Uno de los casos más peculiares de material reencontrado en nuestros tiempos recupera un espacio y momento importante de la historia fílmica de Irán, del cual ya podemos tener acceso y disfrutar, una alternativa del tono gótico.
Nuestra relación con el arte siempre irá dentro de las capacidades por asombrarnos y dejarnos una huella indeleble dentro de la memoria del asistente o audiencia… o por lo menos eso creemos que tiene como salvaguarda. La realidad es que toda corriente de arte expresa, tiene una condición de fragilidad en cuanto a su existencia física, mucha de la cual solamente hasta el siglo pasado nos dimos a la tarea –como humanidad- de recuperarla y archivarla para futuras generaciones, dejando una cantidad increíble de arte, en el mejor de los casos dentro de un limbo en donde la gente puede recordarlo pero no hay registro para su disfrute, y la mayoría del tiempo como una mancha dentro de nuestro pasado.
Una mancha que la mayoría del tiempo, también viene relacionada con la condición humana. Individual y grupalmente, el humano odia arte, le incomoda el arte, quema arte, desaparece arte, explota arte. Piensa que borrando arte su postulado dominante quedará inmune de la crítica o posible burla de algo al que ve como el bufón incómodo de la corte del cual busca a como dé lugar cortarle la lengua para que no profese más.
De ahí que exista una emoción o curiosidad por este llamado lost media del cual, hay un montón de organizaciones que datan dichos casos y que incluso dentro de Youtube no es extraño ver canales dedicados a narrar estas pérdidas y, de manera más esperanzadora, relatar los esfuerzos casi sobrehumanos en recuperarlos para la posterioridad. Aunque uno de los casos más recientes, y quizás el más escandaloso en cuanto a lo que refiere y cómo terminó, es uno que no se está mencionando y lo cual, pues es una cruenta pérdida igual de notoria que cuando desapareció.
Mohammad Reza Aslani es un artista bastante completo. De formación dentro del campo de la pintura y la poesía, Aslani terminaría asociado al cine curiosamente tras su labor como diseñador gráfico por la cual terminó concibiendo el logotipo de Televisión nacional y radio de Irán –Por sus siglas en inglés NIRT- por el año de 1971, para pasar a ser el encargado del departamento de arte de diversas producciones de la televisora. El alcance de NIRT para mediados de los setentas, es nada lejos de extraordinario; contaba con 14 centros de producción y contaba con cobertura en cerca de 88 ciudades dentro del país, algo cercano a un 60% de la población de Irán. De Ahí que las aspiraciones de NIRT fueran la de educación dentro de la sociedad Iraní y con lo cual, contó con una libertad respecto a sus colaboradores e innovadores, de entre los que se contaban con diversos poetas y filósofos del país.
Aslani daría el salto de producciones televisivas a la pantalla grande en 1976, cuando dirigió El ajedrez del viento, película que además escribió, y que contó con un apoyo sobresaliente en los aspectos técnicos (como la fotografía de Houshang Baharlou y Houri Etesam en el departamento de arte, el primero de sólo dos créditos que tuvo en su carrera). Todo apuntaba a que El ajedrez del viento tendría relevancia cultural y popular considerando que Aslani recibió cobijo también de Bahman Farmanara, uno de los productores más sobresalientes del país y que ese mismo año estaba supervisando la superproducción de El desierto de los tártaros de Valerio Zurlini… pero El ajedrez del viento llegaría en vísperas del cambio sociopolítico de la Revolución Iraní.
Hasta donde se conoce El ajedrez del viento sólo tuvo una función durante su estreno, para posteriormente ser quitada de las salas de cine, y así ofuscar la carrera de Aslani (que en realidad sólo la terminó dificultando, este se movería a terrenos más experimentales y documentalistas por años). Desgraciadamente El ajedrez del viento no contaría con el respaldo de su productor, y Aslani no obtuvo acceso del negativo al que se consideró perdido… hasta hace unos años. El hijo de Aslani dio con la copia original de El ajedrez del viento de entre todos los lugares, en un bazar de segunda mano. Rápidamente lo consiguió y la película se trasladó fuera del país para llegar a manos de La fundación del filme de Martin Scorsese, y con este negativo se supervisó una restauración en 4K, apoyado por Aslani y Baharlou, y dinero otorgado de parte de George Lucas.
