En el décimo El Salón de la Crítica, el crítico Alonso Díaz de la Vega eligió esta crítica de ‘Im Lauf der Zeit’ de Wim Wenders para ser publicada.
Los estragos de una identidad generacional perdida.
Por: Estefanía Ocampo Pérez @EstefiOp
Alemania 1976, año en el que una frontera divide al país de modo tajante como recordatorio de los ideales políticos que transformaron a Europa durante el siglo XX. Un recordatorio sobre cómo en diferentes momentos clave, los alemanes en este caso, fueron obligados a adoptar diferentes modos de vida dependiendo de las circunstancias en las que estaban inmersos, fuera o no de manera coercitiva. En Alemania, en particular durante el Tercer Reich, se utilizó la violencia física y psicológica para forzar a sus ciudadanos a aceptar ciertas reglas, ciertos tipos de conducta para obligarlos de esa forma a llevar una vida rígida impregnada por propaganda que ignoraba por completo su individualidad, y que exigía sometimiento con la finalidad de consolidar una sociedad perfecta superior a ellos. Cuando el régimen cayó, se enfrentaron a un paradigma diferente, y la población fue forzada de nuevo a aceptar ciertas reglas cómo válidas, dependiendo del lado de la frontera en el que se encontraban.
En esa Alemania dividida, el director Wim Wenders ambienta Kings of the Road (1976), una película sobre dos hombres, Bruno Winter (Rüdiger Vogler) y Robert Lander (Hanns Zischler), que terminan juntos por azar en un viaje sin rumbo cuestionando con su forma de vida todas esas reglas estrictas e ideales impuestos de las que son herederos por el simple hecho de haber nacido en ese país dividido. Dos alemanes que después de décadas, tienen la posibilidad de vivir sin tener que insertarse violentamente a ningún proyecto de nación establecido o de tener que adoptar un estilo de vida definido que les venda la trascendencia no individual como lo más importante.
Sin embargo, vivir de ese modo en un lugar donde el pasado aún tiene repercusiones, es algo que a los protagonistas no los deja vivir sin dudas, sin miedo, sin sentirse incapaces de relacionarse con los demás emocionalmente. A lo largo de la película, se observan las inquietudes no solo de Bruno y de Robert, sino de un grupo de personajes que están lidiando con esa nueva realidad más “libre” que conlleva una responsabilidad personal mucho mayor. Ambos personajes en algún punto muestran el enojo que sienten hacia sus progenitores, hacia esa generación a la que culpan de la crisis existencial en la que se encuentran en un 1977 impregnado ya por la cultura norteamericana, y por las empresas extranjeras representadas en ese Michelin que adorna la camioneta en la que viajan. Se nota el choque intergeneracional entre esas personas que siguen añorando ese destino trascendental que tanto les prometieron, y esa otra que busca de manera individual un sentido para su vida.
Kings of the Road, una aparente road movie con una trama no lineal, es mucho más política de lo que parece, pues en sus personajes se reflejan las inquietudes de toda una generación de alemanes que viven en una sociedad aparentemente más libre, pero que continúan siendo afectados por los dogmas violentos del siglo XX.