En el onceavo El Salón de la Crítica, el crítico Julio Durán eligió esta crítica de ‘Largo viaje hacia la noche’ de Bi Gan para ser publicada.
LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE: LA EXISTENCIA HUMANA COMO ETERNA REINCIDENCIA
Por Oscar Valle
El tiempo, condenado por los recuerdos. El tiempo, perplejo ante la imposibilidad de contener lo que se recuerda con el alma. Largo viaje hacia la noche nos presenta ese tiempo en dos partes: de lo terrenal a lo onírico. Luo Hongwu, el enamorado sempiterno, regresa a Kaili con la intención de darle entierro a su padre. Una foto escondida en un reloj roto lo confrontará con la imagen estéril de Wan Qiwen, amor de juventud interrumpido por su inexplicable desaparición. Después se encontrará con la madre de un antiguo amigo, Wildcat, asesinado por Hongyuan, un gángster dueño de la mujer que idolatra.
Imágenes del pasado comienzan a invadir la historia; alentadas por el montaje proustiano, las remembranzas se incorporan al relato buscando el significado anhelado durante tantos años. Besos furtivos, pomelos salvajes, cuerpos abandonados en una mina: fotogramas muertos e inconexos que el espectador se encargará de revivir y otorgar coherencia. El puro acto de amar es visto como una fuga, una sublevación contra el orden establecido. Hongwu y Qiwen evocan la posibilidad de una nueva vida, esta simbolizada por el agua que recorre los cuartos en los que se encuentran. Pero sus cuerpos jamás se empapan, el renacimiento imaginado es reemplazado por un presente inane que se carcome los breves destellos de rebeldía propiciados por la críptica figura de Qiwen.
Habitaciones derruidas, cines olvidados y calles efímeras aparecen ante nosotros, murmullos que se cuelan por las fisuras de la memoria. La cámara fija y una serie de travellings en paralelo se encargan de contemplar y encarcelar a los personajes en unas locaciones desprovistas de cualquier contexto que pueda hacer justicia al amor proyectado en los planos. Bi Gan, el poeta convertido en cineasta, nos revela entonces su antítesis en la segunda parte del metraje. Cuando Hongwu entra a un cine y se queda dormido la trama perseguida durante la primera hora es descartada; nuevos personajes aparecen, meras reverberaciones de los anteriores. Hay una
completa independencia en los encuadres, gente que se relaciona con su entorno de forma lúdica; los cuerpos deambulan, flotan, se pierden, se reencuentran: por primera vez son conscientes del placer de residir en lo desconocido. Es así como un enamorado, una chica sin pasado, un fantasma abortado y una madre en luto son liberados por un plano secuencia imposible.
Largo viaje hacia la noche es una película que hace una clara diferencia entre la memoria y los sueños. Se nos muestran personas acosadas durante el transcurso del día por recuerdos que sirven como penitencia ante los deseos incumplidos. Haciéndole concesiones a la ausencia, se conforman con existir en el pasado. Solo les queda esperar a la noche, esbelta transgresora de lo cotidiano que se encarga de otorgar la paz a sus espíritus reincidentes.