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Clive Barker es receloso; ha tenido su impacto en el mundo de la literatura desde 1985 y al ser un escritor comentado y alabado en muchas partes, es inevitable el paso a la pantalla grande, después de todo Stephen King lo avala como un maestro del horror, y los estudios que aún no exprimen del todo al amo del terror ya lo visualizan como el próximo King fílmico.
Pero Barker no es tan fácil de tratar, y mucho menos a la hora de adaptar su más reciente obra “El corazón infernal”. Ya presagia lo que hicieron con Rawhead Rex (1987) y su guión de Underworld (1985) es dejado de lado para presentar un remedo de película serie b y luces neón a todo lo que dan.
[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_video link=”https://www.youtube.com/watch?v=b036n49P-M0″ align=”center”][vc_column_text]Este probablemente sea uno de los mejores/peores trailers de la historia, no sé qué intenta vender porque literal cuenta toda la película con un score emocionante en situaciones fuera de lugar.[/vc_column_text][vc_column_text]Clive no quiere eso, no podría soportar más conflictos si él no es el encargado de su material, por lo que New World en tono burlón y esperando ver cómo se queda calvo de la labor le dice “bueno, si tanto quieres control, tú dirige la película”. Y lo hizo, sin experiencia en nada, sin saber de cámaras, de actores o de efectos, con el turbio corazón puesto en su novela y las personas adecuadas que entregan una obra esencial del horror del ‘87: Hellraiser.
En Marruecos un hombre le pregunta a otro algo simple pero privado: ¿Cuál es su placer señor Cotton? Algo que no le inmuta a Frank Cotton (Sean Chapman) quien de aspecto sudoroso y desaliñado ofrece una enorme suma de dinero al sujeto a cambio de una pequeña caja misteriosa, esta caja es un acertijo que de ser resuelto abre puertas a una dimensión de placer equívoca para Frank y miles de personas antes de él: es un pase a un mundo de tortura eterna. Frank desgraciadamente se da cuenta de eso mientras unas cadenas con anzuelos desgarran su piel y lo destrozan.
El tiempo pasa y Frank no da señales de aparecer, por lo que el matrimonio compuesto por Larry (Andrew Robinson) y Julia (Clare Higgins) se muda a la casa de Frank sin saber su grotesco destino. Larry es un tipo amable y amigo de todos que cumple su segundo matrimonio y está al cuidado de Kirsty (Ashley Lawrence), su ya adolescente hija que no tiene aprecio por su madrastra, ya que ella percibe que la pasión de Julia no es hacia su padre, sino a su fiero tío.
Un accidente mientras acomodan la casa deja sangrando a Larry en el mismo suelo en donde desapareció Frank, y es lo único que se necesita para que este escape de su prisión hecho un lamento de ser vivo, quien con la ayuda de Julia quien todavía siente pasión por él buscará hombres para acomodar sus carnes en su cuerpo y mientras evade a los seres del otro mundo, ya que estos nunca han tenido un invitado que abandone su hogar.
Hellraiser nos cuestiona de manera inesperada, considerando que su primera apariencia es la de una película de horror que meramente busca el gore; alejada de los estándares slasher de la década, nos adentra a una filosofía nihilista que asocia con el sadomasoquismo en una mezcla de horror corporal y la novela que tu mamá veía en la tarde.
Y es genial en todo sentido, porque no se pueden despegar los dos elementos y los tergiversa: presenta horror en su tratamiento de las relaciones insatisfactorias, presenta drama a través de unos personajes condenados al crepúsculo del placer y el dolor.
Porque te das cuenta de que las apariencias engañan en todo momento, y así como
Hellraiser parece ser una obra burda, sus personajes son también una doble moneda.
El verdadero monstruo de aquí es Frank, un hombre incapaz de percibir empatía y animalesco, que es tanta su necesidad de control y desfogo que ya no siente placer sexual, lo cual lo orilla a experimentar con el acertijo que lo condena a un mundo que no buscaba; esto de inmediato capta la atención de Julia Cotton, la prometida de su hermano que encuentra en Frank la aventura y suciedad que no ofrece su Larry, un hombre de familia que percibe de manera ignorante los sentimientos de Julia como nobles y de amor puro, aún a sospechas de su propia hija.
