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La película de John Badhman es más que un referente de los setentas por su soundtrack, es un despiadado relato de soñadores en un mundo que no les da oportunidad.
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La música disco era el rey de los oídos a nivel mundial, y nada podía escapar a su estilo, es un género musical desechable porque para en ese entonces la situación era bastante jodida. La situación económica no tenía mucha esperanza, la tasa de desempleo se subió hasta los aires y era un tradicional acto de rebeldía por parte de la juventud establecida de la década frente a los años 60’s, cosa curiosa porque siempre existe este conflicto.
El mundo estaba envuelto en podredumbre moral, la pornografía estaba en todos los cines, las drogas sintéticas comenzaban a llegar y la sexualidad era algo que no tenía miedo de mostrarse o de generarse en espacios públicos, así que qué mejor música para escuchar que aquella que explotaba en felicidad, que sus letras eran más enfocadas hacia los genitales en forma de slang –o qué creen que significa tanto “funky” y tanto “boogie”- y de producción enorme.
Todo mundo quiso una pieza del pastel disco, y el primero en servirse en la industria fílmica fue Robert Stigwood. Stigwood no es ajeno a la música, precisamente él supuso el auge de la música disco, en un acto de alta traición, porque tras varias producciones musicales inspiradas en la música rock como Tommy y Jesucristo Superestrella decide dar el cambio, esto ya no vende. Stigwood va a aprobar lo que sea siempre y cuando sea barato, y tiene en mente que de esta forma puede comenzar a liberar un contrato que hizo con un joven que conoció en el casting de Jesucristo para la película de propaganda favorita de tus papás.
Tiene el interés, tiene el actor… pero ¿Dónde está la historia? Corte a: un artículo periodístico.
“Ritos tribales del sábado por la noche” de Nik Cohn es un relato que aparece en la revista New York el 7 de Junio de 1976. A pesar de ser un relato creado por un inglés, sobre la escena de moda en Brooklyn y totalmente falso a pesar de venderse como verdad en un asunto totalmente embaucador… captura algo interesante con la trama de sus personajes que sólo viven en un club nocturno llamado Odisea 2001, hay potencial de adaptar esta historia en una película, en uno de los primeros casos de adaptación fuera del contenido literario tradicional.
Robert Stigwood ve más a su proyecto de ensueño con ansias millonarias, y siempre presionando a su equipo, llegando a despedir al primer director por su más reciente nominación al premio de la Academia por una tal Rocky, y este tipo de nombre John G. Avildsen ha puesto a sudar al joven para que tenga un físico envidiable… no se puede perder más tiempo. Sin mucha fanfarria, Stigwood consigue a John Badham, quien llega al set a dos semanas de inicio de grabaciones, y queda encantado con el joven que ha pasado de ser una estrella de televisión barata, a un joven Adonis.
Fiebre de Sábado por la noche tiene una de las mejores introducciones de la década. La película carece de sonido claro mientras unas tomas aéreas de Nueva York llevan a Brooklyn, en donde de pronto un tren sucio ataca la pantalla con ruido estruendoso, y ese chirrido de metal a punto de destartalarse muta a Stayin’ Alive, junto con el nombre de John Travolta y a Tony Manero caminando todo suave, por las calles.
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Este tipo, es todo: es seguro de sí mismo, guapo, voltea a ver a las mujeres con deseo coqueto, y ellas no le hacen caso por ser un patán italiano que carga un bote de pintura. Tony evade la realidad de regresar al trabajo, y prefiere ir por la calle cargando el encargo que debe llevar a la ferretería en donde labora, prefiriendo comer una pizza, o emocionarse de ver unos nuevos zapatos en los estantes, con precios algo elevados para su paga.
Tony vive con su familia, también de descendencia italiana y conservadora que lo ven a él como el demonio, porque no aporta nada a la casa, y también porque no sigue el ejemplo de su hermano, quien es un reverendo… pero a Tony no le importa eso, porque
Tony será tratado como pocilga en su hogar, sin respeto o cariño, pero en el Odisea 2001, él es el rey: todas las mujeres quieren acostarse con él, y todos los hombres quieren ser como él para que las mujeres se acuesten con ellos.
