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Los hijos del átomo, aquellos que iniciaron el boom de los superhéroes en el cine hace ya casi 20 años, se despiden de manera poco ceremoniosa del cine.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=”1/2″][vc_single_image image=”21363″ img_size=”full” alignment=”center”][/vc_column][vc_column width=”1/2″][vc_column_text]Título original: X-Men: Dark Phoenix
Dirige: Simon Kinberg
Elenco: James McAvoy, Michael Fassbender, Sophie Turner, Tye Sheridan, Jennifer Lawrence
País: Estados Unidos
Duración: 114 minutos
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Blade fue la película pionera en explorar personajes de Marvel en el cine, pero los que lograron el éxito anhelado, sin duda alguna fueron los X-Men. Repasar la franquicia desde aquella ocasión, también es interesante porque revela mucho de las expectativas y fallas de un estudio que apostaba con miedo a las películas de superhéroes, trasladándolos en un planteamiento más apagado y supuestamente realista a comparación de sus contrapartes coloridas de papel, y enfocándose primordialmente en el concepto del rechazo que forma parte del reflejo social del material original y que para Bryan Singer resultó ser con lo que se identificaba.
Si bien las primeras dos entregas de X-Men fueron exitosas, también con ello se podía constatar de que los encargados de adaptar el material, no entendían o sabían de las dinámicas de los X-Men, los cuales fueron degradados a no trabajar en equipo, de no tener un equipo que rotaba, y de contar como protagonista, en el personaje más exitoso.
Gran señal inequívoca es, que hayan intentado adaptar la saga Phoenix de los cómics a la pantalla grande, tomando como referencia no la importancia del evento y de los que le rodean, sino el número de ventas que reflejó dicho momento de los personajes, aunque así suelen trabajar todos los productores. X-Men: La batalla final no sólo no fue final, sino que también no supo traducir el personaje de Jean Grey y sus complejidades que le hacen pasar a ser Dark Phoenix, dejando sólo una caricatura de un robot interpretado por Famke Janssen que supone ser Jean Grey, y de paso matar a Cíclope (James Mardsen) porque si no pudiste trasladarlo como el líder de facto del equipo, que no te estorbe para el desarrollo de Wolverine.
Spin-offs, precuelas y un supuesto reboot a la franquicia que omite el tercer capítulo pero que también abraza la seriedad de las otras dos películas… era notorio de que los productores comenzaban a abrazar más los conceptos del mundo de los hijos del átomo que van más allá de los mutantes, porque los X-Men han peleado con extraterrestres, cavernícolas, islas vivientes, dinosaurios pensantes y hasta el mismo infierno en la tierra, y eso en vísperas de una competencia latente de parte de una renaciente Marvel incitaba buscar dichas aspiraciones, pero entre la confusión de identidad de la propia franquicia y el tiempo, esto fue demasiado tarde.
X-Men: Dark Phoenix amenazó con tratar de hacer otra vez la historia más notoria del personaje de Jean Grey, en una situación bastante extraña, ya que el encargado de adaptarla resulta ser Simon Kinberg, quien no tiene experiencia como director, pero sí tiene en su haber la labor de haber intentado adaptar previamente la historia en la tercera entrega de la franquicia que tuvo que ser borrada de la continuidad debido al rechazo… lo cual también nos dice de que ya nadie quiere estar al frente de la franquicia, y de que está lejos de poder explorar situaciones variables a las de los demás superhéroes, son una obligación contractual para todos los involucrados.
Aunque usted no lo crea, hay atisbos de genialidad en Dark Phoenix. Simon Kinberg dentro de su guión -claro, por qué no darle la oportunidad, qué hay que perder- logra hacer lo que todas las demás películas de los X-Men no habían logrado: generar una dinámica de equipo en cada una de las escenas. Las anteriores habían postulado la siempre tediosa fórmula de que los miembros entienden sus habilidades y usan como un conglomerado ayudándose como parte de un aprendizaje a lo largo de cada entrega lo cual es extraño porque significa que en cada película olvidaban dichos conocimientos. También lo que podemos presenciar, es que sí existe un desmoronamiento al sueño del Profesor Xavier (James McAvoy) lo cual siempre ha radicado en la toma del su escuela y diferentes direcciones a cargo de otros alumnos e incluso villanos de los propios X-Men y se siente ese defraude de parte de Xavier con un atinado James McAvoy, quien al lado de Sophie Turner como Jean Grey, Michael Fassbender repitiendo como Magneto e incluso Alexandra Shipp siendo Tormenta y Kodi Smith-Mcphee en el papel de Nightcrawler hacen lo que pueden con un guión desinteresado y levantan el conflicto moral de vivir entre enemistades a pesar de haber conseguido una paz mutante.
Tampoco es que caiga en terrenos de lo odioso, sino que simplemente pasa frente a los ojos del espectador desperdiciando potencial, situaciones y personajes. Mucho de esto se debe al pobre elemento antagónico de la raza D’Bari –quienes originalmente iban a ser los Shi’ar- liderados por Jessica Chastain, quien sólo se para de manera amenazadora y con los que no quedan enteramente esclarecidas cuáles son sus debilidades o tragedia constituida en ser los últimos de su especie.
Jennifer Lawrence, además de tener un cada vez menos asombroso maquillaje, presenta la carta del abanderado progresista pobremente planteado en el filme y de quien se deshacen a primera instancia sin pena ni gloria, al igual que el pobre uso creativo de poderes porque de nuevo, estamos ante gente que pocas veces se ha puesto a explorar las habilidades de cada mutante y quienes piensan que quedarse quietos moviendo las manos con poderes mentales es la epítome de la franquicia.
La franquicia se perfilaba por un camino más libre, uno que ciertamente quedó atropellado y así la historia de los X-Men acaba de manera poco ceremoniosa en un mundo en donde consumes, te emocionas, generas un bando, no cuestionas y repites el proceso. Descansen en paz, al menos por el momento, los X-Men, para cuando ustedes cambiaron el mundo ya los había olvidado.
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