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Continuamos el dossier previo a Halloween recordando una de Dario Argento que se atrevió a combinar hechicería, ballet y secuencias tradicionales del giallo en su obra maestra.
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En Roma se encuentra una tiendita diferente a todas las demás, una tiendita de parafernalia fílmica llamada Profondo Rosso. El acomodo del lugar es extremadamente sofocante… pero planteado de manera positiva, porque está llena de material que vale oro para los fanáticos del cine: se pueden encontrar desde libros escritos de manera académica de todos los temas incluyendo el péplum –bendito péplum– hasta un museo dedicado al horror, con maniquíes tamaño real de íconos como Freddy Krueger. Si uno tiene suerte será atendido por dos posibles personas, las dueñas del lugar: Luigi Cozzi o Dario Argento, enfoquémonos en el segundo, porque si uno va despistado, sólo consideraría que el sujeto que te está cobrando es un italiano extraño apasionado por el cine, lo cierto es que es toda una leyenda, un partícipe del renacimiento comercial del cine de su país y autor consagrado de obras de culto.
Desde joven decidió que su labor no sería la de ser un ingeniero o contador, por lo que tomó la decisión de abandonar sus estudios especializados para enfocarse al cine no como realizador, sino como crítico de cine; fue de los primeros italianos en valorar el cine a un nivel académico en periódicos locales; su conocimiento fue tal que lo llevó a trabajar de inmediato en la industria italiana como guionista, siendo híper célebre la ocasión en la que, Argento junto a Bernardo Bertolucci y Sergio Leone entregaron la madre de todos los western, dejando muy atrás la categoría despectiva de la pasta con albóndigas: “Érase una vez en el oeste” (1968).
Argento precisamente formó parte de la revolución de la industria del cine italiano moderna, quienes no abandonarían la percepción del autor, pero sus alcances comerciales la volverían una industria competente y rentable. Aventurero dentro del género de moda que dejaba dinero sin dejar de lado su capacidad de crear excelentes historias, fue gracias al giallo que debutó como director. Su trilogía temática de animales son películas que compiten frecuentemente en listas de las mejores del género y Rojo Profundo de 1975 es precisamente la película que le dio fama mundial… y el título de su tienda.
Sin embargo, la aproximación de Argento hacia el giallo era básica, jugando de manera tradicional con los arquetipos del género y sin imprimir una gota de temas sobrenaturales, cosa que no precisamente era necesaria pero, sin duda alguna era un elemento que quería explorar a fondo.
Trabajando con un guión gracias a su entonces pareja Daria Nicolodi (mejor conocida como la mujer enorme de Rojo Profundo), Argento y ella conciben el inicio de una nueva trilogía temática, esta vez centrada en las madres del lamento, aquellas que describía Thomas de Quincey en sus viajes extrasensoriales causados por el opio.
No es mentira ni exageración decir que Suspiria es la obra maestra de Dario Argento.
Es un viaje excepcional en múltiples términos, logrando una película completa y que sobresale de las demás de la época… tan alejada de los estándares del género y que ha inspirado a miles de personas por su gracia y etiqueta de belleza irreal.
Y ese es el término adecuado: irreal, porque Suspiria logra mantener una atmósfera quimérica, a tal grado que los elementos que salen a flote como posibles fallas se unen para corroborar su encanto.
Primero lo primero: el guión.
Argento y Nicolodi contemplaron la película con protagonistas que ni habían llegado a la pubertad; esto fue imposible de lograr para evitar problemas de censura y lo que se tiene es una película en donde las protagonistas tienen un modo de actuar que raya en lo infantil para después confrontarse a una situación de madurez proveniente de un grupo de seres que han vivido por eones. La madurez repentina es la fuente de problemas en Suspiria a los que Suzey debe solventar indagando sobre una organización secreta que también comparte la estricta labor y orden de aquella que usa como camuflaje: el ballet.
Eso presenta en subtexto y es genial porque no se detiene a ser meditativo. Argento usa como referencia las viejas fábulas y su finalidad de advertencia para desarrollar una historia de misterio que también deriva del giallo: ¿Quién está detrás de los asesinatos?