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La vida de Tony no tiene retos, hasta que en una habitual noche de baile, ve a una mujer que se mueve al mismo nivel de pasión que él, por lo que decide intentar acercarse a ella con tal de entrar a un concurso de baile en donde podrían obtener un jugoso premio, pero en realidad es para demostrar que Tony, Tony es algo más.
Fiebre de sábado por la noche es una gran película olvidada por la cultura popular. Se le da un lugar mediocre gracias a su música dentro del género disco; en noviembre de ese mismo año saldría el soundtrack de la película y se volvería un éxito en ventas, por lo que la comercialización de la película estaría basada en el álbum, llegando a editar una versión fílmica para “toda la familia”.
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Lo cierto es que formula el auge del género como algo secundario para hablar de un hombre atrapado en la monotonía de su vida, y el asco que le produce estar en medio de tanto desagrado. Tony es un dios en todo, pero él no quiere ser visto como dios en un lugar donde no podrá crecer, tampoco de manera curiosa quiere ser ese símbolo de deseo, él quiere ser comprendido a través del único arte que sabe hacer: bailar. Sin embargo, sufre de la presión sexual que lleva su sangre italiana –curioso considerando que es proveniente de una familia conservadora- y de sus amigos que son unos imbéciles sin futuro.
Y John Travolta hace un espléndido papel. Se muestra como un imbécil, que prefiere sentir orgullo de ya no ser el patán de su familia gracias a que su hermano adjudica a la vida religiosa, y que no tiene sentimientos empáticos hacia su pareja de baile, es un hombre que mastica con la boca abierta, pero en el fondo sólo quiere una redención. Y es genial, porque se muestra agresivo para omitir su vulnerabilidad.
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Así mismo, Stephanie Mangiano dista de ser el tradicional rol de chica enamorada. No siente nada por Tony, a lo mucho lástima y después comienza a comprenderlo, pero jamás entra en el terreno de lo romántico o de la tensión sexual, Karen Lynn Gorney se ve más grande que Travolta, y su Stephanie es madura, trabaja y tiene aspiraciones, le sirve de guía para que este pueda decidir de una vez por todas a escapar de ese Brooklyn sucio, lleno de pandillas y mujeres que sólo se fijan en su atractivo sexual.
Mujeres trágicas como Annette, quien de verdad quiere conectar con Tony, pero la única manera como cree poder hacerlo es a través de las insinuaciones sexuales que ve que funcionan en su grupo de amigos. Donna Pescow hace una mutación más complicada que la de Travolta, porque decide subir de peso, tener un corte de pelo horrendo y todo para que su Annette se sienta a primera lectura como un personaje detestable, esa que anda rondando por los pantalones de Tony, pero tiene valor el haber decidido hacer eso sobre todo en la época y sobre todo tratándose de una mujer que jamás volvería a la pantalla grande, porque su personaje es lastimero y tiene una resolución extremadamente triste.
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Hacia al final, Tony abandona todo: a su familia, a su hermano que piensa que tiene potencial, a sus amigos que ya no le importa lo que pase con ellos al mostrarle el lado más oscuro del ser humano, y termina buscando consuelo con una persona que estuvo a punto de dañar en extremo. Es real el drama, jamás va por los sentimentalismos, e incluso el final es de consuelo
Sí, esta es una película opuesta a lo que la opinión popular ha realizado de ella, no sólo son secuencias de baile sin sentido. Aquí se reflexiona de manera importante sobre la sexualidad de la época, del uso de las drogas, y al final de todo, del empoderamiento del baile como una expresión y desahogo de los más necesitados, y ves sexo, violaciones, peleas, en un drama atrevido opacado por un disco lleno de hombres peludos y falsetes.
Dejemos de vivir en el engaño: Fiebre de sábado por la noche no es la semilla de parodias que tiene el infortunio de contarlas hasta el infinito: es una obra maestra, que replantea la posición y justificación de un género que irónicamente todos asociamos como el punto cumbre, pero que a partir de la película, iría cuesta abajo y ninguna otra película tuvo el atrevimiento de narrar el descontento de la nación no al género, sino a su vida.
Es un éxito proveniente de un producto para explotar el éxito de una tendencia, y no debería de servir pero lo hace y a nivel extraordinario, pero supongo que es más fácil recordar esas escenas de baile, en donde Tony es la envidia de tíos borrachos y de nuestra generación, que a 40 años de su estreno, viven cada fin de semana un remake eterno de la película de John Badham.
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