[vc_row][vc_column][vc_column_text]
Es curiosa la correlación entre las princesas y el estudio de animación de Walt Disney; Blanca nieves y los siete enanos (David Hand, William Cottrell, Wilfred Jackson, Larry Morey, Perce Pearce y Ben Sharpsteen, 1937) fue el inicio de un campo inexplorado en el cine norteamericano de animación por el que pasaron varios experimentos, para después zozobrar películas de un presupuesto inferior y de exploraciones a otros mercados. Cenicienta (1950) fue la reivindicación que buscaban obtener y que resultaría ser exitosa… 13 años después; a partir de ese entonces pasó algo entre el estudio: Walt Disney seguía supervisando las películas de su estudio pero ya no con la misma paciencia ni con el mismo esmero, porque ahora su atención estaba en dos decisiones, la de construir Disneylandia, y la de explorar el terreno de las series de televisión y el mercado de live action que hasta el momento habían realizado en forma de híbridos pero que en 1950, el mismo año en el que la princesa de la zapatilla de cristal aparecía en la pantalla grande también era el estreno de La isla del tesoro de Byron Haskin, la primer película de Disney –a sombre de la RKO– de acción y aventuras.
Los consiguientes proyectos animados fueron irregulares en la taquilla. La tan ansiada adaptación de Alicia en el País de las maravillas (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, 1951) le hizo sangrar al estudio una pérdida de un millón de dólares en medio de una crítica poco receptiva a la película, algo que recuperarían en medida reservada con Peter Pan (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, 1953) y La Dama y El Vagabundo (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, 1955). Quizás… era más por la idea de que Disney intentaba hacer adaptaciones frescas de material culturalmente valorado por los ingleses –recibiendo críticas al respecto- y la respuesta de una película sobre perros lo que hacía sentir aburrido al público que ya no encontraba respuesta de emoción al cine de animación, por lo que 4 años después –el tiempo de espera más largo de una de las producciones animadas hasta ese entonces buscarían repetir la vieja gloria de revivir la emoción del público con una princesa… que llevaba en desarrollo 8 años.
La Bella Durmiente se estrenaría un 29 de enero de 1959, y para sorpresa de nadie, fue un fracaso de taquilla, y es una pena, porque la última película de la década para la empresa… es una obra maestra.
La Bella Durmiente es una película extremadamente experimental para los estándares de la época y para las prácticas del estudio quien por primera vez, ofrece una libertad creativa asociada a una persona. Si bien las películas anteriores tienen nombres de realizadores o asociados creativos respetables, con La Bella Durmiente podemos encontrar a un nombre en específico fuera de la galantería que representaba el nombre de Walt Disney –quien debemos recordar, no dirigió ni una película dentro del estudio- que tuvo control creativo a la hora de imaginar el acabado visual de la película, esa persona fue Eyvind Earle.
Earle trabajó en el diseño de los escenarios contemplando a la película como un viejo manuscrito de la edad media en matrimonio con estética y estilos de arte vanguardista de la década de los cincuentas. Es por ello que la película tiene un aspecto único, totalmente ajeno de las demás producciones de su tiempo y una apuesta al cine experimental que antecede por mucho, a las exploraciones dentro de la animación de Francia y Rusia. Los paisajes de Earle tienen un acabado aplastado, con árboles extraños y cúbicos, con detalles tanto en el fondo como en donde los personajes están interactuando, y es el matrimonio perfecto para una gama de personajes que también parecen haber salido de los textos antiguos, aquí el rotoscopio no se presiente, aquí por un momento olvidas que estás presenciando una película animada porque la fidelidad a un estilo previamente explorado por películas como El Príncipe Ahmed () se siente fresco incluso en nuestros días.
[/vc_column_text][vc_gallery interval=”3″ images=”21089,21090,21091,21092,21093″ img_size=”full”][vc_column_text]
Esta experimentación también prevalece en los aspectos técnicos de la película, porque La Bella Durmiente es una película que se filmó bajo estándares expansivos de la pantalla grande que explotaron en el año de 1959, por lo que su aspecto de widescreen
está respaldado por la idea de que la película se proyectaba en 70 milímetros y que sea un registro de animación cercano, a lo que Walt Disney alguna vez intentó explorar con Fantasía (Varios Directores, 1941), ya que el score de George Bruns tiene por base el Ballet de Tchaikovsky, y que por momentos –como la secuencia final contra el dragón- se desenvuelven de manera simbiótica, tal y como lo fuera el primer intento de combinar música clásica y animación por parte del estudio.
