Al punto de las 16:00 horas, la explanada del Teatro Juárez se vistió de gala para recibir el paso de los tres cineastas mexicanos encargados de dirigir los tres cortometrajes que componen Ópera Orbis, Roberto Fiesco, Carlos Hagerman y Juan Carlos Rulfo, quienes desfilaron por la alfombra roja, saludando al público presente y dando la oportunidad a la prensa de tomar fotos o hacer entrevistas. Además de ellos, diferentes personalidades de la industria cinematográfica también arribaron al sitio.
Con el estreno mundial de los filmes, el GIFF se convierte en el primer festival en producir películas en realidad virtual, en lo que significa una más de las innovaciones que, desde su primera edición, muestran el compromiso por incorporar el desarrollo tecnológico en el cine, desde la posición del realizador hasta la experiencia del espectador.
Péplum, la obra de Roberto Fiesco, sigue a 20 jóvenes que se entrenan arduamente para conseguir el título de Mr. Silao realizado cada año en el gimnasio “Fuerza y Salud”. Introduciéndonos directamente en la intimidad del protagonista y con el uso de ángulos interesantes potenciados por los espejos que, como es costumbre, están emplazados en las paredes, Fiesco aprovecha las características de los nuevos formatos de grabación para profundizar en un estilo de vida, hablándonos de las satisfacciones y derrotas de quienes viven la pasión del fisicoculturismo.
La roca, de Juan Carlos Rulfo, es una expedición autobiográfica a través de la memoria y lo efímero de la vida humana en relación a la permanencia del planeta. En un viaje poético y reflexivo que sigue los pasos trazados por su padre 50 años atrás, el director nos plantea un ejercicio contemplativo estimulado por la asombrosa vista panorámica del Nevado de Toluca, aunada al sonido del viento en la cumbre, en una combinación de definitivamente te hace sentir en el lugar.
En El beso, Carlos Hagerman nos introduce dentro de un bosque, en el que puedes escuchar las aves o donde basta con alzar la vista para observar la luz del sol filtrándose por entre las ramas. Tras unos segundos de espera, que sirven para inmiscuir al espectador con el entorno, aparece un grupo de adolescentes que vivirán un rato de intensidad propiciado por una mala broma. El acontecimiento no es tan interesante como la idea de tener que girar de un lado a otro para buscar a los chicos que se han ocultado tras los árboles.
Las tres producciones resuelven de forma satisfactoria lo que, desde el inicio, se presentaba como un desafío que obligó a los realizadores a romper con los paradigmas formales del cine tradicional para explorar los procesos creativos que se relacionan con la dirección de un proyecto en realidad virtual.