Es un gran esfuerzo que el día de hoy se puede disfrutar a través de la plataforma de Mubi, pero siempre queda esa duda de ¿Por qué fue tan repudiada hace ya casi 50 años? Lo primero que sale a resaltar de El ajedrez del viento, es que se trata de una película de horror. El horror claramente es uno de los géneros que más se someten a una instrospección del público que constantemente le limita como uno de simple sustos y efectivista, pero creo que el género ha logrado mantenerse en vigencia no solamente por la conección inmediata entre audiencias y lo presente a escena, sino también por ser uno de donde hábilmente se guarden postulados y críticas de la condición por la que viven los realizadores. El ajedrez del viento funciona como una especie de remake del clásico francés de Henry Georges Clouzot, Les Diaboliques (1955), un remake que además logra encima de llevarse de una forma bastante fiel, inyectar ciertos elementos que, considerando el entorno cultural de donde se formuló, resulta un gran escándalo.
Aslani interpreta la historia de una familia millonaria en constante decadencia y destrucción interna por una herencia, como una que sucede a reservas de una mansión gótica, capturada de forma impactante por la fotografía de Baharlou, quien opta por una cámara extremadamente fija y una iluminación de interiores naturista que realza un color ocre de aparente vigor y finura, que contrasta con ciertos cuartos a los que les otorga un tono naranja infernal agresivo, y los exteriores completamente personificados a través de un coro de mujeres lavando ropa constantemente. Es precisamente estos momentos lo que nos parece dar una revelación anti sistémica y de descontento del vox populi quien utiliza este drama de gente alejada de las condiciones del día a día como una forma de divertimento y goce a partir del chisme de lavanderas.
Y mientras esta condición de desconexión entre la realidad y lo que ocurre dentro de un espacio interno, quizás lo más atrevido dentro de El ajedrez del viento, es que sea una película de una aspiración y entendimiento a la mirada femenina. Khanon Kouchak (Fakhri Korvash) y su sirvienta interpretada por Shoreh Aghdashloo son las únicas mujeres que dentro de un espacio en donde los varones interceden los intereses de una casa en decadencia, planifican una posible salida para sus propios intereses, y de la cual existe una complacencia de parte de Kouchak, la cual invalidada por su salud y silla de ruedas, encuentra divertimento sexual de formas alternas no solamente dentro del contacto genital, sino el alejado de las normativas de un mundo dominado por hombres que las ven como trozos de carne inalcanzables.
El factor de presentar personajes lésbicos en una película iraní cargada de un flujo de sensualidad sugerente –jamás presentado de forma gráfica- encima de un crimen pasional justificado por las desgracias que ocurren a la protagonista, y el decadente mensaje del sistema dispuesto a ser canibalizado y dejado a la deriva en un inmenso salto de tiempo de principios del siglo hasta el ahora de su momento, son factores por los que El ajedrez del viento fueron catastróficos y condenas claras de su olvido nacional.
Esta es una gran película dentro de las condiciones de lo gótico. Es ciertamente lenta en intención con una cámara rígida pero esto le da un énfasis en su dramatismo, también exacerbado por los movimientos cuasi teatral de las protagonistas de una clara connotación expresionista del cine mudo. De hecho no es extraño considerar que El ajedrez del viento encima de poseer las influencias del cine de Clouzot se perciba la decadencia de Luschino Visconti o de la expresión poética de Sergei Parajanov (otrora paria del cine dentro de su propia cultura e interesado por alejarse dentro de las convenciones del realismo social). El ajedrez del viento es una obra dispuesta a ser redescubierta por las audiencias, una mirada dentro de un país ciertamente bajo las percepciones retratistas como una cápsula del viento llamada cine puede llegar a ser, pero irónicamente una historia de fantasmas atrapada dentro de la propia realidad metanarrativa de la que fue víctima por la censura de su propio país.