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La película de James Franco tiene un objetivo: replantear lo que significa una de las peores películas de la historia; lo que logra es una mezcla extraña de sonrisas y entendimiento hacia Tommy Wiseau que nunca pensó obtener.
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Antes de ponerme a hablar sobre la belleza latente en las películas malas, primero debemos poner una categoría dentro de este basurero metafórico, porque es complicado explicar cuando te gusta este tipo de cine, ya que decir que te gusta el cine malo no es sinónimo de que te va a gustar todo. Es como cuando una persona dice que le gusta todo tipo de música pero por obviedades tiene ciertas limitantes personales.
Y sí, esto aplica en el cine.
Si bien es cierto que existen por montones, basándome en mis experiencias las películas malas tienden caer en una categorización generada por una fórmula que establece su validez respecto al disfrute y las intenciones fallidas que terminan tergiversando en otra meta. En este aspecto y por poner un ejemplo, Batman v Superman (2014) de Zack Snyder no entre en el mismo terreno que Showgirls (1995) de Paul Verhoeven; ambas aspiran a tratar temas importantes y críticos en sus respectivos campos –Snyder desea analizar el movimiento del comic book film y su influencia recíproca en todos los campos artísticos con una visión más descarnada semi realista, mientras que Verhoeven quiere hacer una crítica del sueño americano y las aspiraciones meramente estéticas y banales inspirado mayormente en las películas de Russ Meyer– y fallan, pero la diferencia radica en que Verhoeven termina ofreciendo un producto tan torpe el cual la audiencia poco a poco termina no detestando, sino que aprecia en un campo de la pena ajena, acción similar al acto de ver arder al Hinderburg.
[/vc_column_text][vc_video link=”https://www.youtube.com/watch?v=F54rqDh2mWA” align=”center”][vc_column_text]Es una tragedia y el morbo explota, razón por la que no podemos dejar de ver ese fracaso.[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
El cinéfilo se deja permear por un aura de ineptitud al punto en el que estima este cine y comienza a explorar recomendaciones de otros fanáticos del “so bad it’s good”, y tarde o temprano llegas con The Room.
Supe de la existencia de The Room en el año 2004. No fue por verla, sino porque una madrugada antes de ir a la escuela vi en las noticias que hablaban de una singular película que se había vuelto la favorita de un sector por ser tan mala, por lo que hacían funciones nocturnas en las que interactuaban con ella. Sabía qué era The Room, pero nunca le presté mucha atención sólo teniendo en cuenta que: a) era muy mala, y b) la gente por alguna razón le aventaba cucharas
Fue en el 2010 cuando vi esto:
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The Room llegó a mí por Nostalgia Critic, fue precisamente el primer episodio que vi del personaje y por el que me volvería fanático. El episodio es el número 120 y es cuando decide reseñar la peor película de la historia causando una alteración en el tiempo y espacio omitiendo las advertencias de sus amigos: un clásico. Lo interesante es que a pesar de burlarse demasiado de la película, al final suplicaba al público que DEBÍAN ver The Room, porque era algo que se tenía que experimentar, no oír o saber que estaba por ahí. Así que lo hice, y me enamoré de inmediato: encontré satisfacción en un producto torpe al igual que miles de personas que la han vuelto la película “tan mala que es buena” más exitosa de todas. Programas de televisión le homenajean con frases de la película, artistas exponen su pasión por la obra, incluso ha sido parte de un debate interesante de si es una obra cumbre dentro del cine de autor, porque a pesar de no lograr sus objetivos, ahí prevalece una visión por parte de una persona, un autor… un misterio.
Nunca pensé que llegaría un día en el que la película fuese reconocida por más gente incluso en mi ciudad donde he escuchado esos “Oh hi Mark” con una sonrisa en el rostro… mucho menos pensaría que en algún punto de mi vida una película sobre Tommy Wiseau y su odisea llegaría a filmarse.
