En punto de las cuatro de la tarde, el Auditorio General de la UG hospedó su segunda conferencia del Festival Internacional de Cine Guanajuato en torno al tema central de la Mexicomorfosis. En esta ocasión la ponencia fue sobre la Apología o combate al crimen en el cine, evento que reunió a un cuarteto de reconocidos cineastas mexicanos, conformado por Carlos Bolado, Luis Mandoki, Gerardo Naranjo y Amat Escalante. El panel de realizadores fue moderado por Columba Vértiz, Periodista de Proceso.
La lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado en nuestro país ha traspasado las fronteras de la realidad, colándose en las pantallas del cine, en el que encontramos un espacio donde los directores cuentan historias de México y su gente, situándonos frente a aquellas situaciones crudas a las que otros medios les voltean la mirada, en cambio, buscan construir un camino hacia la toma de conciencia y acción.
Tras la cesión de la palabra por parte de Sarah Hoch, directora del GIFF, Columba Vértiz ofreció una introducción hablando sobre la realidad actual que aqueja a México, esto debido a la violencia suscitada a raíz del crimen organizado. Esto repercute directamente en el cine, así como en el periodismo, la televisión, la música, las artes plásticas y otras formas de arte. Realizó un conteo acerca de los estragos de las narco guerras y los conflictos de los cárteles. Citando al historiador Emilio García Riera, “El cine es mejor que la vida”, concedió el micrófono a los cineastas dejando una pregunta en la mesa: ¿Cuál es el reto de los directores de cine para llevar la violencia a la gran pantalla?
El primero en tomar la palabra fue Luis Mandoki, director de Voces Inocentes, sobre la guerra civil salvadoreña de 1980; y de La vida precoz y breve de Sabina Rivas, película que da testimonio de la violencia que sufren los migrantes centroamericanos al querer cruzar la frontera sur de México. Manifestó que el cine es un medio muy poderoso para penetrar en ámbitos de la vida humana. Esto conlleva una fuerte responsabilidad para el director, acerca no sólo de qué se muestra sino de cómo se muestra.
Por su parte, Carlos Bolado, director de Colosio: El asesinato y de Tlatelolco, verano del 68, realizó un repaso sobre diferentes historias en un siglo plagado de violencia, de narcotráfico y guerra contra las drogas entre Estados Unidos y México, generando así una narco política, tópicos que debían contenerse en términos del cine, dramas que traspasan la pantalla. En su estilo propio, la sangre es la representación simbólica de la violencia, por lo que lo único que aparece rojo en su cine, es la sangre, ningún escenario, vestuario ni elementos aparecen en este color, pues la carga despiadada de crimen es ya en sí la sangre, poca o mucha, que pudiera aparecer. “No es lo mismo retratar a un personaje sin nombre, que cuando le retiras el anonimato y conoces su identidad, cuando sabes que existen personas que le piensan y extrañan, es ahí cuando perfilas la manera de relatar su historia”.
Posteriormente, Amat Escalante, quien recibió el premio al Mejor Director del Festival Internacional de Cine de Cannes, con su película Heli, filmada precisamente en Guanajuato, se acerca a la trama de sus películas y del carácter de ellas, alejándose de las cifras y de la frialdad de los índices. Esto fortalece la identidad de sus personajes y del escenario específico que plasma. En Heli, durante la escena de tortura, lo importante no era en sí el acto, sino quienes lo perpetraban, en este caso niños menores de edad. Esto refiere al diseño del perfil de la violencia como un ente, como un fenómeno, y no solamente como un personaje más que comete actos despiadados.
Finalmente, el director de Miss Bala, Gerardo Naranjo, respondió acerca de la violencia que genera la violencia misma en el cine. A pesar de que las audiencias prefieren saber que todo está bien, que vivimos en paz, la actualidad obliga y compromete a documentar verdades, de lo contrario a la mayoría de personas les puede ‘tronar’ la realidad en la cara.
El cine está recobrando una importancia fundamental para la denuncia, así mismo las redes sociales. Se abre como un espacio de diálogo entre lo que somos, lo que nos duele y lo que podemos hacer como seres humanos y como sociedad. Sin embargo, el rol de los cineastas no debe ser obligado a generar un cambio radical en el país, pero sí puede ser la suma de visiones que documenten la historia de una nación ávida de responderse a tantas preguntas sobre crimen y violencia, sobre impunidad e injusticia, sobre dolor y olvido. El cine es memoria, y la memoria es la esencia del futuro… del progreso.
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