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Una mirada de extrañeza por parte de una niña frente a una situación erótica desencadena una de las mejores películas románticas y épicas del nuevo siglo y es también, una de las primeras películas que me reconcilió con mis sensibilidades.
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2007 es un año muy curioso para mí. Es un año en donde yo me encuentro en el primer año de preparatoria, con la habitual espina de qué quiero hacer con mi vida que a veces pica, porque se debate entre eso y las clases de matemáticas avanzadas que hasta el día de hoy no tengo la más remota idea de cómo terminaría en dicho nivel considerando que padezco discalculia. Dejo pasar esto en medio de ceros de tinta roja en mis exámenes, porque los viernes mis amigos y yo seguimos la tradición herencia de antonomasia de los ochentas: ir al centro comercial. Es un año de crecimiento y también solemos salir con parejas… o por lo menos ellos, yo termino siempre asolando las tiendas de discos y películas, y asistiendo al cine para ver lo que se define por mayoría. 2007 es un año que recuerdo por ver cosas como Transformers (Michael Bay), para después de salir de la función con mis amigos de ese entonces hablar fascinados de lo bien que se veía ese robot golpeando a otro por la carretera, pero ese mismo año también fungía como uno de acción catalizadora, porque comenzaba a sentir más afinidad por el cine que sólo la obligada película del viernes.
Porque mientras estamos formados para ver El Hombre Araña 3, también comienzo a curiosear los posters del pasillo, y hay muchas obras que de seguro no voy a poder ver en esta situación. Ese año es el primero en el que comienzo a ir sólo al cine.
Puede ser una actividad algo penosa –sobre todo para un puberto esa edad- pero la pena pasa rápido y terminas asistiendo a un montón de mundos y posibilidades, y una ocasión que recuerdo mucho, fue por la segunda película de Joe Wright.
Expiación fue una película que vi en el cine más cercano de mi casa antes de que mutara a sólo pasar películas enteramente dobladas, y era una que confíe ciegamente por una revista de cine… oh, porque sobra decir que devoraba estas publicaciones, las anotaba,
rayaba comentarios personales en una libreta y anotaba nombres o películas para cazar… viejos tiempos. En fin, leo comentarios sobresalientes de Expiación, incluso me preparo antes viendo casi a escondidas Orgullo y Prejuicio –en ese entonces no contaba con tarjeta de Blockbuster por lo que tuve que pedírsela prestada a un amigo- para “sentir” el estilo del director, no sabía que mi vida cambiaría en esas dos horas.
La película abre con Briony Tallis, terminando su obra cumbre: Los Juicios de Arabella. Briony vive en una mansión inglesa con todas las comodidades posibles para los años treinta, es la más mimada de la familia y tiene una imaginación desbordante no sólo por el hecho de haber escrito una obra de teatro a los 13 años, sino porque siempre está maquinando historias, con el tick de esa máquina de escribir.
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La obra la hizo específciamente para actuarla en frente a su hermano, que regresa a casa después de mucho tiempo junto con Paul Marshall, un amigo suyo y magnate dentro de la industria chocolatera, que además está seguro de la inevitabilidad de la guerra frente a Alemania. Sus intentos también son para molestar a Cecilia –su hermana mayor que nunca le presta atención- y para encantar a Robbie, un joven que labora junto a la familia Tallis y que por su benevolencia y nobleza, se ha ganado la confianza del patriarca de la familia, que le ha pagado una beca para estudiar medicina.
Las cosas no salen como esperaría, porque la llegada de sus primos acarrea poca atención de su familia a su obra (encima de que su prima mayor está coqueteando con Paul), tiene menos de un día para dirigirla… y es testigo de algo extraño, porque mientras observa a una abeja en su ventanal, ve cómo Cecilia termina aventándose a la fuente principal de la mansión y sale empapada y sensual frente a un apenado Robbie.
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Esta es la primera de una serie de confusiones dentro de la familia Tallis, porque poco a poco las decisiones que tome Briony frente al evento terminan en consecuencias 4 años después, con Robbie huyendo de los alemanes en Dunkerque, a Cecilia ofreciendo su ayuda en Londres para alejarse de su familia, y a Briony haciendo lo mismo para tratar de reconectarse con su hermana y olvidar el pasado que día a día le aqueja.
Expiación tiene múltiples intenciones, todo en gracia de su personaje principal: Briony. Esta es una joven que desarrolla narrativas derivadas de sus acciones y también contagia a la película en su totalidad volviéndola una revisión de los acontecimientos con lo que se retrata. Así, muestra el tedio de la familia millonaria inglesa que a pesar de tener un aspecto visual sacado de un comercial de perfume europeo, ella no aprecia dicho aura.
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Amo, que cuando Briony ofrece su testimonio, la luz del cuarto de pronto desaparece, dejándola en el lugar sola con su versión de los hechos carentes de lógica y construidas para el drama de sus fantasías. Saorsie Ronan tenía 13 años en ese entonces y es perfecta como un villano atípico, y extrañamente obtendría una nominación de la academia pero en categorizada como actriz de reparto, lo cual no tiene sentido si analizamos que es ella la que desencadena la historia y la que la manipula como narrador poco confiable.
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Muestra al mismo tiempo la guerra y su despiadada visión de caos que no deja de ser hermosa y contundente. En específico durante la escena de Dunquerque sacada de una pesadilla de El Bosco.
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Pero, más importante… y la razón por la que Expiación es terrible de ver, es porque su personaje principal carga con una moralidad quebrantada y que no puede recuperar; al adaptar la novela de Ian McEwan se le despoja mucho del sentimentalismo o análisis otorgado por los pensamientos de sus personajes, ya que Joe Wright los retrata como calmos, dolosos y trágicamente inevitables.
Es un camino atroz que golpea en cada minuto, y a pesar de ello, posee una historia de amor perdurable… trágica –algo que evoca a los clásicos- pero indeleble en la memoria de la audiencia. Quizás sea que este camino pedregoso y tan carente de cursilerías lo que hace de la película como una de las menos frecuentes en listados de romance populares, pero no minimiza su capacidades, hasta creo que las vuelve en cierto punto, reales. Reales porque a diferencia de muchas otras películas del estilo, el tratamiento de su sexualidad no es visto como recompensa ardua tras varios intentos de cortejo, sino que es el desencadenante para las situaciones de error que sufren los personajes, y gracias al desfogue instintivo de esos deseos. Eso eleva su erotismo a un nivel más torpe, pero más atrevido y por lo mismo, más atractivo.
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Hay que darle crédito a Jacqueline Durran, que hace del cuerpo de Keira Knightley uno con sus vestidos. Desde el primero que lo hace ver como una ninfa incitadora en el accidente de la fuente, pasando por el fogoso encuentro de la biblioteca, que incluso está contemplado para ser usado en la escena sin que pierda un momento de elegancia, con ese verde precioso e hipnotizante.
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Recuerdo haber salido de Expiación con ojos vidriosos, y agradeciendo de mis visitas solitarias al cine que se harían más frecuentes a partir de ese entonces. Y a 10 años sigo encontrando la película como el punto cumbre de Joe Wright, al cual desgraciadamente el tiempo no le ha dado más oportunidades de lucirse, pero que siempre estoy con el pendiente –y deseo- de que haga algo superior a la obra que en cierta medida, me sensibilizo a un mundo que siempre estuve temeroso de visitar: ese mundo del crítico de cine.
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