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Mario Bava fue un valiente al que nunca le dijo “no” a un proyecto. Su asociación de último minuto en una producción de Dino de Laurentis daría como resultado una obra pionera dentro del género del cómic book film y su película más singular.
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Hay… algo raro en la apología del crimen.
Todos sabemos de la existencia del pulp, historias baratas y bastante entretenidas que dieron origen a la concepción de los superhéroes y las historias de detectives. En ellas aparecieron relatos de personajes que combatían el crimen pero que siempre lo hacían con un dejo de desdén hacia el criminal, sin tener una noción de la justicia más que la poética porque disfrutaban del hampón asustado y perdiendo rufianes como sangre en sus heridas. Menciono el pulp, porque la extensión del estilo y género no se dio de la misma manera en otras parte del mundo, es una exclusividad del norteamericano.
Por lares europeos, lo que se cocinaba y con alta demanda, era el penny dreadful y el giallo. El primero era un antecesor de las weird tales, ofreciendo relatos grotescos y ocasionalmente de contenido paranormal, mientras que el giallo precisamente seguía una tendencia del “whodunit” detectivesco, sólo que con alteraciones lo suficientemente variadas como para poder regir una categorización del mismo giallo… sólo entendemos que estas historias de asesinatos, criminales monstruosos, turistas envueltos en un misterio loca o títulos con animales, son de concepción italiana; y es que los italianos recibían una inspiración de licuadora en todos los aspectos.
La apología del crimen en sus historias llegaría al medio que desbancaría al de las novelas o relatos: el cómic. Y mientras que los norteamericanos hacían personajes con poderes –y en cierto grado el último en seguir la tendencia de detective sería el mismo Batman– los italianos introdujeron esos conceptos sin pena en sus personajes, la variante estaba, en que no veías los intentos de un policía o detective rudo en detener al criminal: estabas de su lado.
La inspiración para crear este tipo de contenidos vino no de Estados Unidos sino de Francia, porque los italianos quedaron prendidos con las barbaridades de cierto criminal que antecede todo esto (lo sé, es algo confuso): Fantomas.
Fantomas no es como el personaje que conocemos en México: es un genio criminal pero que goza de matar o de sus fechorías y que encuentra un némesis natural con Juve, un detective que a lo largo de las entregas originales de Pierre Souvestre y Marcel Allain se dedicó en cuerpo y alma para que sus planes fuesen infructíferos. La serie de Fantomas existe desde 1911, y su vigor entre los lectores no culminaría hasta la década de los sesentas, y gracias a las nuevas adaptaciones que el personaje tendría.
Y aquí es donde comienza el origen de Diabolik, porque la inspiración de Fantomas en el cine inspirado en el personaje literario y que formaría a su vez inspiración para las novelas cortas pulp y demás, tuvieron que crecer en la era de la psicodelia.
Diabolik fue un personaje creado en 1962 por dos mujeres: Angela y Luciana Giussani y cuyos derechos fueron comprados por Dino de Laurentis al ver el potencial de Fantomas a partir del 64, solamente que esperaría un poco para que Kriminal, de Umberto Lenzi apareciera un año después como respuesta italiana a la mente criminal (De hecho, Lenzi siempre quiso adaptar a Diabolik, pero la compra de derechos le hizo enfocarse a un subproducto de este, siendo el primer cómic de crimen italiano en ser adaptado al cine).
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¿Sigues confundido? No te preocupes, toma una secuencia de títulos deliciosa.
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La primera brecha se encendió, y la adaptación de Lenzi fue exitosa, lo que le dio hincapié al legendario productor italiano proseguir con la madre de todas las películas de este extraño género, pero eso tampoco fue una labor fácil. Dino se encontró con el problema de que Seth Holt no era el director indicado para el proyecto, y eso que ya se encontraban en plena filmación; el material resultante jamás ha salido a la luz pero debió de ser tan espantoso para el millonario productor –que tampoco le echemos pestes a Holt, en terreno propio era un director fantástico- que tuvo que recurrir a una visión más barata de segunda mano, pero más importante: una visión absolutamente italiana.
Y así, Mario Bava hizo Diabolik.
El Inspector Ginko (Michel Piccoli) está seguro de que este plan será infalible: tiene que dirigir la transacción de dinero bancario sin que se entrometa Diabolik (John Phillip Law). Está tan cansado que su plan involucra el movimiento de dinero falso en el camión oficial seguido por patrullas que servirán de distractor y el disfraz de sus secuaces como si fuesen gente millonaria para cargar el botín. Todo parece estar sirviendo, hasta que al llegar al muelle una bomba de gas de colores explota, y con ello, una sonrisa:
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Diabolik ha logrado burlar a la policía y estos lo único que pueden hacer es disparar con furia, mientras Diabolik escapa en su bote, lo que da inicio es una secuencia de títulos inmejorable:
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Diabolik llega con su amada Eva Kant (Marissa Mell) mientras se deshace de su Jaguar E Type y maneja otro modelo en blanco hasta llegar a su guarida: ha sido exitoso su plan. Lo único que logra es hacer que la furia del Inspector Ginko y el Ministro de Interiores (Terry-Thomas) sean más severos con la pena concebida a Diabolik, que ahora deberá enfrentar la pena de muerte si es que lo capturan. Afortunadamente, el Inspector Ginko decide jugar sucio, y se une a Ralph Valmont (Adolfo Cieli), jefe de la mafia que también es afectado por los robos de Diabolik, por lo que hace su esfuerzo de capturar al hampón anarquista y a su prometida.
