El rey león representa el punto más bajo de un estudio que anteriormente era sinónimo de imaginación inagotable.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Titulo original: The Lion King
Dirige: Jon Favreau
Elenco: Donald Glover, Beyonce, James Earl Jones, Chiwetel Ejiofor, Seth Rogen, John Oliver
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 118 minutos
Los números no mienten, los ingresos de taquilla de El rey león posteriores a su primer fin de semana dejan entrever que a nivel global alcanzó el logro del billón de dólares a un nivel efervescente, más rápido que cualquier otra película del verano y eso le concede a Disney 6 películas en los puestos de las más taquilleras de este 2019, y de entre todas esta es la que quizás comience a tener números a la par de Avengers: Endgame.
La asistencia del público también se percibe dentro de redes sociales, porque los millones de asistentes van con la noción de cariño, situación que parecería inútil pero se debe remarcar como aparentemente invaluable si se quiere comenzar a perfilar al público que asiste con rigor a esta y otras películas que Disney presenta.
Si bien la idea de un remake no es una idea por la que se debería de desdeñar, sí se debiera plantear la idea del por qué se hacen de manera exitosa. Remakes exitosos hay, sólo basta con recordar proyectos como los de La mosca (David Cronenberg, 1986), La cosa (John Carpenter, 1982) y Caracortada (Brian de Palma, 1983), por mencionar algunos, que presentan una noción en común, que es la de recuperar una historia para una nueva generación.
Esto se hace siguiendo habitualmente los parámetros argumentales pero con suficientes variaciones como para justificar su existencia, quizás hasta en cierto sentido ser superiores a sus predecesoras o como acompañantes de un panorama más abierto dispuesto a ser analizado si revisamos la primera ocasión en que se hicieron. Por sobre todas las cosas, estas películas se presentan con la particularidad de ser independientes de su origen: no dependen de una alimentación previa del material ni tampoco están recalcando guiños o detalles de manera reiterada. Así se logran remakes que pasan la barrera del tiempo y que no sólo son materiales de extensión.
Esto es una serie de reglas inortodoxas que se han seguido por años, a menos de que te llames Disney en el nuevo siglo y que ahora es una calca de lo que fueron en el pasado, actualmente tiene una necesidad de hacer remakes por el afán de minar nostalgia de sus productos del pasado, y quienes han abandonado la idea de procrear ideas o adaptaciones nuevas, porque la idea de obtener ingresos le ha ganado más a la idea de hacer cine por amor al arte o por querer explorar los alcances dramáticos de la animación.
En el famoso estudio están encapsulados en un terreno autocomplaciente y por el cual la gente ha terminado por adoptar como la cruzada natural del estudio. Utilizan de manera descarada la imagen y promoción de las películas a las que intenta rehacer, suavizando la idea de que el espectador tendrá la misma experiencia que tuvo hace años, en un mundo en donde la nostalgia es imperativa en casi cualquier forma de entretenimiento. Eso es bastante peligroso, porque si de por sí no se contempla valorar al filme como elemento importante de la cultura popular a través de revisiones o reestrenos –situación que irónicamente era apoyada por el estudio en el pasado- se anteponen todos estos deseos y experiencias en películas que además son críticas del pasado.
En El rey león se intenta formular una especie de animación -a la que temen referirse como tal- hiperrealista, como si en algún punto de nuestra existencia alguien hubiese pensado que la película de 1994 necesitaba de leones reales para hacer entender su mensaje o para que los segmentos musicales tuvieran peso. Como película intenta plantearse en un terreno realista con leones sin características individuales que los hacen ser personajes, son leones indistinguibles uno del otro e inexpresivos como para entender sus sentimientos, un planteamiento que intenta ser formalista con animales que supuestamente cantan y hablan en voz humana con entonaciones diferentes a las expresas en sus caras y tienen problemas personales en una gran saga familiar.
El rey león original tiene ligeros problemas -¿qué película no los tiene?-, pero no necesitaba un remake y no necesitaba un upgrade a su animación, trataba de emular el proceso de enfoque y montaje realista como si se tratase de plantear un universo en donde esto es plausible, en donde esto se está filmando.
¿Acaso Jon Favreau entiende el lenguaje fílmico de El rey león y propone una puesta en escena igual de creativa? No, de hecho lo que hace es que la película pasa por estas nociones sin entender el impacto que generan, emulándolas de una manera perezosa y poco cautivante.
El rey león es una de las experiencias más lamentables que hayan tenido la fortuna de estrenarse en el cine. Es un producto carente de personalidad y propuesta, disfrazada de máximo valor de calidad que se conforma con un “lloré igual a como si fuera con la muerte de Mufasa”, exclamado por las audiencias; es decir, un juicio plasmado por la cinta de hace 25 años que le exenta de cualquier índice de crítica o señalamiento de preocupación en un recordatorio del desesperanzador camino que Disney ha tomado como principal modus operandi.