Una película de zombies poco convencional con el toque de Jim Jarmusch que por momentos resulta original, pero que no termina de funcionar.
Por: Jonathan Eslui @JonathanEslui
Título original: The Dead Don’t Die
Dirige: Jim Jarmusch
Elenco: Bill Murray, Adam Driver, Chloë Sevigny, Tilda Swinton, Steve Buscemi, Tom Waits, Danny Glover, Iggy Pop, Selena Gomez
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 104 minutos
Existen directores que, debido a su genialidad y a la originalidad de sus historias, llaman la atención de propios y extraños cada vez que anuncian un nuevo proyecto; uno de esos casos es el de Jim Jarmusch, quien en cada película busca reinventarse en cierta forma sin dejar a un lado su ya característico estilo como director. Para su más reciente cinta, el realizador estadounidense decidió explorar con su muy peculiar visión el cine de zombies y el resultado es un relato que toma algunos elementos propios del subgénero cinematográfico de los muertos vivientes para llevarnos por un camino un tanto distinto al que esperaríamos de una producción de este tipo.
Con Los muertos no mueren (The Dead Don’t Die), su director nos lleva a un tranquilo pueblo estadounidense en lo que no suele pasar nada interesante y en el que el día a día de sus habitantes es bastante monótono, lo cual cambia a partir de un curioso fenómeno que afecta a la Tierra, causando, entre otras cosas, que los muertos regresen a la vida como zombies que se sienten atraídos por aquellas cosas de las que disfrutaban en vida y que están hambrientos, ansiosos por comer carne humana fresca.
Tal como suele pasar en la mayoría de las películas de zombies, en esta ocasión somos testigos de cómo se desata inesperadamente el caos en un lugar con la llegada de los muertos vivientes y vemos a una serie de personajes intentando sobrevivir ante la inusual plaga que los amenaza. Otros elementos característicos del subgénero cinematográfico que se hacen presentes son la sangre siendo derramada por todos lados, vísceras convertidas en un delicioso manjar y un adecuado toque de gore, junto con la histeria colectiva de parte de los no infectados y el ingenio que suele presentarse en las personas al momento de averiguar cómo sobrevivir a la crisis zombie.
Aunque Los muertos no mueren cuenta con mucho de la esencia del cine de zombies, en realidad se trata de un filme que logra distinguirse de dicho subgénero, esto debido a que, de entrada, tiene el estilo narrativo ya característico de la filmografía de Jim Jarmusch, con un ritmo lento que se aleja de las estructuras cinematográficas tradicionales. Estamos ante una cinta minimalista que es irónica y está impregnada de un humor negro que suele estar presente de manera contante en los trabajos del director.
Otro elemento característico de la filmografía de Jarmusch es la presencia de personajes retraídos, solitarios y hasta cierto punto extraños, estos están en su nueva producción y encajan a la perfección en esta historia de muertos vivientes, de manera que encontramos a policías algo raros que pasan de no tener verdaderos casos que resolver a enfrentar zombies, habitantes excéntricos que reaccionan de formas diversas ante la amenaza, un indigente que parece saber exactamente lo que está pasando, el encargado de una tienda de cómics que sabe mucho sobre historias de terror y una forense con conocimientos de artes marciales con una actitud muy badass.
La película tiene ese ritmo lento y estilo narrativo que caracterizan a los trabajos anteriores de su director, en este sentido logra conectar con los fans de Jarmusch y los dejará complacidos hasta cierto punto, pero llegando al final la historia se cae con una conclusión que raya en lo ridículo y que no encaja del todo con lo que se había mostrado. Para quienes no estén familiarizados con lo hecho por el cineasta, sentirán la cinta rara y algo pesada, pero vale la pena darle una oportunidad para ver algo diferente a lo que ofrece la cartelera comercial.
En resumen, Los muertos no mueren es una película de zombies con una premisa original que tiene todo el sello característico de Jim Jarmusch. Es una apuesta arriesgada que se agradece, pero que no acaba de funcionar y que se ve afectada por su deficiente final. Tal vez con un tratamiento distinto pudo ser mejor.