Han pasado 60 años de Psicosis y el mundo del cine aún no se recobra del golpe que Alfred Hitchcock realizó con su obra más discrepante y a la vez, más influyente de toda su carrera.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Psycho
Director: Alfred Hitchcock
Elenco: Janet Leigh, Anthony Perkins, Vera Miles, John Gavin, Jeanette Nolan
País: Estados Unidos
Año: 1960
Duración: 109 minutos
No hay duda que 1960 es un año revelador dentro del género del horror, es un cambio de página a las formas de hacer cine del género, atrás han quedado los monstruos atómicos que generaban incertidumbre de los cincuentas, Universal Pictures termina languideciendo frente a sus legendarios monstruos para dar paso al erotismo –y color- de las producciones del mismo nombre de parte de Hammer Productions, y en vista de que ni los hombres lobos, ni Drácula, ni Frankenstein van a generar espantos, el género comienza a indagar otros terrenos que antes eran tabú, y para ese momento… lo siguen siendo.
Existe un hilo conductor en Los ojos sin rostro de Georges Franju, Peeping Tom: El fotógrafo del crimen de Michael Powell y nuestro orgullo nacional El esqueleto de la señora morales de Rogelio A. González: son películas que se aproximan en una visión de aberración moral que critica al sistema, pero que también les da una identidad a sus protagonistas cuales fueran un lobo con la piel de oveja, son películas que siguen la línea de desarrollo de Fritz Lang con M (1931), de entender las acciones del villano. De las mencionadas la obra de González es quizás la única que obtiene éxito masivo, las obras europeas reciben escarmiento masivo: Franju entregaría una obra sensible con uno de los personajes más lastimeros del horror, pero frente a la percepción de tratarse de una película más visceral de lo que era en realidad, termina dividiendo a críticos y audiencias –siendo los primeros incapaces de mencionarla como una obra del género- e importándose a Estados Unidos con una doble función de serie B. El caso de Powell sería mucho más trágico, borrando su nombre dentro de la historia del cine inglés cuando bien se trató de una de las figuras más emblemáticas dentro de la industria… Powell sólo obtendría un trabajo posterior a la realización de Peeping Tom, orillado a exiliarse a Grecia para continuar con su carrera.
Claro que todos estos nombres palidecen en relación al canon norteamericano –que, seamos honestos: siempre suele tener más peso en los registros históricos- porque Alfred Hitchcock también se prestaba en esa ocasión para querer romper paradigmas dentro de la industria que lo tenían cansado. Hitchcock al igual que los otros directores quiere ponerse retador, viendo con recelo las películas que otros artesanos del horror pueden realizar sin tapujos de censura o egos presentes en artistas de cheques gigantes o productores preocupados por su dinero. Por ello, la idea de que pase de Intriga Internacional –la película que lo reposicionaba dentro de la taquilla mundial tras varios fracasos- a un proyecto más idealizado para la talla de William Castle, producía también una revolución en su realización.
Psicosis es un filme que ha formado parte de la identidad popular de la concepción cinematográfica del siglo pasado, no son palabras mencionadas a la ligera: se ha logrado fecundado en la psique y memoria de audiencias y cultura popular a la par de figuras –por poner ejemplos- como la del El vagabundo de Chaplin o las Escaleras de Odessa de Eissestein, proyecciones mentales que incluso si no se han visionado, son reconocidas y celebradas.
Todo en base a una película que justo como su catalizador de desprecio formado por su director, busca saltarse las reglas previstas por el cine norteamericano, y es que pensar en que Psicosis plantea cosas inauditas para la sociedad norteamericana risibles como mostrar un inodoro o incluso un ombligo, la aproximación sobre la sexualidad parece trazarse como un ataque de magnitudes atómicas.
Psicosis se maneja con tres protagonistas que desafían las concepciones de feminidad. Marion Crane (Janeth Leigh) no es precisamente la mujer amada dentro de un núcleo familiar prototipo de la década, ni siquiera la ensoñación de una amante servicial que se esconde tras la felicidad de la aparente sociedad norteamericana. Es una mujer segura de su poder y vigor sexual, que tras el coito reclama a su amante la falta de realidad que presenta su relación; Marion podría pasársela quejándose y viviendo bajo esta sombra o mandando todo al carajo, pero las circunstancias la hacen presa de un dinero que responde a todos sus problemas, es aquí que los dioses del destino la formulan como una mujer vil por su acción pero que entendemos en totalidad, a tal grado de que la película llega a cuestionar la seguridad presente en figuras como la policía.
