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Una historia honesta sobre los conflictos de ser joven y aprender a seguir tu propio camino
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En 2017, en la ceremonia de clausura de la vigésima edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF), Los años azules, de la tapatía Sofía Gómez Córdova, se alzaba como Mejor Largometraje Mexicano de Ficción. Han pasado casi dos años desde entonces y la cinta por fin ha llegado a la cartelera comercial para ser vista por un mayor número de público, pero ¿qué tiene que la haga sobresalir entre la variada oferta cinematográfica nacional actual? Para empezar, una historia muy bien contada y personajes de personalidades diversas con los que es fácil identificarse al ver las situaciones por las que pasan.
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Aquellos que vivan o hayan vivido con roomies están más que consientes de las ventajas, al igual que de las desventajas, de compartir un espacio en su día a día con otras personas que, en la mayoría de los casos, no suelen ser de su familia y que tampoco conocían previamente; justo esto es lo que se retrata a la perfección en la trama protagonizada por Jaime (Luis Velazquez), Diana (Paloma Dominguez), Andrés (Juan Carlos Huguenin), Silvia (Ilse Orozco) y Angélica (Natalia Gómez Vázquez), cinco compañeros que se encuentran en esa, para muchos complicada, etapa en la que deberían estar definiendo sus vidas, pero cuya única certeza es que su maltratado hogar se cae a pedazos.
Una vieja casona ubicada en el centro de Guadalajara se convierte en el escenario en el que se desarrollan las historias de cinco personajes para darle forma a una historia principal que se centra en la vulnerabilidad de la juventud, ya que ser joven no es sinónimo sólo de diversión y de hacer lo que uno quiera, sino también de tropezar en repetidas ocasiones y de sufrir a veces por alcanzar esa felicidad que tanto se añora, por tener un buen futuro a su manera y sin buscar únicamente responder a las expectativas que tengan los demás.
Con un gato huraño como testigo de lo que sucede alrededor de las vidas de los protagonistas, Los años azules nos coloca en medio de la llegada de una extravagante nueva inquilina que rompe la aparente armonía de quienes ya se encontraban ahí, convirtiéndose todos así en una fugaz y disfuncional familia que debe superar los retos que se le presentan en conjunto, junto con los retos propios que hay para cada uno. Es fácil entender el porqué de las decisiones y acciones de cada uno de los involucrados, sus problemas y sus dudas también han estado presentes en algún momento en las vidas de quienes los ven en la pantalla.
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Jaime se refugia en el alcohol, el sexo y las visitas constantes de su mamá para intentar superar la depresión por la que pasa; a sus 27 años, Diana, la recién llegada, sigue sin un rumbo fijo y por el momento busca salir adelante actuando mientras se preocupa por el bienestar de sus padres; Silvia es controladora y todo el tiempo está de malas, pero en realidad es una buena persona que, al parecer, sólo busca tener una buena relación; Andrés tiene encuentros sexuales con una chica que no deja de buscarlo y a la que ignora cada vez que tiene la oportunidad de ver lo que hace Angélica, quien también está enamorada de él y tampoco le dice nada, además de que está muy concentrada en sus estudios y a punto de realizar un viaje que marcará su futuro.
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Los años azules es una película sencilla que no necesita de adornos vistosos para sobresalir, pues se sostiene en un guión directo y bien estructurado que con poco dice mucho; de igual forma, se sostiene también en las actuaciones de los cinco protagonistas, quienes logran darle una personalidad bien definida a sus personajes y que capturan a la perfección lo que sienten en las situaciones en las que se encuentran, estos intérpretes trasladan a la pantalla la depresión, las dudas, el miedo, las alegrías y el resto de las sensaciones del quinteto.
Además de sobresalir por su guión y sus actuaciones, este filme destaca por presentar de manera realista situaciones cotidianas que a todos nos han pasado como lo son que no sirva un foco, que el patio se inunde, no poder bañarse con agua caliente, tener que limpiar al día siguiente de una fiesta y algunas más que se les juntan a los personajes con sus ya de por sí difíciles problemas personales y crisis existenciales. Como espectador, uno no puede dejar de ponerse en el lugar de por Jaime, Diana, Andrés, Silvia o Angélica con cada escena que pasa.
Una buena película de manufactura mexicana que entretiene, invita a la reflexión y le otorga un necesario toque de frescura a la actual cinematografía nacional; así es Los años azules.
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