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La nueva película de Lynne Ramsay es una película ofusca, sin un compromiso de ser satisfactoria para la audiencia, decisiones que toma para hacer un ensayo de la violencia y la audiencia.
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Hace poco estaba debatiendo en Twitter sobre películas cuando de pronto, me alejé un tanto de la conversación; eran ya las horas de la madrugada y estaba a punto de ir a dormir, pero saltando de cuenta en cuenta, llegué a una que normalmente no querría ni revisar; no daré nombres porque no es el punto, pero en ella había una cantidad decente de videos morbosos y terminé viendo la espantosa ejecución de un padre e hijo que se dedicaban al narcotráfico en nuestro país.
La ejecución rayaba en lo irreal por el sadismo de los encapuchados y por razonamientos crueles que los hacían ver como creativos a la hora de hacer fallecer a sus enemigos… y asqueado al término del video, me quedé viendo hacia el vacío nocturno de mi cuarto, en solitario, con la luz del alumbrado público que azota mi cuarto en épocas de calor y el ya tradicional ruido de las patrullas nocturnas.
¿Por qué lo hice?
Esta pregunta vino a mi mente cuando terminé de ver Nunca Estarás Solo, la nueva película de Lynne Ramsay. Ramsay es una directora sin prisas y con una diferencia de tiempo entre sus proyectos más larga que la de los directores convencionales. La diferencia de tiempo entre Nunca Estarás Solo y Necesitamos Hablar de Kevin es de 6 años -7 si consideramos que el estreno comercial de la primera es este 2018- y anteriormente, la diferencia era de 9 años. Lo cual es curioso, porque es una directora competente y cada que ofrece un nuevo proyecto, siempre deja atónita a la audiencia… en el caso de Nunca Estarás Solo lo hizo por ganar en el festival de Cannes en las categorías de Mejor guión y Mejor Actor para Joaquin Phoenix.
Esto de inmediato la pone en altas expectativas de la gente, mucho más cuando toda crítica que uno pueda encontrar sobre el proyecto la tiende a asociar con Taxi Driver (1976), aquella obra maestra de Martin Scorsese.
El asunto es, que tiene estos tintes, pero no va por los mismos rumbos.
Ramsay elige que lo importante de su película, no va a ser el tono justiciero, no va a ser la misión que le encomiendan a Joe ni la resolución de esta. Lo que ella tiene por interés es el querer plasmar una visión dura y pesadillesca de un hombre entorpecido por sus trastornos mentales. En este aspecto, la película es sublime, porque vemos a un Joaquin Phoenix totalmente entregado… aunque eso es algo de costumbre por parte del gran actor.
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Joe es una masa corpulenta y capaz de matar con pocos golpes, repleto de cicatrices en todo su cuerpo y en la que las mentales se complementan con una barba y aspecto descuidado. Vive al pendiente de su madre que también representa un degenere mental pero causado por la edad, y es el único elemento que lo sostiene en este mundo, porque la mayor parte del tiempo Joe está envuelto en paranoia. La ciudad le reclama sus acciones siendo hostil y errático, el simple hecho de ver el rostro de mujeres jóvenes concluye con una serie de flashbacks de su anterior vida en el que parece confirmar la podredumbre social. Phoenix tuvo libertad total de crear al personaje, que se aleja bastante del Joe literario y lo recrea como una fuerza bruta que vaga sin sentido… y que expresamente busca un fin a su vida.
No es exactamente lo ideal para una persona dedicada a ser matón, pero es el único camino que conoce. La violencia acecha a Joe en todo momento de su vida, pero aquí, Ramsay hace un uso controversial, incluso más que si hubiese decidido realizar una película hiperviolenta, porque a pesar de tratar temas como sicarios y prostitución infantil, la película los resuelve sin recurrir a la demostración de estos. Somos testigos de las atrocidades de Joe quien ocupa todo el espectro visual ocasionalmente, o posterior, o en cintas de seguridad que demuestran su efectividad de hombre de un solo golpe. Y es claro que esta decisión deja insatisfecha a un montón de audiencias que esperaba una película que con una carga de expectativa alimentada por sus símiles del pasado se encuentran con que no hay escenas de coreografías a la John Wick: estilizadas y libres de toda carga de culpabilidad o sensibilidad frente a la acción de matar.
Ramsay ha decidido tomar el camino de otras películas que replantean la violencia como Funny Games (1997, 2007) de Michael Haneke o Green Room (2015) de Jeremy Saulnier, y realmente deja momentos incómodos e insatisfechos, en específico con la única escena de sublime violencia y en la que nada ha pasado: en la que la resolución de nuestros profundos y oscuros deseos terminan ofreciendo una mirada burlona.
En este aspecto, no obtenemos resoluciones satisfactorias por lo menos para el que paga el boleto y no se dedica a contemplar lo que le acaban de presentar que quiere todo de manera visceral, y que también puede que pase por alto que todo el meollo parte de un personaje que por sus defectos, termina haciéndonos cuestionar la veracidad de lo que acabamos de ver, o su misión, e incluso, de su acompañante.
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Realmente me dejó pensando en mis percepciones sobre la violencia que terminan afectando un proyecto al grado de deformarle como un producto directo del carnaval de los horrores y no como una película en sí, y me parece muy curioso que esta reflexión la cause la nada, tal y como yo lo presencié en mi cuarto unas noches atrás, por lo que Nunca estarás solo es una película obligada por parte de una directora más anormal que un eclipse pero que siempre deja nos deja intrigados.
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