Historias hechas poesía visual
Uno de los aspectos más importantes que vale la pena mencionar acerca del nuevo cine en México es la exploración a los temas y formatos poco convencionales, a la muestra de los rincones más escondidos de nuestro país, que aunque son fastuosos para nuestros ojos, muchas veces pasan totalmente desapercibidos. La esquina del mundo es un cortometraje que se exhibe en esta edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato, filmado en Mazunte, Oaxaca, y obra del director mexicano Mariano Rentería Garnica. Un relato de perfección visual en donde dos hermosas historias se cuentan mediante dos dimensiones inversas, pero igualmente hipnotizadoras, el mar y la montaña.
Con tan sólo 26 años, Mariano ha realizado ya tres cortometrajes y se encuentra actualmente en proceso de preproducción de su primer largo, el cual lleva escribiendo desde hace un año. Con su trabajo, le ha prometido al cine nacional una mirada poética excepcional.
ENTREVISTA
¿De dónde surgió tu inspiración para realizar este cortometraje?, ¿Tienes una relación especial con el mar?
Mi relación con el mar siempre ha sido de miedo y de fobia, yo creo que por eso mismo también me atrae mucho y este cortometraje es sobre la historia de dos personajes que conocí en un viaje, quienes tienen una relación muy especial con el mar que yo no tengo, o no tenía hasta ese momento. Mi interés era a nivel visual, cómo podía contar quizá no una historia como tal, sino una serie de acciones y sucesos que tienen ellos en su vida diaria, en este espacio que a mí me parece súper peculiar.
Es la parte más al sur de México en la que puedes estar y es un lugar impresionante a nivel del paisaje que te otorga y quería mostrar su ritmo de vida. En ese lugar, es casi una cualidad geográfica y arquitectónica en la cual el tiempo parece pasar más lento y quería mostrar cómo los personajes lo pasan en contra a como lo paso yo en la ciudad. Viven una dinámica muy diferente a la mía y mi interés era a eso que me da miedo y un cariño muy grande por estos personajes que conocí. Quería contar visualmente una historia muy válida de sus vidas, en donde trabajan pero también sueñan y todas sus referencias ideológicas provienen del mar.
¿Cómo fue tu acercamiento con estos personajes?
El corto es sobre una niña que trabaja en las montañas y un pescador que pesca a pulmón en mar abierto con arpón. Los conocí en ese viaje y para el cortometraje nos fuimos a Mazunte con un inicio de guión, pero parte del tiempo era no filmarlos y estar simplemente con ellos conviviendo, ser parte de su vida de cierta forma y así pude acercarme a ellos, no con una cámara como tal; platicándoles obviamente mis pretensiones, pero me interesaba más la parte de interactuar con ellos para que hubiera esa confianza entre nosotros. Al fin de cuentas creo que es una de las dinámicas del documental, la interacción con los personajes, y creo que se basa en la convivencia previa, en este caso fue muy orgánica.
¿En cuánto tiempo lo filmaste?
En un mes, más o menos, incluyendo el tiempo con ellos el cual fue fundamental, porque en los días del rodaje ya había una idea más clara a nivel de estructura sobre qué se iba a ver y cómo se iba a ver, en ese proceso fue cuando salieron estas cosas que no tenía muy claras.
El cortometraje está lleno de tomas hermosas dentro y fuera del mar, ¿cuáles eran tus pretensiones fotográficas?
No está dicho a manera de texto pero hay una cuestión con la fuerza del mar. La fuerza física y visual y el impacto que tiene a nivel de color y dimensión que yo quería dejar muy marcado en el cortometraje. Este asunto de las dimensiones, lo grande y lo chico, y la escala humana. De cierta manera, esa forma en la que los personajes están en lugares inmensos y éstos se los comen, las escalas, los colores, la niña parada en la montaña… Nos enfocamos mucho en cómo se debía ver la imagen para serle fiel a esos espacios.
Debajo del agua fue otra gran labor porque cada personaje habla de cómo lo afecta su entorno y el pescador pasa casi todo el día debajo del agua y era importante ver lo que él ve. Yo filmé algunas escenas pero tuve un golpe de calor y no pude seguir y el productor lo hizo al final. Fue difícil porque el mar estaba picado, pero el espacio del pescador requería tomas subacuáticas y la niña, en las dimensiones de la inmensidad de las montañas, y buscamos colocarla ahí y narrar su historia.
También creo que no es sólo sobre tener tomas increíbles, sino funcionales. La lógica que seguimos era la de la escala humana, grabamos mucho material pero no iba en este proyecto. En el corto hay ciertas reglas que definen el estilo y era importante para nosotros decidir que sí y que no, mucho material increíble no se usó porque no funcionaba para lo que se quería contar.
¿Cuál es la enseñanza que te ha dejado tu propia experiencia hasta el día de hoy?
El cine es un viaje, es embarcarte en cosas que no sabes. A partir de la fobia se construyen cosas también y creo que eso es lo interesante, y en la experiencia nunca terminas de aprender. Este es mi tercer corto y me interesa mucho el formato porque puedes ir descubriendo la forma de usar el lenguaje, usarlo en una manera en que puedes errar, pero el cine se construye en tomar decisiones y la experiencia tiene que ver con ese ímpetu de decisión, la vida está llena de eso.
El cine tiene un reflejo directo en mi vida, yo no pienso todo el día en el cine, veo mucho cine, pero independientemente de ayudarte como autor, va abriendo tu abanico en la experiencia misma de vivir y creo que va en ese sentido del aprendizaje.
En esos pocos o muchos años faltan cosas, pero son viajes que te pueden llevar a muchas más. Como lo veo, no tienes tú la decisión final sobre a dónde te van a llevar las cosas que haces, pero vale la pena tomar esos riesgos, abrir el abanico.