Mucha gente reclama un aspecto del filme, el cual es la tan pobre caracterización del éponimo personaje, quien a comparativa de las otras dos princesas de ese entonces resulta vaga de intenciones y de aspiraciones… a lo cual también me remito a la identidad experimental que tanto recalco ya que Aurora es un protagonista, dentro de una película que gira en torno a ella; el guión de Edward Penner es una exploración de una película que adora a sus personajes “secundarios”, por mucho los que tienen identidad y aspiraciones, volviendo a Aurora no una protagonista, sino una especie de macguffin por la que los demás tienen conflictos.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”21094″ img_size=”full”][vc_column_text]
Si tuviéramos que hablar de protagonistas, estas serían la triada de hadas bondadosas: Flora, Fauna y Primavera. Tres mujeres independientes que usan sus poderes mágicos para el beneficio de un reino que aparentemente vive en armonía con el mundo mágico que ellas representan. Son ellas las que deciden sacrificar su vida de comodidades para salvar a la princesa y son ellas, las que curiosamente ayudan a un príncipe a escapar, a darle un arma y escudo, y a pelear contra las creaturas grotescas de su némesis Maléfica, fácilmente uno de los mejores villanos que el estudio ha representado.
Con un diseño inspirado en Vampira que acrecienta su sensualidad apoyada por una vileza otorgada por la voz de Eleanor Audley quien curiosamente había interpretado a Lady Tremaine, la gran villana de la película que despegó la intención de hacer otra película de princesas, la exageración de su personaje y principal motivación es una ridiculez que si tomamos en cuenta el encaprichamiento de seres superiores a los humanos, la idea de que no haber sido invitada a una fiesta es suficiente material, como para maldecir a todo un reino.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”21095″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]
Es curioso ver que Maléfica tenga ojeras a partir de la maldición que le impone a Aurora.
[/vc_column_text][vc_column_text]
Y defendería a Aurora en cierto grado. Su personalidad no es muy diferente de sus hermanas fílmicas, pero hay un gran cuidado respecto a su diseño, uno que eleva su belleza respecto a las otras dos quien vive de manera pura en un bosque a tal grado de estar descalza la mayor parte del tiempo. Su pureza y falta de contacto con el mundo exterior, también es sentimiento de nobleza en su historia de amor, la cual también tiene ciertas inclinaciones sexuales tras encontrarse con Felipe en un bosque, tras contonearse con el príncipe de sus sueños y verlo materializado en la vida real.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”21097″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]
Yo curiosamente no vi La Bella Durmiente en la infancia. Esa fue una de las vhs que nunca tuvimos en nuestra familia y comencé a indagar sobre ella durante mi etapa universitaria. Quizás bajo esa idea es que la encuentro valiente sobre las demás películas, una anormalidad del estudio que tras su derrota económica tuvo que voltear a volver a hacer películas enternecedoras de perros… como había funcionado en el pasado.
Es de hecho, una de las películas por las que tuve la fortuna de volver a ver en el cine, y creo de manera severa, que su mundo no es dentro de una pantalla de tele, o detrás de una computadora. Aurora, Maléfica, Flora, Fauna y Primavera son personajes indelebles del proyector más grande que puedas tener en tu localidad, perfilados a defender la experiencia de la sala de cine que retumba frente a ti, con un ballet inigualable. Es la definición de épica dentro del campo de la animación y a pesar de tener 60 años, sigue siendo la campeona sin corona dentro del estudio.
Y tal parece ser, que el propio Walt Disney llegó a contemplar esto, porque en medio de sus prioridades de crear el parque de los sueños de todo el mundo, decidió que la atracción más espléndida del lugar, no sería para la que le abriera las puertas al mundo de la producción fílmica de largometrajes, o al ratón favorito de todos. No, el castillo que aparece en Disneylandia, es el castillo de la rubia con el canto de oro y alergia a las ruecas de coser.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]