Tras el éxito de La mancha voraz, el equipo de Irvin S. Yeaworth y Jack H. Harris siguieron con una obra que enfatizaba el drama romántico de dos hermanos, una mujer… y la habilidad de ser intangible.
Título original: 4D Man.
Dirige: Irvin S. Yeaworth.
Elenco: Robert Lansing, Lee Meriwether, Patty Duke, Robert Strauss, James Congdon.
País: Estados Unidos.
Duración: 85 minutos.
Tras el éxito de La mancha voraz (1958) el dúo de Yeaworth y Harris estuvieron buscando otro proyecto que aprovechara esta chispa de creatividad y remuneración monetaria. Habitualmente Harris era el que tenía las ideas que junto al director y el guionista en turno, montaban más allá del concepto que a este se le ocurría uniendo palabras o situaciones. El caso de El hombre de la cuarta dimensión no es ajena a esta forma de creatividad.
Harris se encontraba viajando en tren hacia Scranton, Pennsylvania promocionando la película del monstruo amorfo cuando se detuvo en un puesto de revistas, en donde recuerda haber visto una portada de Weird Tales que mostraba a un hombre desapareciendo detrás de una pared de ladrillos, con el título que decía “La asombrosa cuarta dimensión”.
Habló con Yeaworth sobre la idea que vió en la revista, el cual le tuvo que explicar la lógica de las dimensiones, lo cual sí aceptaron que el título no sólo aludía a una idea genial, dentro de la lógica que ellos manejaban, si los humanos viven en la tercera dimensión, aquel espectro debía moverse a través de la cuarta.
El grupo de trabajo de Harris se puso a trabajar, con una idea generada por Si Chermak, un escritor con poca experiencia quien trabajó con la productora a cambio de un dinero rápido, que concordaron de entregar siempre y cuando Chermak entregara el guión en 7 días: lo logró. La situación del casting fue muy diferente a cuando hicieron La mancha voraz, porque ahora recibían ofertas de agencias de casting que proponían a jóvenes promesas que Harris podía lanzar al estrellato, situación que en un principio quisieron omitir para ofrecerle otro papel estelar a Steve McQueen, el cual rechazó la propuesta porque… pues era Steve McQueen. Por lo que tuvieron que recurrir a la precaria necesidad de elegir a un actor teatral –Robert Lansing– a un hombre de la televisión – James Congdon– y a una chica del clima (Lee Meriwether).
Tony Nelson (James Congdon) se encuentra en su laboratorio en las altas horas de la noche, tratando de experimentar una y otra vez con su proyecto de la cuarta dimensión, es decir: hacer que los objetos sean intangibles. Tras años y años de fracaso, Tony intenta una vez más el experimento sin el permiso de los laboratorios en donde labora, situación que le resulta contraproducente, ya que el muy idiota termina incendiando el lugar.
Tony es despedido y tiene que recurrir a visitar a su hermano Scott Nelson (Robert Lansing), el cual también es un investigador de laboratorio, pero Scott a diferencia de Tony, busca crear un material incorruptible y resistente llamado cargonita. La llegada de Tony no es grata para Scott, el cual vive a la sombra de un doctor que se roba el crédito de su investigación, y cuya entrega a su experimento ha generado desinterés en Linda Davis (Lee Meriwether), la cual comienza a fijarse en su apuesto y más divertido hermano. Sintiéndose traicionado y tras escuchar que Tony sólo lo visitaba para pedirle dinero, decide demostrar que es mejor que su hermano robándose su experimento y logrando con éxito la demostración de la cuarta dimensión. El problema es que Scott no sólo pasa un lápiz en una pieza de metal: él termina adquiriendo poderes de intangibilidad que le dan un nuevo aire, porque ahora con sus nuevas habilidades, nadie piensa en él como el aburrido doctor Scott, ahora es el hombre de la cuarta dimensión, el hombre invencible.
Lejos de buscar una producción barata, en esta ocasión y frente a toda apuesta, tanto Harris como Yeaworth crearon un drama en primera, después una película de monstruo serie B (título que nunca temieron en su vida). Esto le da un beneficio total a El hombre de la cuarta dimensión, porque le agrega más interés frente a la situación de los hermanos, apoyados en sí por tres actores que realmente están entregando actuaciones memorables independientes de la categorización del proyecto.
Sospecho, que mucho del drama que obtiene el filme, es una inspiración directa de Al este del Edén (Elia Kazan, 1955): dos hermanos que se encuentran en puntos diferentes de su vida y éxito. Uno siendo un fracasado sin dinero ni apoyo y el otro siendo un hombre que poco a poco está obteniendo reconocimiento en su campo laboral, irónicamente siendo dos personas que en sus investigaciones proponen el opuesto del otro: la intangibilidad frente a la resistencia.
Con la llegada del otro, los papeles parecen revertirse, o por lo menos sacudirle la idea del que no sospechaba que en medio de tanto éxito, su situación emocional no era perfecta. Y así, Scott termina volviéndose un monstruo emocional desde mucho antes de la corroboración de su intelecto, lo cual sólo le termina volviendo uno literal.
Yeaworth crea un romance palpable, apoyado mucho por la química que Meriwether y Congdon poseen, quienes no quieren ceder a sus impulsos siendo seres que por lo menos intentan respetar lo establecido. En el caso de Lansing, hay otra noción… porque a pesar de ser el actor más experimentado de los tres, es uno frío e incapaz de razonar sentimientos de manera agradable, que poco a poco comienza a liberarse con sus nuevos poderes hasta el punto del desenfreno… ayuda mucho que Lansing poseyera unos ojos pequeños de pestañas largas que lo vuelven una roca.
El hombre de la cuarta dimensión se logró filmar sin problema alguno, pero los estudios presenciaron una obra quizás más ajena a lo esperado por parte de una producción de Harris: lejos estaba la noción de una película palomitera para todos los niños, y sí una tragedia que hablaba de los excesos en el campo de la ciencia por parte de un hombre que lo pierde todo, es por ello que los estudios se negarían a comprar la película y Harris tendría que aceptar la propuesta de parte de Universal de comprar su “monstruo” por la cantidad de $150, 000 dólares, lejos de los $200, 000 que buscaba. Y a pesar de la compra sin ganas, la película no defraudaría en el campo de la taquilla, volviéndola un éxito.
Independiente de ello sí fue una pena corroborar de que el dúo intentaba explorar alcances con el horror, sólo para ser tachados de los que hicieron La mancha voraz durante toda su vida: El hombre de la cuarta dimensión merece más respeto.