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Tarde pero seguro, diría todo el mundo respecto a la situación de Amat Escalante y su más reciente película, una anomalía incómoda de temas y dentro del género del horror que resulta ser su mejor obra hasta el momento.
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¿Cómo es que Amat Escalante no conocía el hentai?
Me preguntaba esto al salir de la función de La región salvaje, y es que en el fondo, es algo que me cuesta trabajo creer. No digo esto en afán de vulgarizar su obra, solamente que la idea de bestialidad con tentáculos es tan infame que ya es un elemento cliché entre la gente respecto a la nación nipona y su tratamiento del erotismo.
Cosa que es rara en extremo, pero jamás deja de sorprender. La asociación de un tentáculo y la complacencia de una pareja sexual tienen cierto sentido, después de todo se trata de un lazo prohibido en el que un ser utiliza todos sus apéndices para ofrecer puntos de presión por los que una persona común fallaría en poder provocar gracias a su anatomía. Sigue siendo extraña esta filia o fantasía, pero todas las culturas proveen historias de zoofilia con un razonamiento trágico por parte de los impúdicos.
Esta no es la excepción.
La región salvaje es una película de horror que de manera inteligente explora el desconcierto sexual de todos sus personajes principales en dos historias que inevitablemente se entrelazan gracias a un guión compuesto de las ideas de Escalante y –a pesar de que no se mencione en entrevistas o prensa- Gibrán Portela, a quien podemos recordar por ser el co-guionista de Güeros (Alonso Ruizpalacios, 2014).
Alejandra (Ruth Ramos) vive en constante pesimismo a pesar de ser tan joven, porque tiene que mantener una apariencia de felicidad frente a sus dos jóvenes hijos y frente a Angel (Jesús Meza), su esposo que no le satisface sexualmente porque no le importa y el que no tiene tiempo para cuidar a sus hijos.
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La región salvaje analiza las formalidades sociales mexicanas, centradas en una mentalidad misógina en donde el hombre decide hacer sus labores y sobresalir por su valentía y estandarte principal y económico de una familia. Lo curioso es que Angel, lejos de ser un estereotipo del macho, es una persona totalmente reprimida; vive en el velo de su madre que tiene una voz más empoderante que la de su padre y principal razón por la que este no se haya formado en su sexualidad de manera libre, porque en toda esa apariencia varonil y ruda, Angel tiene encuentros fogosos con el cuñado al que siempre denigra en público por ser homosexual: Fabián (Edén Villavicencio), enfermero del hospital de Guanajuato y que siempre recibe ataques por parte de su cuñado y la madre de este gracias a su orientación sexual… o eso guardan las apariencias porque en el fondo Fabián tiene relaciones con Ángel y es aquel que le escucha sobre sus miedos y problemas a escondidas.
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El destino les hace entrar a estos tres personajes en la historia de Verónica (Simone Bucio), el primer personaje que vemos en la película y que huyendo de un establo sangrando poco a poco se revela su misión, la cual es la de llevar humanos con un falo viviente que han encontrado una pareja de hippies alejados de la urbe. Aquí es precisamente donde La región salvaje adquiere un tono de horror, y es fantástico. Es clara la influencia de Zulawski y su Posesión (1981) –de hecho Escalante le agradece hacia al final de la película- pero en vez de tomar un tono de pesadilla, posiciona a la figura cefalópoda como un dios extraño que otorga un consuelo enteramente sexual, haciendo que los humanos entren en contacto consigo mismos y se sientan tranquilos…quizás por la experiencia que jamás han recibido con ninguna otra pareja. Es muy extraña la manera en la que retrata a este ser, porque tampoco es una representación benevolente y parece que sus deseos de copular son contagio a todo otro ser fuera de las personas (en una escena que podría haber sucedido en el arca de Noé).
Es este planteamiento beatífico sobre la criatura –que además la película se esfuerza en crear un misterio atractivo hacia cómo es, apareciendo en su totalidad sólo en una escena- no hace más que generar una historia similar a la de los humanos que con el contacto con lo divino, termina en un desenlace poco agraciado… y también termina hablando mucho sobre nosotros, porque nuestro contacto sexual por lo general va a asociado a un estándar de satisfacción en la vida, por lo que el cuestionamiento de qué sucede cuando ya no podemos encontrar un amante similar sale a flote.
La región salvaje se detiene a cuestionar estos problemas frecuentes en nuestra sociedad con gracia por parte de Amat Escalante, quien quizás sea algo irregular en el cuidado de las actuaciones –sobre todo por parte de los personajes varones- pero que deja que personajes como Verónica y Alejandra exuden una película que a pesar de tratarse en un aspecto sobre falos, depende de ellas para que la audiencia compre la idea de lo sobrenatural y el drama cotidiano.
En estos días no se puede hablar de La región salvaje sin mencionar la falta de compromiso de los cines mexicanos frente a una de las figuras fílmicas más importantes del medio. Y es que la situación de Amat Escalante frente al sistema deja entrever con tristeza el cómo funcionan las cosas: de la ineptitud de los cines nacionales que no quieren crear un público pensante respecto a lo que ven y sólo desean el valor monetario que representa una entrada de cine… y estamos hablando de un director que ganó en Cannes, estatal, joven, y de propuesta diferente a la que solemos ver en los cines.
Y si ganaste en el festival más notorio de cine, y siguen sin proyectar tu material en tu propio país, no sé qué necesites hacer para que tu voz sea reconocida.
El daño hecho está y es beneficio total para Amat, a quien no dejo de ver con asombro, porque acaba de crear una película inusual con recursos públicos, y es cierto, no es para todo el público… pero necesitamos de filmes que cuestionen lo que está establecido como para “todo el público”.
En ese sentido La región salvaje es valiente y por ser de esas rarezas que pocas veces tenemos oportunidad de ver en el cine.
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