En la novena edición de El Salón de la Crítica, el crítico Arturo Aguilar eligió esta crítica de ‘Magnolia’ y ahora la compartimos con ustedes.
Por: Estefanía Ocampo Pérez @EstefiOp
“Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios” Éxodo 8:2
En Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999) las coincidencias no existen. Las vidas de los personajes cuyas historias se van desentrañando a lo largo de la película, todo el tiempo están siendo afectadas por sus errores y sus decisiones, las de ellos y las de todos a su alrededor. La vida de las personas, aún con lo caótica y azarosa que pueda parecer, es resultado de una serie de consecuencias que ocurren a partir de las decisiones que se toman, sean o no conscientes.
Magnolia, a través del ir y venir de la vida de cada uno de sus personajes, haciendo uso de elementos como el montaje, la edición y la banda sonora, busca que el espectador sienta esa ansiedad de saber que la vida no puede ser controlada en su totalidad, y que las cosas que se viven dependen en gran parte de las personas a nuestro alrededor, de la manera en la que nos relacionamos con ellas, y del qué tanto está uno dispuesto a confrontar eventos del pasado que pueden afectar la vida de alguien para siempre. Paul Thomas Anderson, con sus personajes llenos de defectos, muestra como los seres humanos suelen alimentar ese círculo de abuso, violencia y abandono que afecta a las personas independientemente de la generación a la que pertenecen, pero también, al ser personajes complejos, vulnerables, muestra esa otra parte empática y amable que también puede definirlos, esa parte que en muchas ocasiones puede ayudar a las personas a sobrevivir a pesar de su pasado.
A lo largo de la película, la referencia al versículo 8:2 del segundo libro de la Biblia es recurrente. La interpretación de ello se vuelve obvia al llegar al clímax de Magnolia, llegar a esa lluvia de ranas que sorprende y aterroriza a los personajes de la película mientras lidian con todos los conflictos de los que tanto habían intentado huir. Ese fenómeno sobrenatural parece estar completamente ligado a la situación emocional de esas personas que se ven obligadas a confrontar tanto a sus abusadores, como a los sentimientos que por muchos años estuvieron intentando asfixiar sin éxito. Claudia, Donnie y Frank, esos tres niños a quienes las decisiones de sus padres los condenaron a una vida llena de resentimiento y de miedo, terminan con un poco de ayuda aceptando esas emociones para intentar desprenderse de ellas y terminar con la eterna agonía de sufrir en silencio. Sin embargo, esa lluvia bíblica catalizadora no solo funciona para confrontar viejos conflictos, Stanley, ese nuevo niño genio a quien su papá utiliza para ganar dinero en concursos televisivos, decide exigirle un trato diferente antes de que el círculo vuelva a repetirse.
Magnolia es una película llena de personajes imperfectos que cuestiona el daño que los seres humanos somos capaces de infringir al otro, que cuestiona la capacidad que tenemos para perdonar y confrontar el origen de esos daños. La capacidad que tenemos de amar y de comprender a los demás.