[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_single_image image=”17791″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_empty_space][vc_column_text]Y mientras vamos de la mano con Suzy revelando los misterios de la organización esotérica que le quiere muerta, también caemos en un abismo delirante y bellísimo.[/vc_column_text][vc_gallery interval=”3″ images=”17793,17794,17795,17796″ img_size=”medium”][vc_empty_space][vc_column_text]
No puedo darle mucha justicia al impecable trabajo de producción de Suspiria. Si los premios de la Academia no fuesen tan pretenciosos, Suspiria con mucha facilidad obtendría nominación a diseño de producción, vestuario y cinematografía.
Grábense bien estos nombres:
Giuseppe Basan fue el creativo tras el diseño de producción, y es una odisea lo que llevó a cabo porque crea uno de los sets más vívidos que yo haya visto. Arquitectura dispar a la de la vida real, con colores pastel y elegancia incluso en los momentos más tenebrosos, entiende el detalle de que se trata de un ballet y amalgama este concepto con el de las construcciones que hasta tienen detalles como las puertas con perillas inexplicablemente más arriba de lo usual para que los personajes sean inferiores en las persecuciones y escondites improvisados.
Este diseño va de la mano con el de Pierangelo Cicoletti, quien no se va por la creencia de que el giallo y el slasher presentan mujeres despampanantes con paños etéreos, no. Logra prender una visión sensual, elegante y feminista, y sobre todo con Suzy, hay un cuidado de vestuario que enfatiza la inocencia siempre permanente de sus ojos… esos ojos preciosos de Jessica Harper.
Y si estos elementos gritan colores extraños y sacados de una paleta chirriante e inarmónica con el género del horror, es culpa de Luciano Tovoli. El cinefotógrafo compone una serie de imágenes que ahondan en lo extra sensorial, que nos retan a sentir placer y armonía en situaciones que no deberían ser tan preciosas como la muerte de una mujer apuñalada en el corazón o la masacre de un hombre en una plaza sombría.
[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_single_image image=”17797″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]¿Lo impactante? Logra esto sin la ayuda de post-producción, todo creado a partir de un artista que gracias al Technicolor –en una de las últimas películas en usarlo de la época- se vuelve un caleidoscopio.[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
Pero ¿Qué sería de Suspiria sin la labor de Goblin?
La segunda colaboración de Argento y Goblin es más fructífera que la primera vez, porque ahora se encuentran desatados y libres de explorar sonidos y técnicas. Gran parte de la ilusión de la película se encuentra en que el score no tiene decencia en mantenerse leve, toda acción se traslada en sonidos de aquelarres y canciones que son precursoras de muchas bandas experimentales y lo-fi de metal. Lo mejor es que uno puede sentarse a escuchar el trabajo independiente de las imágenes y se encuentra incluso más perturbado que el apoyo estético de Suspiria; eso de escuchar el disco en medio de la noche a todo volumen es sinónimo de estas fechas por lo menos para mi casa.
[/vc_column_text][vc_column_text]https://open.spotify.com/album/66X1aX8OnQZROjTlxHWYtg[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
Si me he gastado en elogios para Suspiria es porque los merece de aquí hasta que ya no tenga memoria. Es una película que funcionó a la perfección la primera vez que la vi, que fue de muy joven. En esas épocas cuando visitaba lugares tediosos y de fachadas antiguas tenía la natural sospecha de que detrás de un lugar de apariencia centenaria se escondía una mal inexplicable; Suspiria de hecho fue la primera película italiana que vi en mi vida y fue amor a primera vista, me hizo indagar sobre su música –que compré con mucho esfuerzo en cd- y sobre todo del cine de ese país… entonces para mí el detonante de acercarme a otros autores como Pasolini, Fellini y Antonioni fue una en donde la sangre parece pintura Vinci de papelería y eso jamás fue demeritorio.
Suspiria fue un éxito de taquilla mundial y la consagración de Argento como un autor inusual porque no necesitaba de la explotación de sus temas, desnudos o extrema violencia para dar notoriedad. Es un filme que demanda ser explorado y que incita a la audiencia a perderse en su poderío audiovisual y fantasioso que sólo los años setentas pudieron formular.
Y no soy el único que piensa en esto.
Precisamente este año se ha presentado una remasterización de Suspiria en la más alta definición posible por todas partes, reviviendo el entusiasmo de la película y con la participación de Guillermo del Toro, quien está realmente obstinado a que tenga re- estreno comercial en todo el mundo, no sólo en festivales de horror.
Y déjenme decirles que yo, con mucho gusto daría mi alma para estar sentado en la sala de cine, con la córneas quemadas y el tamborileo de la bulla nigromante retumbando en mis oídos.
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