En la edición más reciente de El Salón de la Crítica, el periodista y crítico de cine Edgar Estrada eligió esta crítica de Los lobos para ser publicada.
Por: Luis Alberto Patiño Arellano
“Los lobos es una promesa sin cumplir”
La película sigue el camino de una madre migrante (Martha Reyes Arias) que es empujada por la vida a viajar a la ciudad de Alburquerque en Nuevo México, junto con sus dos hijos: Max (Maximiliano Nájar) y Leo (Leonardo Nájar). Si se pudiera definir en una sola palabra la acción narrativa de la historia, sin duda sería adaptación.
Jorge Luis Borges escribió en un ensayo que la historia de un hombre en realidad es la historia de todos los hombres, aforismo que se cumple en esta película, ya que cualquiera puede identificarse con la imaginación e inocencia infinita de la niñez, aquella que cubre de significado todo lo que rodea, todo aquello que no se comprende a tan corta edad. La historia sorprende al espectador al plasmar con animación fluida fragmentos de esa fantasía de los niños, momentos cortos que no interrumpen el ritmo o tono de la obra. Un agradable extra estético que apoya a los actores que llevan sobre sus hombros el mayor peso del relato: los niños.
Aclimatar a jóvenes actores -muy, muy jóvenes- en un proyecto de largometraje no es tarea sencilla. Así como los personajes tuvieron que ajustarse a una realidad desconocida, los jóvenes actores también vivieron una experiencia extraña, pero estuvieron bien acompañados por el director y el equipo de producción, pues la cámara en mano -que hace más orgánica la vista de este mundo- capta la gran naturalidad de la relación entre los hermanos y Martha Reyes. Pareciera que estamos frente a un documental muy íntimo de una familia real y no a un producto de testimonio ficcionado.
Si bien Samuel Kishi ha mencionado en entrevistas que el guión retrata su propia niñez, es innegable que “Los Lobos” cuenta con capas más profundas de significado. El retrato no es solo el de la familia, es el de toda la comunidad migrante en ciudades que viven día a día con los problemas de la adaptación en un lugar extranjero. Una realidad de problemas que van desde la precariedad laboral hasta el mundo de las adicciones y el abandono de valores. Todo por buscar un lugar mejor, la ironía.
En esos casos, no queda más que recordar la regla número 4: cuidarse entre hermanos. La mancuerna de dirección y música entre Samuel y Kenji Kishi es acogedora. Ninguna parte lucha por el protagonismo, todos los elementos coexisten en armonía para el propósito de la historia. El diseño sonoro sabe a nostalgia, esperanza y lucha. Gracias a esto, se siente que el mundo de la imaginación está cerca del de la realidad.
Sí, el filme “Los Lobos” es una promesa sin cumplir, de las películas mexicanas que deberían seguir sus pasos, historias en las que se puedan reflejar las personas, personajes con los que se pueda empatizar y ayuden a que la manada siga andando.