Este triángulo amoroso es genial, porque los tradicionalismos de pasión y deseo se apagan por 3 personajes detestables en cierto sentido, que terminan siendo títeres del más obsceno de los tres.
Y está la parte de los cenobitas y la cuestión de si en realidad son villanos, porque ellos ofrecen un mundo de placer más allá de las concepciones terrenales, pero que siempre terminan con personas equivocadas entre sus víctimas ¿Deberíamos temerle a aquellos cuya labor es desconcertante o a aquellos que son unas bestias incapaces de pensar por otros?
Eso es la lectura que yo encuentro tiempo después y que hace más completa a una película que vi de niño; no voy a ponerme a defender esta situación porque de mocoso vi demasiadas cosas más allá de mi nivel de comprensión (cosa que agradezco cada segundo), pero Hellraiser que en su momento no me impactaba con su drama, lo hizo con lo demás.
Para ser un producto de bajo presupuesto, su producción es soberbia, incluso dejando en ridículo a la competencia de ese año. Lo más notorio obviamente son los diseños de los cenobitas, y es una gracia que Barker no haya querido enfocarse en el diseño de estos, dejando labor libre a su equipo de efectos especiales y a Joanna Johnnston, quienes diseñaron a estos seres con un impacto tal, que son recordados como grandes monstruos del siglo pasado, de la franquicia y en específico de la película, lo cual es curioso porque no aparecen mucho en ella.
Pero el mayor detalle va para Frank, quien sufre una evolución extremadamente dolorosa; de volverse unos nervios rodeados de sangre y semen a una figura lastimera y putrefacta que gracias al maquillaje punzamos de un dolor inexistente en el personaje –lo cual es intencionado- y asco al verle fluir sangre con cualquier movimiento.
Pero, por mucho, lo más escalofriante de Hellraiser proviene de un elemento que no debería de estar de acuerdo a las propias exigencias del director: su música. Siendo una labor de encargo de último momento a Christopher Young, lo que tenemos aquí es su obra más emblemática y que le daría su lugar como el compositor número uno en el género del horror… y eso que antes ya había laborado en la saga de Freddy Krueger.
El score de Young logra algo más que el mítico score de Coil que el estudio rechazó, porque tiene tantos pliegues y estilos: se presenta trágico con su tema principal, en el tema de la resurrección de Frank hay un estilo guignol que se acomoda de inmediato con la trama y los sonidos de carnaval no cesan pero acompañados de lo que quiero imaginar es la respuesta de Young a la banda experimental: “yo también puedo hacer sonidos peculiares”; cadenas, sintetizadores y momentos en donde los sonidos devoran los tradicionalismos de composición, es uno de los scores más completos del género, una bella sinfonía oscura.
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Después de Hellraiser, literal las puertas del infierno se abrieron: una franquicia nació y consagró a Barker como autor a nivel mundial y como director competente. Por desgracia tanto la saga con Pinhead terminaría en malos tratos y no ofrecería el mismo nivel de delicadeza que su primera entrega, así como el director, quien sólo intentaría filmar en otras dos ocasiones, una con intromisiones del estudio en lo que él consideró su Señor de los anillos, y otra en la que de plano ya nos cuestionamos si de verdad era capaz de dicha labor.
Estas situaciones no demeritan una película que ha recibido todo tipo de comentarios a lo largo de 30 años, comentarios que van desde que es una comedia negra, pasando por una vulgaridad y una película de intenciones baratas, lo cual es triste, porque merece más, es un viaje diferente a lo tradicional, explotando en creatividad y fuente de inspiración para la cultura popular, es esa película que se atreve a preguntarnos cuando nadie lo había hecho en forma de ese hombre misterioso marroquí que espera su café
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