En la edición más reciente de El Salón de la Crítica, el periodista y crítico de cine Nicolás Ruiz eligió esta crítica de I’m Thinking of Ending Things para ser publicada.
Por: Juan Ramón Ríos
Un viaje con forma de soledad, o “Demasiadas vueltas erradas”
Prisionera en un universo aplanado,
reducida por la pantalla del espectáculo
detrás de la cual ha sido deportada su propia vida,
la conciencia espectacular/espectadora no conoce más
que los interlocutores ficticios que le someten
a un monólogo de una sola vía […]
El espectáculo en toda su extensión sirve como su espejo/reflejo.
GUY DEBORD
La sociedad del espectáculo
Fuera de mí, fuera de mí, dentro de mi propia fantasía.
PARMÉNIDES GARCÍA SALDAÑA
Pasto verde
En sus textos, el crítico e historiador de cine David Thomson ha vuelto un par de veces a una idea que emparenta los actos de soñar y conducir (más próximos en su original inglés: dreaming/driving). Un proceso dual que vincula también con el hecho de ver cine.
Como espectadores nos ponemos frente a un trayecto continuado de visualización y sensorialidad donde el desplazamiento puede ocurrir de modo ajeno a nuestra corporeidad física. O más allá de ésta, mejor dicho. Sobre un vehículo, apenas mediado por algunos movimientos mecanizados, dicho tránsito posibilita una liberación psíquica que genera nuevas formas de percepción. A veces encapsulados, otras mucho más presentes, las rutas y las películas propician e invitan; sea a prestar atención y enfocarse o a veces a fantasear y perderse. De cualquier manera le vamos dando forma a un mecanismo de movilidad recóndita que motiva gatillos de respuesta a estímulos más o menos esperados.
En I’m Thinking of Ending Things (2020), Charlie Kaufman propone una serie de vías y escenarios, casi todos sugeridos a partir de situaciones que confinan a sus personajes. Aquello irá detonando ese engranaje de involucramiento con las presencias, conversaciones y sucesos que van desdoblándose ante nuestros ojos al utilizar el desconcierto como un recurso estético. La estructura misma de la película responde a este proceso de encierro/distancia/reflexión: de las vistas de rincones domésticos, que van fundiéndose desde la serie de papeles tapices acompañados por una voz fuera de campo, pasamos a una imagen exterior idealizada en la que vemos por primera vez al personaje de Jesse Buckley, la dueña de la narración. Pero el idilio no dura mucho tiempo, un cambio de perspectiva nos revela a un observador incómodo. Un anciano en una habitación cuyos insertos y modificaciones a través del montaje proyectarán buena parte de las direcciones de la cinta. Como si susurrara el método operativo de su funcionamiento.
A medida que avanzamos junto a los personajes, sea en los largos viajes en auto, dentro de edificaciones aisladas o en interrupciones del viaje, se va haciendo patente la imposibilidad de recordar el propio pasado ya que éste va inventándose a medida que se imagina. Recuerdos impostados que se cuentan mal porque no les pertenecen. Una aparente materialización de lo inasible que está siempre al borde del colapso.
Manejando entre la opacidad de un paisaje agreste que expresa la avalancha de intereses, citas y temas que van cayendo quedamente como la nieve perpetua que se adivina más allá de los cristales. Anhelos y tiempos muertos que se arremolinan en una ensoñación de interioridad insondable. Como pantallas hacia un mundo innominado, un demiurgo prueba la existencia de hábitats que existen fuera de planos racionales. Mostrando que los rostros y los cuerpos que le damos a nuestras ilusiones son mutantes e inestables.
En algún momento, dentro del coche, el personaje de Jake se deshace en una autodiatriba que lamenta el rumbo que ha tomado su vida. “So many wrong turns”, dice. Muchos giros equivocados. Vueltas fallidas. Desvíos mal tomados. Frustraciones y fracasos que se han ido acumulando, demasiados.
Estamos en una cabeza llena de fantasmas, sueños perdidos y arrepentimientos que parece haber decidido permitirse una deriva imaginativa antes del final. Las preguntas quedan soterradas en el despliegue de supuestos multireferenciales que han invadido la pantalla. Pero ahí están: en el sótano de la memoria que no almacena por completo sus ansiosos y solitarios movimientos subterráneos.
¿Cómo recordamos? ¿Cómo nos imaginamos a nosotros mismos? ¿Qué vidas no hemos vivido? ¿Quiénes pudimos haber sido? ¿Quiénes somos? Tal vez algunas se respondan en el camino.