Una película de horror con potencial y con un afecto hacia cómo se hacían las cosas en el pasado pero que no deja de tener fallas en el desarrollo de personajes que la vuelven desinteresada.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Scary Stories to tel in the Dark
Dirige: André Øvredal
Elenco: Zoe Colleti, Michael Garza, Gabriel Rush, Austin Zajur, Natalie Ganzhorn
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 108 minutos
La frase “una imagen vale más que mil palabras” no pueden describir mejor a Scary Stories to tell in the Dark, la serie de libros de Alvin Schwartz y Stephen Gammell, y es que con frecuencia el trabajo de recopilador de campo de Schwartz en el área de los mitos y leyendas urbanas –con todo y un trasfondo que trata de describir en los pies de nota- de Norteamérica queda desestimado por el poder inmenso que representan las imágenes de Gammell, imágenes de pesadilla que de niño te dejaban maravillado y pensando en qué editor con la mente tan sana pudo decir “”Sí claro, esto es perfecto para niños”, el cual… no estaba tan en lo incorrecto porque han pasado generaciones y esas ilustraciones abarcan un espacio en el olimpo del mal gusto como los Garbage Pail Kids, Mars Attack o Cuentos de la cripta, y a pesar de los años siguen obteniendo fanáticos y controversia de uno que otro padre que se aventura a hojear lo que su hijo está leyendo por el momento.
No es coincidencia entonces de que el nombre de Guillermo del Toro se encuentre asociado en el intento de adaptar la obra de Schwartz a la pantalla grande, de hecho
sorprendería si el director mexicano no fuese fanático de la obra, la cual incluso tiene un espacio dentro de su colección privada de arte. En esta ocasión y a pesar de la desinformación de los medios de comunicación –lo cual tiene más sentido de rentabilidad mencionar a del Toro que el nombre de un director noruego que no muchos conocen- el mexicano no se encuentra tras el proyecto en la silla de realizador, pero sí en la de productor ejecutivo y trazador de historia original posteriormente trabajada a guión por Dan Hagerman y Kevin Hagerman.
Las bases que deja del Toro son complicadas, porque al adaptar los libros, decide ir por la forma de una narrativa convencional –los libros son microrelatos sin conexión alguna- trasladada en el año de 1968, algo así como un compilatorio de relatos famosos que ya hemos visto en películas como Escalofríos (Robb Letterman, 2015). Si bien esta idea no es mala, la labor de del Toro queda ofuscada por el trabajo posterior de los Hagerman, y es que estos terminan entregando protagonistas de cajón, con las bases de ser memorables pero a los cuales nunca terminamos por conocer más que por los perfiles iniciales, y los cuales nunca terminan evolucionando ni –salvo un personaje del grupo- aprovechando el impacto sociocultural del momento, más bien aprovechando este para poder justificar la falta de comunicación de los protagonistas, dejado de lado por la imperante necesidad de llegar a los monstruos, con esbozos de relaciones y personalidades en un terreno mal gastado.
Esta es una situación a la que tampoco André Øvredal –el director del proyecto- presta mucha atención, porque también no son los momentos que le interesa explorar, lo cual es una pena ya que los niños presentes sí poseen una dinámica natural y no son pésimos actores, con atisbos de elementos dentro de su desarrollo los cuales nunca terminan por ser explorados en su totalidad, es como si hubiesen copiado dinámicas de grupos de niños de los ochentas sin entender cómo funcionan.
En donde sí es un éxito el filme es en el tratamiento de los relatos originales, momentos en donde la película comienza a volverse interesante y que dejan a uno con la prerrogativa de si esto hubiese sido mejor como cortos de una antología o serie de televisión.
Cortos, con una atmósfera remarcable, y con efectos especiales que a costa de todo, intentan trasladar los horribles dibujos de Gammell de manera exitosa; todos suelen terminar en castigos de advertencia o jumpscares, los cuales han sido tachados como poco originales pero literal tienen provienen en base a una serie de libros que te indican el momento adecuado para gritarle a la persona de al lado, persiste ese espíritu y los hace momentos bastante entretenidos, lo cual realza mucho el aspecto de crear una película de horror como las de décadas pasadas, con interés de espantar a los niños y quizás iniciarlos en el terreno del horror y en donde los personajes sí tienen un dejo de riesgo y los cuales van desapareciendo poco a poco del filme.
Con un tratamiento mejor conceptualizado o un mejor interés en sus personajes, Historias de miedo para contar en la oscuridad se hubiera vuelto un clásico inmediato y una adaptación exitosa, pero lo que hay ahora es una película con despuntes de genialidad, nada más.
Y por cierto ¿No fue extraño ver a La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968) en desorden durante la escena del autocinema?