Naturalmente Marion evade estos momentos con torpeza por un plan concebido en caliente, pero así como las circunstancias la arrastraron a una opción fácil de solucionar, Psicosis no olvida que esta modalidad de fortuna se puede presentar de la manera más grotesca. Marion ocupa la mayoría del filme y su protagonismo sin abandonar la cámara que registra su actuar hasta la llegada de Norman Bates (Anthony Perkins), el primer hombre presente que ocupa la atención no como personaje secundario, y que al igual que la mujer del robo, es ajeno a los estándares propuestos porque Norman se presenta como una figura carente de masculinidad portentosa, un hombre agradable y jovial pero de extrema timidez y mirada perdida, que encuentra en su invitada una oportunidad de alegrar su entorno de extrema soledad.
Es muy probable de que la aparición de Norman Bates que dista mucho del libro –quien es un hombre obeso y desagradable- se muestre más para generar una falsa seguridad entre la audiencia y entre las acciones de Marion, porque de ahí en adelante lo que reside en Norman es un oscuro personaje víctima de la madre fálica, que lo arrincona en su andar patético apoyado con grandiosa capacidad y naturalidad por parte de Anthony Perkins, es así que Norman es víctima y victimario, un monstruo para los ojos de la audiencia de ese tiempo, un fenómeno de circo para los menos incautos, pero que de manera gradual reciben la información dentro de sus cabezas sobre el incesante interés de Psicosis en evaluar las acciones de Norman, quien en otro acto de reforma fílmica se vuelve el protagonista, y a la par de la desaparecida mujer del inicio, no queremos que caiga en malas manos. Esto incluso es inaudito para Hitchcock, quien no era ajeno a mostrar personajes de tendencias mórbidas y psicópatas, pero que pocas veces decidiera darles énfasis sobre su actuar.
Estos esquemas ambiguos en moralidad presentes en Psicosis plantean una visita al filme que siempre se siente fresca, porque en realidad sí genera una relación de afecto con los presentes durante los dos primeros actos, sólo para después hacernos reevaluar nuestras decisiones para el tercero. El hecho de que aparezcan 3 personajes de pronto a escena, son para que tengamos que resolver el misterio presente en Psicosis y a través de Lila Crane (Vera Miles) presenta su última figura femenina de una forma más sutil: otra mujer aguerrida como su hermana, quizás más por la necesidad de resolver su desaparición frente a hombres inútiles que estorban su investigación, Lila se revela como la final girl y es ella, quien aparece en los momentos de Psicosis en donde esta adquiere los tintes de una casa del horror.
Estos son apenas parte de una constelación de temas que Psicosis demanda que quieras percibir y es algo que con el tiempo uno va definiendo, encontrando, y hasta discerniendo… pero no ocurre a la primera ocasión. Mentiría si dijera que Psicosis se muestra con todas estas cartas a la primera, o por lo menos eso pasó cuando la vi de niño. Creo que ese fue el mejor momento para verla, porque la identidad temática de la película se reducía a sensaciones más básicas e instintivas, y en ese término es increíblemente aterradora. Los retos argumentales siguen sorprendiendo, e incluso para ese momento sientes la burla que esta te hace al hacerte pensar que el dinero va a ser un dato de vital importancia tras masacrar a una mujer en una escena que sientes más vivencial de lo que es y que te deja con los pelos de punta.
Pero probablemente el punto más grotesco ocurra precisamente en el desenlace: acabas de ver un cadáver inusual porque no es un esqueleto barato sino una figura de sonrisa perfecta entre la putridez de su superficie, y recibes la información que para ese punto agradeces por parte de un “experto”… sólo para terminar de oír a la mujer con la que habla Norman en todo momento, una figura espectral que ahora escuchas con la aparición de otros personajes, lo que te hace sentir más confundido de si esta es real, o es parte de la imaginación del pobre diablo, o la vocifera.
La respuesta nunca la recibes de manera directa, porque como has estado acostumbrado a recibir burla directa del filme, esta última ocasión no es la excepción: Norman te mira, mira tu alma, mira que estás solo en tu cocina viendo una película a escondidas a altas horas de la noche… y esboza una risilla cuando su madre dice que no mata ni una mosca, mientras la película pasa al auto del pantano, para que puedas ver unos segundos a esa figura descompuesta posee al hombre: Norman, Madre, madre e hijo, una sola persona… todo este tiempo te han estado engañando. Y de manera abrupta te quedas pensando en esto, deseando que quizás esto sólo sea un producto de las películas, porque tu inseguridad presente ante el mundo te hace pensar si acaso te has topado con un Norman Bates; eso, es algo que incluso siendo adulto no te va a dejar dormir en paz.
Felices 60 años a Psicosis.