diario y por la que sus padres pensaban no tendrían en la comodidad de la sala de cine. Esos niños presas de las ineptitudes del sistema de clasificación que tuvo que ser más estricto posterior al lanzamiento del filme, y que lloraban por el pesimismo, y que a veces, hacían fila todo el día para revivir lo que nunca habían visto.
Para sentarse en la butaca vieja y ser testigos, del nacimiento del horror moderno.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”20574″ img_size=”Full” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row]