Fernando Meirelles dirige un filme cómico repleto de reflexiones de la religión y el camino, a través de las dos figuras más representativas del catolicismo del mundo moderno.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: The Two Popes
Dirige: Fernando Meirelles
Elenco: Jonathan Pryce, Anthony Hopkins
País: Reino Unido
Año: 2019
Duración: 125 minutos
Cada que una biopic aparece en el horizonte fílmico es inevitable el pensamiento que uno pueda generar respecto a las intenciones y limitantes que el presente proyecto va a querer empujar, porque habitualmente estas películas terminan en un terreno de lo complaciente, similar a todas las demás obras del mismo estilo.
Excepciones claro que las hay pero por cada Ken Russell que inseminaba la esencia de un personaje histórico en una hecatombe fílmica que poco tiene que ver con su vida y obra o un Todd Haynes que enfoca sus esfuerzos por encontrar razonamientos a una figura a través de su arte que otra cosa, las demás están casi concebidas en cortes generados de manera automática e intencionada… y claro que esto es por la poco sutil razón de obtener estatuillas doradas de temporadas de premios, no por nada dichas películas tienen la costumbre de estrenarse justo por estas fechas.
Al final mucho tiene qué ver –como casi toda obra- en la capacidad creativa tanto del guionista y director en turno, y en el caso de Los dos papas, lo que tenemos es a un dúo un tanto dispar.
El problema latente en Los Dos Papas (The Two Popes), radica en su guión; Anthony McCarten –la persona encargada detrás de Bohemian Rhapsody (Dexter Fletcher, 2018) y que con ello nos deja entrever un conformismo generado a la hora de representar diálogos indulgentes y expositores- es muy irregular a la hora de encaminar las discusiones de los dos protagonistas, apuntando en un principio a un choque de ideales y cuestionamientos respecto a la iglesia que sí llegan a establecerse en ciertos momentos en donde la película se vuelve más interesante, pero más allá de esta propuesta de reflexiones jamás llega a desarrollar de manera satisfactoria estos temas… o por lo menos no si no te llamas Bergoglio.
Para tratarse de una película titulada Los dos papas, es muy poco lo que terminamos conociendo a Joseph Ratzinger, ocasionalmente caricaturizado como un hombre terco, cuyas aproximaciones difieren de las del argentino, y quien nunca obtiene un momento como el de la figura actual de la iglesia católica que deja entrever su pasado y conflictos respecto al servicio de Dios. Termina siendo más notoria la falta de aproximación de la otra figura en especial con los temas de los crímenes sexuales de sus miembros cometidos a menores de edad, y en determinado punto de las discusiones, ocurre una revelación que lejos de ser la esperada ocurre en silencio, para jamás volver a retomar dicho tema.
Y a pesar de ello, Fernando Meirelles logra sacar el proyecto con un interés hábil. El director deja claro que su fascinación e interés por la figura de Bergoglio, quien no deja de mostrar como una figura que se encara frente a los tradicionalismos de la iglesia católica y de la cual cree que presenta un camino de fe auténtico y noble; junto a César Charlone -su director de fotografía- Meirelles decide plasmar a Bergoglio y su vida con diferentes aproximaciones visuales, que van desde flashbacks blanco y negro con relación de aspecto diferente a la establecida, o la decisión de encarar a los encuentros con los dos religiosos apoyado de una cámara en mano, simulando el docudrama.
También es que Anthony Hopkins y Jonathan Pryce elevan esos momentos, gracias a una química entre los dos y diferencias respecto al tratamiento de sus personajes. Hopkins como Ratzinger es un hombre caído que no parece encontrar sentido religioso, salvo por la historia de Bergoglio, un Pryce inigualable no solo por su parecido físico al papa, sino por sus gesticulaciones y miradas sensibles que flagelan al espectador por su autenticidad.
Los dos papas tiene una clara intención propagandística para la iglesia y su representante, pero es través de su director el que termina inyectando algo de entretenimiento sobre la historia de su protagonista y el escenario imaginario de ver a dos personas tan elocuentes y tan finadas en su labor, interpretar su trabajo y visiones con toques de humor y fragilidad.