Encontrar Diabolik es un gran problema. Su versión en dvd es difícil de localizar, no existen intentos por restaurarla, olvida la idea de una versión de streaming o en alta definición y por lo general se asocia más hacia el final de la décima temporada de Casa de ciencia ficción y misterio 3000 en donde fue despedazada por nuestros amigos en el Satélite del amor, lo cual me pone muy triste cada que lo pienso… porque es una grandiosa película, y a mi punto de vista una que fácilmente se debate como la mejor dentro de la filmografía de Mario Bava pero la historia se ha encargado de darle una revisión de inútil y producto kitsch.
A lo que yo respondo: Sí ¿Qué acaso no vieron la película?
La adaptación de Bava es una especie de antología de crímenes que llevó a cabo Diabolik en las páginas de su cómic y si bien son más ligeras que su contraparte de papel –porque el Diabolik original puede ser muy agresivo- creo que mantienen una esencia que además se nutre con la década que ha estado viendo una explosión de algo llamado Spychedelic, es decir, películas de hombres con todos los recursos del mundo dañando o salvando al mundo mientras se regocijan en la cultura de exploraciones de drogas y sensualidad de los sesentas. James Bond fue partícipe de ello y en la revisión de Bava (en parte obligada por las exigencias de Dino), lo que tenemos es una película que jamás se siente apenada de sus orígenes: de que estos en realidad son villanos pero carismáticos a tal grado de que terminamos viendo 3 de sus fechorías sin sentir que se exija mucha atención o que el tiempo no sea el adecuado.
Esto sin duda alguna se apoya por la maestría de Mario Bava de poder contar una película con un presupuesto inferior al provisto y siempre con una elegancia y exploración de lo pausible con la cámara cortesía de su siempre confiable ojo externo: Antonio Rinaldi. La cámara sigue al coche de lado, termina obteniendo una visión esférica del lugar, hace zooms dramáticos jamás vistos en el cine, y todo porque quiere imitar ese dinamismo que por alguna razón pocas veces se captura en la pantalla grande, la de un cómic.
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El apoyo de la estética que busca tener en su brusquedad de cámara también le es fácil por el INCREÍBLE y precioso diseño de producción de la película, en donde la guarida de Diabolik contiene una colección de autos –de papel- similares a su fiel Jaguar enfundados de un diseño minimalista y pop que no hacen más que destacar la avaricia y vigor sexual de sus protagonistas. Es de esos escenarios que se sienten palpables y lógicos para su personaje principal porque en primera no están para rellenar la cámara de manera simplona.
Y eso es el motor principal: el infame dúo que no les importa nada.
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John Phillip Law es seductor pero no deja de mantener una mirada penetrante que analiza cada situación y plan que le ponen en frente para derrotarlo, y eso precisamente es su poderío y principal virtud dentro del personaje, porque también la producción no olvida esos ojos penetrantes que ni siquiera al lado de su amada se suavizan; Marisa Mell por su parte es una chica sacada de la factoría de Warhol, una mujer ataviada de los más sensuales vestidos y trajes que se apoyan por su altura y voz grave, en una damisela en peligro poco usual porque jamás es molesta, entiende las acciones de su “amo” y también es producto de su preocupación y desfogue sexual.
No son para nada buenos actores, y la película se da cuenta de ello, por eso su presencia es meramente física y casi animal, y a pesar de carecer de diálogos memorables, su apoyo sigue siendo la manufactura de la película que ha creado seres plásticos atractivos para la audiencia en una fantasía irremediablemente natural dentro de todos nosotros, porque todos hemos deseado ser el villano, todos hemos deseado ser el seductor, el que puede salirse con la suya y que la construcción de nuestra vida nos traduzca como héroes.
Fue tal la proeza de Mario Bava que Dino de Laurentis lo contactaría para que filmase una secuela usando el presupuesto que regresó… cosa que no sucedió porque Bava se había hartado de las exigencias del productor y llegó el día final: Diabolik se estrenaría el 24 de Enero de 1968… sin ser el éxito que Dino de Laurentis esperaba. Generó apenas una cuarta parte de lo que costó y de inmediato formó parte de una despedida a la hora de adaptar estos personajes italianos en la pantalla grande.
Es tanto el olvido de la gente hacia la película, que el score de Ennio Morricone, uno de los mejores de su etapa erótica/cómica y llena de temas surf y pop se quedaría sólo en la película, porque las cintas originales se perdieron en un fuego… y eso es parte de la condena que ha recibido Diabolik.
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Yo la vi en una etapa muy joven, cuando compartía mi gusto y pasión a los espías junto a mi padre, ya que éramos fanáticos asiduos del 007 y de los pocos momentos en los que hacíamos maratones fílmicos. Diabolik fue una de las películas que alcanzamos a ver, y precisamente su carga sensual era algo que incomodaba más a mi papá que en las producciones de James Bond –esos italianos sin tapujos- pero a mi edad, había una fascinación por ese personaje de ojos maniacos y planes que nunca había visto dentro de un protagonista.
Nunca le digan esto, pero: “Yo quería ser Diabolik, conducir su auto, vivir con su güera despampanante, ser el villano y reír como maniaco ante los demás”. De todas esas cosas, la risa maniaca prevalece, todo lo demás es un sueño producto de una obra fantástica que hasta en estos días, sigue haciéndome pensar en las posibilidades.
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