En el 24 El Salón de la Crítica, la crítica de cine y periodista Anaid Ramírez eligió esta crítica de ‘For Sama’ para ser publicada.
Por: Maurizio Celis
Esta película no es para Sama, es para nosotros…
Hay relatos en los que los personajes invisibles tienen gran impacto, y para Sama es uno de ellos; se trata de un régimen omnipresente que nunca vemos, pero que sonoramente acecha y aterroriza a la población con constantes bombardeos aéreos, aniquilando y desmembrando mujeres, hombres y niños por igual. Se ve tan desgarrador como lo lees ahora. Pero mostrar todo esto tiene una intención para la documentalista Waad Al-Khateab, una mujer obstinada que filma con su cámara a manera de diario íntimo audiovisual; sí para denunciar las atrocidades mencionadas, pero sobre todo para su hija Sama, un ejercicio de memoria y nostalgia hacia el pasado.
La obstinada y terca Waad Al-Khateab filma esta película documental a manera de diario íntimo audiovisual so pretexto para su hija Sama, como memoria y nostalgia hacia el pasado y denuncia de la atroz destrucción de Siria y Alepo por parte del régimen. Un régimen omnipresente que nunca vemos, pero que sonoramente acecha y aterroriza a la población con constantes bombardeos aéreos, aniquilando y desmembrando mujeres, hombres y niños por igual.
El pueblo de Alepo se encuentra en una encrucijada: atrincherarse de manera colectiva y alzarse en rebeldía contra el autoritarismo del régimen, enseñándole a los hijos a defender un ideal y a no abandonar nuestros lugares de origen; o elegir el desplazamiento forzado hacia otros países, para sobrevivir y preservar al elemento más valioso, la niñez.
En ese contexto, Waad no es solo la persona detrás de la cámara y la encargada de conducirnos por esta dolorosa y compleja historia, ella es también un personaje. Ella se ha instruido como documentalista de manera autónoma a raíz de una necesidad de registrar la violencia, persecuciones, gases lacrimógenos, explosiones y balazos; siempre arriesgará el pellejo para denunciar con su cámara y micrófono las masacres masivas y cobardes hacia los opositores del régimen. El formato de captura por parte de la cineasta, ya sea un celular o una cámara de video es lo de menos, denunciar las atrocidades del régimen sirio apoyado por Rusia es el objetivo de los rebeldes para gritarle al mundo lo que sucede en Alepo.
Uno de los motores de la película, además del tiempo añorado en el pasado con un tono nostálgico a través del uso de material de archivo y la voz en off de nuestra protagonista, es la relación de amor madre-hija que Waad experimenta. Ella se verá reflejada en las madres que han descubierto a sus hijos asesinados en los hospitales, con los niños que han perdido a sus madres debajo de los escombros causados por las bombas. No sabemos si Sama, Waad y Hazam, esposo de la documentalista, podrán sobrevivir o serán asesinados como varios de sus amigos cercanos del hospital; este régimen omnipresente cada vez los acorrala más de cerca mientras huyen, al mismo tiempo que las medicinas y alimentos escasean.
Otro de los puntos clave de la película es que presta voz y acción a la infancia, entre juegos con la cámara y momentos del llanto más amargo. Algunos niños serán liquidados por las bombas o acribillados por las balas, otros sobrevivirá, ¿pero a qué costo? Llevarán sin orgullo cicatrices físicas y emocionales por el resto de su vida. Los hijos de la guerra de Alepo serán llamados estos niños sobrevivientes; por los amigos de la infancia desaparecidos, con violencia normalizada, habiendo cambiado los juguetes y la escuela por inocentes juegos de cómo sobrevivir a los ataques aéreos y a las balas, sin integrantes de su familia y con la falta de algún miembro de sus pequeños cuerpos.
La cámara de Waad con sus lentes angulares siempre está cerca de la acción, observando. Sin titubear, documenta, ni siquiera vacila cuando invade la intimidad de la mujer que ha descubierto a su hijo asesinado y con gritos le reclama: “¿Por qué estás filmando?”. Porque hay que alzar la voz, nuestras cámaras son nuestra armas, y no nos vamos a callar; no lo dice Waad, pero su cámara tiene esa postura y ese compromiso para con el pueblo de Alepo.
Pero nosotros, los hijos e hijas, volveremos; con las huellas del pasado, dolidos, heridos, pero sin olvidar, para reconstruir nuestra ciudad y un nuevo modelo. Volveremos por la lucha que protagonizaron nuestros amigos y familiares, pero sobre todo volveremos por los caídos, los que marcaron las calles con su sangre.
En todo documental, aunque la realidad más oscura y trágica se nos revele, siempre existirá luz, y aquí tiene un nombre, se llama Sama, Waad y Hamza. Sin esta guerra tal vez este par de amigos no se hubieran casado, y entonces Sama no habría nacido; no hubieran comprado una casa, ni colocado sus plantas para verlas crecer al mismo tiempo que a su hija.
Si algo nos muestra For Sama es que el régimen puede destruir lo material, pero no podrán acabar con nuestro amor, hacia la familia, la pareja, los amigos, a los hijos y a la tierra. Cosa que la mayoría de nosotros desconocemos, pero el poder del documental —y este en particular— es adentrarnos a otras realidades, de una manera artesanal, donde las fórmulas universales hollywoodenses no tienen cabida, al carecer éstas de empatía y proximidad para con el otro.