James Franco está enamorado de Tommy Wiseau, esa es la explicación que le encuentro a su fascinación por el actor; de manera más personal parece entender el razonamiento de Wiseau y encuentra similitudes en él por su pasión en el campo de la actuación que va de la mano del aprendizaje y glorificación hacia James Dean, estrella que en estos tiempos hemos amado pero que en su tiempo de vida fue una anomalía dentro del medio Hollywoodense. De ahí que durante todos estos años haya intentado plasmar a Wiseau encontrando el material más óptimo: adaptando el libro creado por Gregg Sestero, mejor amigo de Tommy Wiseau y que con “The Disaster Artist” reveló mucho acerca de la filmación y su relación con el director, escritor, actor y productor magno.
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El guión adaptado Scott Neustadter y Michael H. Weber es atinado y un gran logro a destacar en Disaster Artist, porque ofrece un campo de visión de Tommy Wiseau que se alimenta de la fama y conocimiento de cómo es el misterio andante sin arruinarle, mostrándolo como un déspota y un imbécil que no sabe lo que significa filmar, pero que de alguna manera lo entiendes, porque lejos de todo ese desperfecto ególatra yace una persona solitaria que nunca tuvo un amigo. Y lo hace celebrando y evidenciando sus fracasos con una mezcla poco habitual de respeto pero de comedia pura, sobre todo si ya uno tiene el conocimiento de The Room y sus escenas.
Lo que es curioso, es que la película termina poniendo en estandarte de héroe y soñador a Tommy Wiseau, y los oficios de Hollywood como el caza talentos o el dueño de la agencia de actores terminan vilificados, casi a un nivel insoportable y en donde estos personajes se muestran a nuestros héroes como si se tratase de un ganadero viendo nueva mercancía a su disposición.
El guión es un logro maravilloso, y se apoya por la química natural de los hermanos Franco. Es James Franco el que más sorprende, porque no hace el papel de Tommy, sino que lo encarna. Copia sus gesticulaciones, sus sonrisas torpes, su problema del habla y del acento –incluso hay una escena en la que se demuestra su capacidad y compromiso con el personaje porque le piden cambiar su acento y Franco tiene que elaborar una escena en donde Tommy tiene que olvidar su acento europeo fracasando por la naturalidad de este- y ese ojo caído producto de una historia oscura de Wiseau.
Desde el momento en el que este posiciona sus ojos hacia Gregg, existe una química y amistad enternecedora, y si bien James Franco supera a Dave Franco en el terreno de poseer a personas reales que siguen vivas, el hermano menor no lo hace tan mal. Su Gregg es más tímido y de voz cortada que el real, pero aquí uno encuentra una lectura más personal con los Franco, porque están interpretando héroes personales y por los que han entendido su lucha y pena ajena, de la misma manera en que celebran su hermandad y le dan un valor de éxito en el sistema.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”18382″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Destacable un Seth Rogen que se vuelve el narrador de los pensamientos de la audiencia, con frases atinadas y que juraría salieron de la reseña de Nostalgia Critic.[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
Es notoria la comparación con la obra cumbre de Tim Burton: Ed Wood (1994). Ambas películas glorifican personas que por mucho tiempo estuvieron en la lista negra, sin otro crecimiento más que el de su cosmos de pestilencia y personajes extravagantes. La diferencia radica más en el respeto que Franco exuda ante Wiseau, tratando de ser fidedigno a la hora de recrear las escenas del filme –filme dentro del filme- y es hacia el final, en el que surge una lectura meta narrativa peculiar.
Porque The Room, no fue un éxito instantáneo y Wiseau a pesar de sentirse orgulloso, duró mucho tiempo negando la valía del filme como una comedia inintencionada. Afuera quedan la incomodidad de la gente, la pésima fiesta post estreno en la que nadie quería hablar y las demandas que puso Wiseau hacia la gente que intentaba ver el lado gracioso de lo que fue un hijo.
Llegas a este punto en la película, y te ríes, porque sabes de la obra… pero comienzas a ver el rostro incómodo y triste de Franco, y esa risa comienza a transmutar en un llanto porque de inmediato contemplas el dolor de un artista que se dedica en cuerpo y alma a hacer su pasión, muy a costa de si no es bueno en ello.
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Y la película lo resuelve con una carta de amor hacia el futuro, ya que Tommy al final de cuentas viviría el sueño de su vida: ser alguien. Eso, es algo que ninguna película del 2017 logró hacer en mí. The Disaster Artist es una cinta que nos hace recordar la historia del fracasado que todos llevamos dentro.
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