Anticristo formula una exploración del duelo en matrimonio con el temor de lo desconocido que acecha la tranquilidad de un bosque y las manías depresivas de su autor.
Título original: Antichrist.
Dirige: Lars Von Trier.
Elenco: Charlotte Gainsbourg, Willem Dafoe.
País: Dinamarca.
Duración: 108 minutos.
Siempre he pensado en Lars Von Trier como una persona cuya forma de actuar es comparable al impulso natural que tienen esas esferas de metal que normalmente uno encuentra en los recintos de oficinistas. No lo digo por simplificarlo sino porque Von Trier ocasionalmente es un hombre que sufre bajezas y controversias –a menudo causadas por su peor enemigo: Lars Von Trier– que lo orillan a un punto de reflexión que después remata con un as bajo la manga, una respuesta: una película de Lars Von Trier.
En el año 2007, Von Trier menciona por primera vez de sus problemas con la depresión, que para en ese punto lo tenían internado en un hospital especializado tratando de reavivar su interés por el cine el cual ya encontraba sin sentido, un reflejo también de que para en ese entonces su sensibilidad respecto a las reacciones de sus filmes le importan (recordemos que para ese punto El jefe de todos (2006) es un fracaso de crítica y taquilla que no mueve a nadie). La entrevista original que Von Trier dio en ese entonces dejaba entrever una idea extremadamente pesimista en la que el director no veía lejana la idea de no hacer más cine y refugiarse en actividades que le sacaran de ese quicio, pero algo pasa, fuera la idea de siendo la persona que es –reaccionaria y que sabe usar la controversia a favor- o de verdad una especie de sanación fílmica Von Trier se pone a filmar, y con ello la llegada de una nueva trilogía temática, su tercera si consideramos inconclusa La trilogía de América.
Anticristo inicia con una de las escenas más desoladoras de la década pasada, con un matrimonio copulando en singular agresividad y descuido mientras que el hijo de estos se despierta, y por mera curiosidad hacia una ventana termina en un accidente mortal en donde su caída se interpola con los gestos de placer de su madre. Estos personajes no tienen nombre pero la dinámica de hombre y mujer dentro de esta relación nos dejan entrever que ella se dedica a la investigación y él es un psicólogo que intentan sobrellevar el duelo tras la pérdida del niño. El hombre parece haber sanado su sentimiento e intenta hacer que su esposa sobrelleve una depresión que los medicamentos no parecen solucionar. Intrigado por el caso de su mujer –que rebela el disgusto que tiene por los lugares abiertos- y también en un genuino interés por ayudarle, el hombre incita a que los dos tomen parte en psicoterapia directa en Edén, su casa dentro del bosque, en donde la psicopatía de la mujer demanda sexo frenético y un comportamiento que no puede controlar y que conllevará a un encuentro extremadamente violento de los dos.
Anticristo por desgracia ha tenido el infortunio de ser tachada como una obra vulgar y de excesos por los aficionados a ver cine que prueba el temple de uno, cosa que no se le niega en esos minutos finales pero que demeritan un trabajo mucho más complejo y una exploración del horror muy lograda por parte del realizador danés, de alguna manera capacitada para suscitar controversia y análisis por igual. Dualidades son las que definen los conflictos del filme, percibidos en un inicio por el conflicto entre las formas de sanación de los dos involucrados; el personaje de Dafoe está más interesado en exprimir los demonios internos a través de la forma que conoce y rechaza la idea de que su mujer se encuentre en un decrépito estado del que ilusamente y de manera egoísta piensa solucionar sin siquiera dejar un espacio al entendimiento de otras opciones, como si el propio Von Trier hablara de su propia experiencia en este apartado y en el pesimismo que evoca el personaje de Gainsbourg.
Pesimismo que también forma parte del usual enfrentamiento de la audiencia frente a las suposiciones incómodas del autor, quien parece tener una especie de fascinación en las historias de mujeres vilificadas y torturadas en extremismos a pesar de su aparente benevolencia ataviada de ingenuidad. Pero en Anticristo, si bien el personaje de Gainsbourg se muestra en extremo detestable y que rechaza las convicciones femeninas –al grado de automutilar sus genitales- existen ciertas pistas y detalles que dan un panorama siniestro, del cual si el personaje intentó huir o no, ya entra en debate con la propia audiencia.
¿Es acaso ella y su pesimismo lo que terminan arrojando su tesis inicial de los crímenes cometidos por las mujeres del pasado tachadas de brujería? Bien se les puede adjudicar gran parte de esto y que probablemente esto nos recuerde a la forma de plantear de Kubrick las deformaciones de la psique humana en un entorno del que no se puede negar posee un aura maligno.
El bosque en Anticristo se plantea como aquel de las viejas historias: un lugar de horror y situaciones inentendibles, lugar en donde las brujas tradicionalmente se encuentran, y en donde existe una especie de contaminación por parte de la protagonista. Von Trier tiene una fascinación de no querer explicar ciertos momentos que evidentemente pasan y mostrar unos detalles sobre el ocultismo del lugar y los eventos que preceden y anteceden, pero esto lejos de generar dudas y posibles meollos argumentales, logran una atmósfera infalible, de un siniestro perfecto que además, nos deja una pista de la contaminación que este ha logrado en la comodidad de la urbe, en sus habitantes menos sospechosos.
Von Trier con esta película se adentraría más a una forma de filmar construida de manera típica, lejos de las experimentaciones de su etapa primaria cuando de joven formulaba el Dogma 95 como una destilación de creatividad… y es una grata bienvenida en este terreno, porque Anticristo con todo y que es alimento de una idea macabra, es una película poseedora de belleza audiovisual que posteriormente ya serían parte de su habitual forma de elaborar.
Era obvio de que Anticristo generaría controversia, pero quizás no hay ejemplo más claro de la vilipendencia que el director tiene cargado como segundo apellido y sinónimo, y la forma de trabajar de este que dejó en ridículo a las nociones petulantes de Cannes, quienes proyectaron la película, teniendo habituales desmayos y abucheos, y tachando de aberrante a Anticristo… quizás llegando al punto más ridículo cuando en el mismo año Charlotte Gainsbourg obtenía el premio a mejor actriz por su entrega y compromiso incuestionables, a la par de también tener un “tache” por parte del grupo de conservadores que caían en el juego del director y que le reclamaban de ser insulsa, además de compartir una nominación al mejor perro con la escena del zorro (lo cual es evidencia de las formas de actuar del festival que tiene una relación de amor y odio con Von Trier).
No obstante, esto le sirvió a su director, quien a partir de entonces abrazaría las controversias, y que emocionado encontraba sanación de su alma ofreciendo miradas oscuras a los planteamientos existenciales de nuestro mundo. Puede no ser del agrado de todos, pero Anticristo demostró la fortaleza de Von Trier en un arte que escupe, que no se queda quieto, y que busca dominar a su audiencia con incomodidad al por mayor.