En el decimoquinto El Salón de la Crítica, el crítico de cine Luis Miguel Cruz eligió esta crítica de ‘El bebé de Rosemary’ para ser publicada.
POR: MITZI CAROLINA SÁNCHEZ SALAZAR
A Rosemary le tocó vivir otros tiempos…
A lo largo de la historia muchas películas que presentan historias sobre mujeres han sido realizadas bajo la mirada masculina, y en la mayoría son reducidas a condiciones simbólicas a partir de las capacidades reproductivas y sexuales de su cuerpo. Pero dentro
de dichas obras existen algunas que intentan de formas interesantes representar personajes femeninos complejos como es el caso de la adaptación de la novela homónima El bebé de Rosemary, de Ira Levin, al cine por Roman Polanski.
Un matrimonio joven se muda a un departamento en un edificio viejo ubicado en Nueva York, en el que anteriormente ocurrieron sucesos relacionados con brujería, pero el matrimonio parece no dar importancia a dicha situación. Rosemary es una mujer obediente, sumisa y con una personalidad muy dulce, su mayor anhelo es formar una familia, hasta que un día su esposo decide que es el momento de tener un hijo, eventualmente la vida de la protagonista se transforma de maneras inesperadas.
Es mediante elementos como el diseño de producción en los espacios cerrados que se construye la sensación de bienestar, incluso por medio del vestuario la película consigue construir un falso mundo perfecto y una “estabilidad” en la vida cotidiana de la protagonista, pero de una manera misteriosa va dejando indicios de que algo anda mal, paralelamente a esto las diferentes formas de violencia por parte de su esposo, de los vecinos incómodos y sobreprotectores, las imposiciones del médico que la hacen dudar de sus instintos; los espacios, la comida y su ropa se convierten en organismos casi vivos que también envuelven, torturan y consumen a la protagonista desde su mente entonces comienza a revelarse un horror inexplicable que se hace más evidente en sus sueños.
Aunque la historia es contada a través de los ojos de Rosemary y en algunas ocasiones el espectador sufre con ella, al final se tiene la sensación de ser cómplice de los sistemas opresores que torturan y despojan de toda autonomía a la protagonista y de esta manera
consigue generar una especie de crítica.
La película se estrenó en 1968 en ella la violencia se disfraza, es sutil y psicológica, es justamente una representación de la imposibilidad de muchas mujeres para decidir sobre su propio cuerpo y sus emociones, verla en la actualidad resignifica el horror de su contenido, en una era donde se lucha por el derecho a decidir sobre el cuerpo, la importante participación que tienen las mujeres en diferentes ámbitos de la vida social. la política, la ciencia y las artes, y la renuncia a los modelos tradicionales, más allá de lo sobrenatural, hoy no existe algo más horrible para una mujer que ser Rosemary.