En el 22 El Salón de la Crítica, el crítico de cine Rafael Paz eligió esta crítica de ‘Space Jam’ para ser publicada.
Por: Cuauhtémoc Juárez Pillado
Space Jam, o cómo hacer un buen negocio
¿Quién no conoce Space Jam: el juego del siglo (Space Jam, 1996)? Hablar de uno de los éxitos taquilleros de los noventa es difícil sin que la nostalgia nos nuble el juicio. Su estreno cuando muchos éramos niños, el crossover entre la más grande estrella del baloncesto y los populares dibujos animados no sólo impresionó por su capacidad para vender boletos en el cine y muñecos en las jugueterías, también se convirtió en uno de tantos experimentos pioneros de Hollywood para convertir a un deportista mediático en actor de cine.
Para quienes nunca hayan visto la película, ésta aborda de manera fársica el temporal retiro de Michael Jordan de la NBA para probar su suerte en el béisbol. Mientras esto sucede, un grupo de extraterrestres (los enanos Nerdlucks) acuden al mundo de los Looney Tunes para secuestrarlos y llevarlos a su planeta para sumarse a las atracciones de “Montaña Tontolandia”. Bugs Bunny y compañía, pensando en las desventajas físicas de sus rivales, los retan a un partido de baloncesto para evitar convertirse en esclavos de una galaxia muy, muy lejana. Sin embargo, los Nerdlucks se roban el talento de los mejores jugadores de la NBA y los Looney Tunes se ven obligados a secuestrar a Michael Jordan con la esperanza de salvar sus pellejos.
Retomando el concepto de combinar animación tradicional con personajes en acción real que buenos resultados le dejó a Robert Zemeckis en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit, 1988), Space Jam prescinde de ahondar en la trama o de profundizar en sus personajes para entregarse rápidamente al espectáculo. Todos los involucrados están conscientes del bombazo comercial que tienen en sus manos y, conociendo a Warner Bros., es probable que la película pudo ser un juego de básquetbol extendido con muchas caricaturas y product placement si así lo hubieran querido.
La semilla de Space Jam surgió unos años atrás en un comercial. En 1992, durante el Superbowl, Nike presentó un spot publicitario donde Bugs Bunny y Michael Jordan unieron fuerzas contra un grupo de bravucones, quienes terminaban humillados ante la magia de los tenis Hare Jordan y Air Jordan. En el spot, se encuentran los mismos recursos que se usaron años después en la película. Incluso, contrataron al mismo director: Joe Pytka, responsable de varios videoclips para Michael Jackson. Las intenciones del estudio eran claras: satisfacer sus ambiciones económicas.
La integración del astro de los Chicago Bulls a la película permitió generar un producto más agradable y empático para el público. Por ejemplo, retomaron su retiro temporal del básquetbol para darle forma a su viaje de aceptación. Michael nos muestra de manera paródica lo que representó una de las decisiones más controvertidas de su carrera deportiva, abarcando su conflicto interno y el trato condescendiente de todos debido a su etiqueta de estrella. Aunque esto no roba mucho tiempo, lo importante es el “juego del siglo”.
Es en la duela donde el esfuerzo de todos los involucrados se conjunta: es un encuentro entretenido, bien animado, gracioso y emocionante, lleno de referencias a la cultura pop y algunos cameos de actores que no repararon en romper la cuarta pared para adoptar el tono burlón de la película. Es un evento algo simple y sin pretensiones que, sin embargo, seguimos recordando afectuosamente con el paso de los años.
En una actualidad en donde el cine hollywoodense está saturado de superhéroes haciendo equipo con otros superhéroes, es oportuno reflexionar si películas como Space Jam contribuyeron a la popularización de esta fórmula, tanto por los obvios beneficios mediáticos como monetarios. El próximo reboot de esta película, con Lebron James sustituyendo a Michael Jordan, aparentemente retoma el exitoso concepto de los multiversos de otras franquicias con el pretexto de atascar en una sola película todas las marcas y licencias en el catálogo de Warner Media. Aunque habrá que ver la nueva apuesta, la esencia de la original se percibe: generar un producto entretenido, taquillero y que, con suerte, muchos recuerden con cariño veinte años después.