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El primer largometraje de Marcelo Martinessi es filme tranquilo sobre la búsqueda de la aventura y despertar que por años no ha sido resuelto.
[/vc_column_text][vc_column_text]Chela (Ana Brun), es una mujer tranquila, tan tranquila que parece perder una identidad frente a todo mundo. Su mundo se trata de su hogar al que frecuentemente visitan extraños que compran sus pertenencias, mientras ella está ahí, viendo el regateo de sus pertenencias sin hacer algo: un espectro aún más lastimero que aquellos que se dedican a espantar víctimas. Esta situación frecuente en donde pierde sus cosas no es compartida por su pareja Chiquita (Margarita Inun), con quien ha vivido por años que no quedan explícitamente expresos en la película pero imaginamos que han estado de esta manera informal lo suficiente como para poder haber construido un matrimonio fuera de la vista de los demás. A Chiquita le importa tanto su pareja como para no haber consultado ciertas cosas que la hacen terminar en prisión por fraude, y Chela queda abandonada de su único eslabón que creía formal.
Chela es una mujer de un actuar lento dañada por la vida que le ha tocado y esta experimentación le resulta conveniente tras ser utilizada por sus vecinas como un chofer con el que se sienten seguras, y a pesar de ser usada a manera conveniente –y dejando clara el paso de las épocas de fortuna de ella, su pareja en prisión y su círculo de amigasno encuentra el trabajo exhaustivo.
Martinessi en Las Herederas ha creado un personaje peculiar dentro del cine porque es uno al que realmente podemos entender en la naturaleza de las pequeñas victorias que para muchos serían inútiles, pero que provenientes de una mujer introvertida que ha escondido por años su identidad, son muy valiosas. Es además, un personaje construido de la mejor manera, porque si Martinessi lo dotó de nobleza en el texto, es con la soberbia actuación de Ana Brun donde el personaje consigue un sinnúmero de sutilezas… de esas que nos hacen entender que Chelita no es una persona de mucho hablar pero sí que expresa su sentir de tal forma que nosotros la audiencia percibimos sus pensamientos, a pesar de desenvolverse en un mundo que nunca se detiene a consolarle. Brun no sólo nos inspira confianza a través del humor, sino que también le da un despertar sexual a una mujer –siempre en un tono respetuoso y jamás vulgar- que le dignifica. El tercero, es Luis Armando Arteaga, el cinefotógrafo que crea cuadros y puntos de vista del espectro y su hogar, recurriendo de manera frecuente a un encuadre específico de una identidad casi infantil, el punto de vista de Chela que siempre está escuchando lo que se dice o viendo lo que no cree tener: dignidad.
No hay hombres presentes que interactúan con las protagonistas salvo un vendedor de comida callejera que no se entromete ni expresa, de ahí en más los mencionados son solamente esto, descritos y parte de un reflejo social dentro de las mujeres que narran los desperfectos que han tenido a lo largo de su vida con ellos, y creo que es una decisión bastante consciente de Martinessi que le da espacio a Chela de sentir un lazo especial con las personas que escucha, a pesar de no poder inferir al respecto pero cuyo poder va más allá de la película, porque la historia de una mujer tímida que descubre quién es y cómo ser feliz dentro de una sociedad enteramente agresiva respecto a las decisiones que ella considera le hacen sentir plena, es el paso a pasito que como su personaje y muchos otros, necesitan como impulso.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]