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Las películas biográficas sobre artistas por lo general tienden a ser sosas y carentes de un sentido de atrevimiento, esto principado por la idea del guionista y/o realizador de que la complejidad del artista se encuentra ya definida dentro de su material y por lo tanto debería quedar reflejada en automático con el producto final, dándonos como resultado unas suertes de expresión fílmica con la misma gracia sin profundidad que la de leer una nota de Wikipedia.
Es tedioso ver que muchas se encaminan por ese aspecto, pero de vez en cuando llega una obra que intenta explorar algo más allá de lo definido dentro del conocimiento popular adquirido, como es el caso de Julian Schnabel y su obra que revisiona a Van Gogh, que llega de manera curiosa a poco tiempo de que el público fuera testigo de Loving Vincent (Dorota Kobiela y Hugh Welchman, 2017), una película con máximo logro técnico que buscaba la total traslación del material pictórico del trágico pintor.
La valía que tiene la película y esto lo he estado pensando desde que salí de la proyección… es el cómo captura a Van Gogh, a su camino de destrucción y soledad. Normalmente las películas del artista o se desviven aseverando su valía como el artista consagrado de nuestros tiempos, pero en el caso de Schnabel una serie de decisiones le dan contraste inmediato. El primero podríamos decir que es en su raíz. El guión del legendario Jean-Claude Carrieré toma de pretexto los últimos días de Van Gogh para no exponer de sus obras como objetivo principal sino para entender su psique. Van Gogh termina siendo un hombre lastimero y sin destino para los ojos ajenos, pero que él a través de su pintura trata de comunicar su dolor y omisión a demonios que carga y que no puede explicar.
Su soledad queda expresa como parte de su contento y en donde el llamado artístico le incita a dar paseos buscando inspiración, pero es cuando interactúa con otras personas que su desmoronamiento mental sucede. Lo vemos sucio, lo vemos agresivo con los niños, lo vemos incomprendido por su familia, y lo vemos desesperado porque al tener una relación estrecha de amistad, esta se quiebra. Y mientras todo esto pasa frente a nuestros ojos, también existe un análisis sobre la obra de Van Gogh quien llega a cuestionarse la valía de esta con las personas a las que no deja de hacerles sentir que es un misterio destinado para otra vida, no personas que ven inmoral su obra o que no entienden su entera dedicación y omisión de salud.
Lo más interesante, es que esto también se captura con el trabajo de cámara. Este es el mejor trabajo de Benoît Delhomme, quien hace que la cámara sea un desdoble de la mente del pintor; nunca se queda quieta y está siempre a posición de la mano, incómoda, y durante la mayor parte del tiempo termina capturando escenas preciosas con la mitad del cuadro borroso, haciéndonos entender del mundo que trata de capturar Van Gogh en su obra, pero también este aparece durante los segmentos de absoluto dolor para el pintor, que nos indica que también esta inspiración es algo que los demás no pueden percibir, que para ellos se trata de una imperfección inexplicable.
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Willem Dafoe siempre había tenido los rasgos símiles a los de Van Gogh, por lo que era cuestión de que le encarnara, y al tratarse de una película en extremo individual y personal, se luce. Su mirada es lacrimal y sus expresiones apoyadas por la edad que tienen le dan una apariencia más descuidada que ninguna otra representación del artista en el cine, y la verdad es, que logra trazar con extrema fidelidad un ataque de ansiedad, en donde las palabras no tienen sentido pero se repiten a destiempos en tu cabeza, dejándote con consecuencias a las que uno no tendría que recurrir.
Supongo que esa vulnerabilidad es la que me hace sentir una afinidad al filme hacia el final de todo, así como con la obra de Van Gogh en sí. La melancolía que presentan sus patrones, su vida dramática, y la incapacidad de generar empatía a pesar de sus esfuerzos y virtudes otorgadas por un Dios al que no entiende, son elementos que no esperaba ver representadas en un filme, pero ahí están, plasmadas con un hilo de sensibilidad que mereciera tener más reconocimiento durante una temporada que le omitió casi por completo.
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