Hay dramatizaciones caricaturescas en la nueva película de James Mangold, pero estas son piezas que rememoran los viejos tiempos en donde los autos eran sinónimo de proezas fílmicas.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Ford V Ferrari
Dirige: James Mangold
Elenco: Christian Bale, Matt Damon, Josh Lucas, John Berthal
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 152 minutos
La mayoría de nosotros no somos aces de la conducción, cuesta trabajo aceptarlo pero en realidad utilizamos el automóvil como un medio de transporte que se enfrenta a largas colas de tráfico y constantes fallas mientras nos aferramos con tedio al volante, esperando llegar a nuestras casas de nuestra rutina laboral, y es por ello que de vez en cuando en medio de esas filas interminables volteamos a ver autos que nos asombran, que son hermosos, son más limpios que el nuestro y rugen con un motor creado para la vida veloz; ver estos demonios bólidos de cerca nos hace pensar en nuestra paradigmática realidad, porque son parte de una fantasía palpable, pero que se plantea frente a la realidad de tener un auto así con tanta facilidad en nuestra vida, un privilegio la mayoría del tiempo.
Los que no pensamos gastar una cantidad exorbitante de dinero en un auto, tenemos al cine como –sin ser sorpresa alguna- otra ventana de escape de la realidad, y ahí es donde por la cómoda cantidad de un boleto, somos testigos de personas a bordo de los autos de nuestros sueños. El subgénero de autos en estos tiempos parece haber sido olvidado, relegado a la franquicia de Rápido y furioso, la cual si uno no la encuentra atractiva se le puede encontrar fastidiosa, cada vez más interesada en la apuesta de los siempre sonados universos cinemáticos y el más presente abandono del auto como elemento de fascinación, primordial en las escenas de acción creados por dobles temerarios.
De vez en cuando un proyecto sale a escena con un abanderado de estos elementos del pasado, de una vieja escuela de filmación, Contra lo imposible (Ford V Ferrari) de James Mangold es esa película, una que llega a nuestro con un título por demás genérico e innecesario, que hace que se pase por desapercibido el hecho de que su nombre original –y trama- es acerca de la batalla que Ford y Ferrari, titanes de la industria automotriz, tuvieron durante los eventos de Le Mans del año 1966.
El guión de los hermanos Butterworth y Jason Keller toma esta anécdota para concebir un filme del género de deportes que emplea todas las cartas del género, sea desde una simplificación del lado del contrincante que no pasa de ser un villano italiano sin alma ni aparentes convicciones, la glorificación del lado norteamericano respaldados por un carismático Henry Ford II (Tracy Letts), al que no se le llega a cuestionar nada y es visto como una figura de leyenda y poco cuestionamiento, y el típico choque de ideas entre los libres de espíritu como Carrol Shelby –Matt Damon– y Ken Miles (Christian Bale) frente al insoportable Leo Beebe –un Josh Lucas que llevaba años sin aparecer en una película- de pensamiento cuadrado que no puede concebir que un “mugroso beatnik” sea la figura campeona, y a pesar de ello Mangold posee un auténtico interés en el proyecto, un interés nostálgico.
Esta nostalgia la podemos percibir en el aura de respeto que tiene hacia el personaje de Ken Miles absolutamente nuestro protagonista, un hombre reacio y con necesidad de demostrar en ser el mejor, pero un padre cariñoso y que recibe el apoyo de su esposa e hijo, quienes parecen entender su filosofía de velocidad y triunfo y le apoyan. Si la película se vende como la relación entre Miles y Shelby, esta en realidad no tiene tanto peso en el filme, el corazón de Contra lo imposible yace en las numerosas escenas de Miles y su familia disfrutando de la vida de 1966 que para ojos modernos resulta marchita, pero Mangold dirige estos momentos con calidez y cariño, en gran parte por la actuación de Christian Bale, quien hace años no volvía a tener un acento inglés y aquí se encuentra desatado, además de tener una apariencia sudada en todo momento, con un Miles agresivo frente al mundo que no lo entiende.
Sorpresivamente esta nostalgia se asimila en la forma de dirigir de Mangold de manera orgánica. No sólo logra recrear escenas de carrera con autos reales la mayor parte del tiempo, sino que estas adquieren un ritmo emocionante con un montaje del cual parece –y estoy bastante seguro de que lo hace- alimentarse de Meteoro, el ánime de la misma época sobre un conductor de espíritu similar al de Miles, y cuyas escenas de carreras eran cortadas por planos detalle de los cambios de velocidad o el acelerador, o el rostro de su protagonista para pasar a la acción frenética, a eso se le puede agregar un score musical de parte de Marco Beltrami y Buck Sanders, quienes canalizan un estilo que emula el sonido de Lalo Schiffrin, Matt Munro y Quincy Jones.
Contra lo imposible es una película de casi tres horas que no se percibe y que para su tercer acto ofrece un entretenimiento de primera que para los estudios ensimismados por hacer películas del mismo calibre, pocas veces se animan a realizar películas de esta calaña.
Hay nostalgia y eso no se le niega, y es probable que el tema sea ajeno a generaciones modernas, pero para aquellos que pasaban los domingos con sus padres arreglando el auto familiar, viendo las carreras y compartiendo una gaseosa de vidrio, estos sentimentalismos adquieren una forma muy inusual porque de todas las cosas que le pueden tachar, lo que no llega a ser es deshonesta.