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Una película de amor.
Una película sobre el amor.
Pero donde nadie sabe qué es eso.
O sea, una película de descubrimientos.
Wim Wenders
El amor hace perder el habla. El amor desarticula el cuerpo.
La misma potencia guarda el dolor.
París, Texas es una película sobre viajes: desplazamientos físicos que develan desplazamientos interiores. Travis es un hombre que no cesa de caminar por terrenos profusamente secos, hasta que se desploma y lo conducen a un hospital. Después se reencontrará con su hermano Walt, quien lo llevará de regreso a la ciudad. Allí aguardan Anne y Hunter: la esposa de Walt y el hijo de Travis. Tras cuatro años de ausencia, el hermano y su esposa se habrían hecho cargo del hijo de ese nómada del desierto.
La incógnita de la desaparición y pasado de Travis comienza a reverberar en forma de destellos: una historia de amor rota, donde apenas se pueden unir las piezas. Es ella, la ausente, Jane. Con unas cuantas señales de su paradero, Travis y Hunter deciden ir a buscarla.
Wim Wenders, que de niño fantaseaba con hacer ver a los ciegos, es un director del Nuevo Cine Alemán. Como amante de las ciudades tiene una claridad: cada lugar posee un tiempo propio. Wenders no está dispuesto a sobreponer las historias de sus filmes a ese gran tiempo contenido en cada sitio. París, Texas, desde el nombre, anuncia ser la vida de un punto en el mapa: tierras áridas a penas con signos vegetales o animales, humaredas de polvo, llanuras inhabitadas: como la desolación reinante en los personajes.
El puro acto de recorrer implica ya movimiento, aunque éste sea casi imperceptible. En varias películas de Wenders hay una constante: los niños, o en su defecto, esa mirada infantil; Alicia en las ciudades (1974), Las alas del deseo (1987), ¡Tan lejos, tan cerca! (1993) o Historias de Lisboa (1994), en todas ellas, los infantes son intercesores que fomentan una renovación de la experiencia adulta, los que enseñan a mirar a esos otros ojos que ya no son capaces de contemplar el cielo, sonreír sin motivo, jugar sin una finalidad concreta. En París, Texas, Hunter es quien devuelve a Travis al mundo verdadero. Es quien le enseña a mirar.
Los viajes de la película tienen un punto en común: son la búsqueda por el origen. Un hombre rememorando la relación de sus padres, a la vez que acudiendo a la mujer que ama. Un niño buscando el reencuentro con los padres que lo abandonaron. Porque cualquier búsqueda aguarda nostalgias, colores inexplorados. En el fondo, retumban las cuerdas casi en disonancia de Ry Cooder, conscientes de la tensión que exigen la imagen y el sonido: ritmos viajeros de la soledad.
París, Texas es la tierra donde los padres de Travis hicieron el amor por primera vez. Es el mismo lugar donde él compró una parcela, para un día poder vivir allí con su familia. Pero algo pasó. Pero ya no más.
Encontrar a Jane se convierte en un juego de transparencias. Tras un cristal que permite ver sólo de afuera hacia adentro, Travis, desde un anonimato que irá feneciendo a través de las palabras, le cuenta una historia, su historia, a la mujer que ofrece su cuerpo con un vidrio como intermediario.
Wenders dice que si algo quiere ser mostrado en la imagen, debe explicarse por lo que se deja fuera de campo; es la necesidad del vacío donde el espectador sobreviene creador. La secuencia donde los amantes se reúnen, lo confirma: el nodo crucial de la historia, el motivo que desmembró una familia, es narrado por un teléfono: Travis contándole a Jane, mientras ambos se ven atravesados por la transparencia de ese cristal donde no se miran entre sí, por la transparencia de un amor que olvidó su constitución doble y agotó las palabras y los cuerpos. Un amor que se agotó hasta extinguirse. El amor en su devenir dolor.
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París, Texas habla de personas entregadas a la multiplicidad afectiva, con todas las potencias creativas y destructivas que eso supone. No saben —y probablemente nunca sabrán— amar. Porque no hay un modo de hacerlo. Incluso elegir la separación puede ser un acto de amor. El amor, como búsqueda originaria, no está dado, es en cada ocasión. París, Texas, es entonces, una película de descubrimientos.
Wenders, Wim (director), París, Texas, Alemania-Francia-Reino Unido-Estados Unidos, 1984, 147 mins.
Por Natalia Durand
@yosoycanelafina[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]