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Una película de Sony para aprovecharse de la fama de Spider-Man sorpresivamente es la película del año que revitaliza la noción de cómo tratar el género de superhéroes.
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¿En qué momento comenzamos a desconfiar de Sony como estudio? Son un grupo de empresarios que por lo general tienden a fallar en decisiones respecto a sus franquicias, y es un hecho que su carta principal se trata de Spider-Man, un personaje del que no tienen derechos, pero que prácticamente ha reestructurado al estudio desde la década pasada. Con las presiones de Marvel/Disney de tener de regreso a sus personajes, esto incluye al más famoso de todos y por lo tanto existe una cláusula muy curiosa para Sony sobre que pueden usar lo que sea del personaje, siempre y cuando este no tenga nada qué ver con el universo planteado de Marvel. Obvio Sony no quiere esto, Sony lo que quiere es que el préstamo de la propiedad intelectual comparta nombre con la franquicia más rentable de la historia… o por lo menos eso pensaban. Es complicado analizar los resultados de dos proyectos que presentó el estudio este año y lo que significan para el estudio: Venom (Ruben Fleischer, 2018) con todo y sus enormes fallas se volvió la película sobre el origen de un personaje más taquillera de la historia., y ahora una película animada sacada bajo la urgencia de explotar al personaje durante las pláticas de un universo construido a partir del segundo reboot de Marc Webb, es la película animada del año.
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Spider-Man: Un nuevo universo es un proyecto con Phil Lord y Christopher Miller de fondo que repiten una dinámica que ya han probado en ahora tres películas: la celebración de cierto personaje abrazando el concepto de lo ridículo sin tapujo a mostrar asuntos emocionales de profundidad. En esta ocasión no dirigen pero el proyecto queda a manos de tres animadores: Peter Ramsey, Rodney Rotham y Bob Persichetti. Lo que generan es una película emocionante que se pone a analizar al trepamuros y su importancia con la aparición de variaciones ocurrentes del personaje.
Primero seguimos la historia de uno de los favoritos de los lectores: Miles Morales (Shameik Moore) un muchacho que no es un genio, mucho menos uno de tez blanca, no… Morales proviene de una familia latina afroamericana y tiene la oportunidad de estudiar en una prestigiosa escuela a la que asiste, pero tiene complicaciones de hacerlo. No es un genio, y preferiría pasar el tiempo con su tío Aaron (Mahershala Ali) quien tiene dinero y nada de complicaciones, y quien apoya a su sobrino en su identidad artística.
Ahí es cuando entra el elemento de la araña radioactiva. En los cómics, Stan Lee y Steve Ditko planteaban que la picadura de la araña fue una coincidencia para un joven Peter Parker que también desemboca en su lección de aprendizaje sobre el poder y la responsabilidad, algo que también comienza a aprender Miles con fuertes golpes dentro de su apacible vida, la idea de esto es hacer un planteamiento del origen de Spider-Man del que todos podríamos ser parte y por lo tanto, entender más su valía al ser un superhéroe. Morales a diferencia de Peter es un niño con miedos y que apenas trata de adaptar su estilo de movimiento que le hace fallar en más de una ocasión y que le omite de la gracia de su contraparte original… quien en una sorpresa para toda la audiencia, recalca su valor como redentor en una de las escenas más sorpresivas y duras de la película sobre todo si has sido fanático del personaje desde que tienes memoria.
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Así como Miles tiene que aprender a ser un héroe que necesita la ciudad, aprende de la existencia de otros seres más preparados que él, en lo que se vuelve el factor para ver el filme. Es una experiencia más sostenida que la del cómic del cual se inspiró, pero las variaciones del personaje que aparecen no hacen otra cosa más que la de remarcar la universalidad del mito de Spider-Man y la capacidad de amoldarse a diferentes espacios y realidades. Casi todos entran en un tono humorístico pero al que más le presta atención la película es a un Peter B. Parker (Jake Johnson), una versión poco agraciada y aún más perdedora del Parker original, quien parece un vagabundo y posee un abdomen “natural” para alguien que sigue una dieta de pizza diarias y llorar en la ducha por su crisis matrimonial.
Y que este se vuelva el sensei de un héroe ya fallido por concepción genera un lazo de amistad potente y con el que la audiencia puede sentir el deber compasivo del portador del traje de araña, porque para él lo más importante será hacer que otros superen sus problemas independientes de sus infiernos personales.
Lo más hermoso, es que Spider-Man: Un nuevo universo nos hace la pregunta que habíamos omitido desde 1994 ¿Por qué no hay más películas animadas de superhéroes? La animación es un medio que entiende a la perfección las bondades de un cómic y esta película es la que pone el mejor matrimonio de estos elementos; el hecho de que sus personajes se muevan de manera brusca omitiendo ciertos cuadros de animación –ciertamente imitando al stop motion- y que vivan en un mundo donde los páneles cobran vida, en donde las imperfecciones de impresión aparezcan en segmentos de acción, en donde hacen el creativo uso de los cuadros de pensamiento sean algo de lo que se contagian los héroes… y sobre todo el poder ver a una galería de extensos villanos del hombre araña representados con absoluta belleza y creatividad, hacen de esta una película que invita a que el mundo sea testigo.
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Y cuando lo haces, no te estás engañando: estás sintiendo emociones desbordadas por una película que sabe de la existencia de Spider-Man como producto, pero también como un símbolo de la voluntad y el sacrificio, lloras con segmentos de absoluto sentimentalismo de padre e hijo y también sigues incrédulo porque tus ojos no pueden creer que alguien haya pensado que Peter Pork tiene potencial fílmico.
Pero pasa ante tus ojos y tu corazón: Spider-Man se presenta en su formato más creativo, volviéndola una película que deja en total vergüenza a todas las películas de superhéroes del año… y es de Sony.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]