Andy Muschietti no logra sostener la propuesta de dos partes con una parte final reiterativa y que se va volviendo tediosa, a pesar de la conexión de su comprometido cast adulto.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: It: Chapter Two
Dirige: Andy Muschietti
Elenco: Jessica Chastain, James McAvoy, Bill Hader, Bill Skarsgard, James Ransone
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 169 minutos
La decisión de separar Eso de Stephen King parecería natural, teniendo en consideración que el especial de televisión de 1990 dirigido por Tommy Lee Wallace hizo lo mismo para poder adaptar semejante obra titánica, pero lo cierto es que en la ocasión moderna, esta decisión no era bien contemplada por el estudio. Precisamente era una de las decisiones que Cary Fukunaga intentaba defender frente al estudio, que en un principio rechazó la idea, y tras la salida del director y con la llegada de Andy Muschietti, esta se retomó.
Y en teoría esta debiera funcionar más, considerando que las dos adaptaciones buscaban con finalidad darle espacio y desarrollo al grupo de los perdedores durante las dos etapas de sus vidas, y Eso (2017) en su primera entrega, pese a los tediosos jumpscares baratos y un diseño sonoro molesto tuvo eso como principal atractivo: un grupo de perdedores notorio y con el que la audiencia generó cariño.
Dos años después la conclusión contra el payaso cambiaformas intenta llevar esas ambiciones, pero termina ofreciendo un recorrido sin ritmo e incongruente frente a las decisiones que termina adoptando.
En sí el problema radica en Gary Dauberman, guionista al cual ya hemos encontrado en estos años con las entregas que ha desarrollado del universo de El Conjuro para Warner Bros –del cual, ya hizo su debut como director en Annabelle: viene a casa durante este verano– y quien ahora no tiene las concepciones del material propuestas por Chase Palmer y Fukunaga. No debiera ser tan complicado poder desarrollar una historia que muestre las complejidades de personas que llevan sus temores a la etapa adulta y que tienen que volver a encarar su infancia, pero Dauberman cae en una zona de confort generada por los personajes del pasado, los cuales también ocupan un gran espacio de la película en escenas que realmente no tienen compromiso con el argumento más que la finalidad de generar más jumpscares inconexos y darle a nuestros protagonistas modernos, una pista respecto a diversos objetos que deciden buscar en misiones separadas.
Así, uno termina cuestionando la inclusión tan invasiva de los niños, teniendo en cuenta de que estos tuvieron una película entera y que ahora como adultos, dependen demasiado de estos momentos que además, son reiterativos, porque los muestran aprendiendo situaciones que en el pasado ya enfrentaron y escenas similares sin algún espacio de drama contenido, esperando el momento a que la siguiente ocurra… casi como dando a entender de que la segmentación de las dos historias si se hacía, necesitaba de un guionista que pudiera exprimir mayores dosis de libertad frente a la adaptación que la novela no le dictaminaría, situación por la que los traslados de tiempo en la serie de televisión funcionan un poco más.
La película padece de este elemento, y más cuando se percibe de que son casi tres horas de duración con este problema, del cual el propio Andy Muschietti cae víctima, porque es tanta la necesidad de poner escenas de horror que estas terminan perdiendo el peso e identidad creativa, sobre todo cuando suceden una detrás de la otra y no hay un espacio para que los protagonistas o reflexionen o encaren de manera natural estos fenómenos, ya que terminan apareciendo en espacios a menester del texto.
A pesar de esta falta de tensión, si algo logra solventar Eso, o por lo menos darnos una idea del potencial desperdiciado es en su cast, uno elegido de manera sabia porque la mayoría posee rasgos un tanto similares a las contrapartes infantiles, y se percibe una química propuesta por los actores y los intentos de definir a sus personajes, después de todo estamos hablando de que en su mayoría son actores cumbre de su generación.
Quizás, el más logrado de todo se trate al igual que la película pasada, en el personaje de Richie Tozier, quien si antes era un niño molesto repleto de chistes malos, con Bill Hader esta noción explota en momentos de comedia que aligeran la duración extrema, y en especial por la relación que este tuvo –y tiene- con Eddie Kaspbrak, interpretado también con una comicidad pertinente por James Ramsone.
Son estos momentos –además de la entrega total de Bill Skarsgard como Pennywise lo que hacen que Eso: Capítulo 2 no sea un desperdicio total, pero sí uno que va perdiendo valor y más con el potencial de lo que bien pudo ser una entrega digna de la novela original. Quizás en el futuro una adaptación televisiva en capítulos permita una mayor exploración compleja, pero también es extraño pensar que estamos en este punto de la vida, en donde una adaptación que pasó años en “development hell” tenga dos partes contempladas para un público adulto y con un presupuesto envidiable, entonces si bien no es un éxito, quizás sea un precedente para el resurgimiento del horror de alto presupuesto que se aleja del conformismo de una clasificación más amigable.