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La ópera prima de Ari Aster es una joya inquietante que balancea su misterio y drama familiar con la tensión digna de un maestro del género, pero es una pena que se vuelva víctima de las aspiraciones promocionales y un mal manejo de marketing.
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El caso del pasado fin de semana abre muchos ojos. Se estrenó Hereditario y por lo menos en el país ha recibido un gran número de críticas de repudio por parte del público. Lo sé porque he estado en debates, porque la gente me busca para saber mi opinión, y porque precisamente este fin de semana fui testigo en vivo de las reacciones de la gente.
La gente se salía, o no dejaban de reírse, pero ¿Por qué?
Tengo mis teorías. La primera es que el público mexicano es uno en constante matrimonio con el género del horror. Podrá ser una obra de estudio o una de las rezagadas para ocupar salas, pero la gente asiste porque encuentra el género como una ruta de escape a los temores nacionales y si se despreocupan abrazando a la pareja o saltando con las palomitas al aire, eso ya da por servido. De ese nicho se encuentran gustos con un perfil específico, porque a muchos de ellos les encanta el horror de “jump scare”, o barato porque es lo que el título a cuestión les dice que hará… y si una película tiene como título “El Legado del diablo” y los medios especializados se la pasan diciendo en coro que es “El Exorcista (William Friedkin, 1974) de una nueva generación”, pues las expectativas están en lo alto: debe cumplir, debe hacerme cuestionar si de verdad quiero cerrar los ojos en la noche.
Yo no contemplé estos elementos al momento de asistir al cine, porque para mí me llamaba más el peso del estudio A24, uno de los más arriesgados y que en cada una de sus producciones se huele el peso e interés de autor. A24 produce cosas como La Bruja (Roger Eggers, 2015), Good Times (Los hermanos Safdie, 2017), Bajo la piel (Jonathan Glazer, 2014), e Historia de Fantasmas (David Lowery, 2017): eso ya debería bastar entre la gente que busca una propuesta completamente diferente a lo establecido dentro de las convicciones de cada género.
Y de Hereditario –me rehúso a llamarla como la titularon en el país- lo que puedo decir es que es parte de la consagración del estudio: un viaje estremecedor que requiere paciencia cuya recompensa es una película que no busca los trucos baratos del horror.
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El título de Hereditario tiene dos funciones que quedan expresas en los temas que Ari Aster –director y guionista del filme- tiene por interés, quedando prendadas con el dilema del control familiar y su disfunción.
Aster plantea el asunto de los problemas mentales como ningún otro director en recientes épocas, porque sabe que el horror latente en trastornos mentales termina siendo por la posibilidad de herencia a futuras generaciones; a excepción del patriarca de la familia Graham, todos los miembros poseen anormalidades que los hacen destacar dentro de la pequeña comunidad en donde viven y en donde este distanciamiento es doloso, muy a pesar de que los intentos de los padres sean por el bienestar de sus hijos. Es aquí en donde Hereditario se muestra tan tensa, con conflictos en la mesa a la hora de la cena y situaciones realmente escabrosas que tienen un paralelismo con asuntos y situaciones reales que hemos escuchado o incluso padecido… yo puedo hablar de mi experiencia propia, ya que a lo largo de mi vida he frecuentado cuadros de depresión, y ese ambiente inhóspito que Aster explora es muy real, muy dañino y no por ello deja de ser intrigante. Lo logra con sus actores y curiosamente en el cómo decide retratar el hogar de los Graham, con un ambiente incómodo desde que uno pone el pie adentro y en donde hay muebles inútiles en medio de una apacible vivienda falsa.
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Logro de Pawel Pogorzelski –su director de fotografía- y Grace Yun, la artista encargada en el diseño de producción.
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Lo han leído y escuchado en todas partes, y aquí no es la excepción: este es uno de los cast más notorios en el género de horror. Las palmas suelen ir para Toni Collete y es cierto que su personaje de Annie Graham es complejo: una mujer patética que vive a la sombra de su madre quien siempre fue controladora –y no por nada termina haciendo maquetas miniatura en donde ella expresa ese poder que no tiene- y a la que recrimina de tener problemas mentales que le terminan rechazando a sus propios hijos, hay incluso una escena con Peter (Alex Wolff) –otrora figura importante del filme y que sirve para el contraste y ataque verbal de Collete que lo deja vulnerable en un grado genuino- que es más desagradable que el hecho de ver a un espectro saltando a la pantalla grande en donde ella reniega de su labor maternal, pero que este es meritorio dada la secuencia más atroz del filme en donde no vemos nada, más que unos ojos culposos acompañados de unos alaridos dignos de la figura folclórica de la “Llorona”.
También encuentro destacable la labor de un Gabriel Byrne al que siempre recuerdo muy caricaturesco pero que en este proyecto se encuentra oprimido, incapaz de tomar una labor patriarcal en una familia en donde el delirio reina los confines de sus habitantes y el hogar, y que realmente se destroza tratando de ser un buen padre frente a sus hijos y su esposa que no es odiosa per sé, pero sus trastornos y el asunto secreto la revelan como posible culpable de todo lo que pasa.
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Pero esta es una película de terror. La gran queja que he escuchado es que el planteamiento supernatural aparece de la nada pero esa gente suele omitir las pistas que la película durante todo el tiempo ha estado dejando como migas de pan y de donde proviene el juego con el título que queda como anillo al dedo.
Y lo mejor es, que tiene paciencia: la puesta en escena del horror es similar a la de las escenas dramáticas, porque la cámara suele reposar en tomas largas, con objetivos específicos o situaciones en donde el personaje es testigo de algo inexplicable que aparece ante nuestros ojos sin sentirse barato. Juega con los elementos presentes de sus actores y ambiente en planos secuencia donde nos sentimos dentro, en donde somos un miembro más de los Graham y en donde estamos clavados en la butaca, sin poder escapar.
Ari y su equipo han hecho una película inaudita del género, porque para poder encontrar las pistas y entender detalles, es probable que se tenga que asistir a una doble función o entrar en debates sobre teorías, porque también cumple con la osadía de poder plantearse como un acto de locura, o uno con raíces inexplicables… y eso es el cine de horror que no se suele hacer con frecuencia.
Un cine que confía en las capacidades de su audiencia, de analizar una película encontrando guiños, pero también que esta tenga la capacidad de explorar el horror presente en facetas humanas, de las que no siempre queremos hablar.
Es una pena sobre la publicidad que está haciendo que las audiencias huyan, así que mi único consejo sería: dejar ser a la película, porque no necesita un salvavidas promocional para presentarse como la mejor en lo que va del año.
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