‘El viaje de Chihiro’ es la perfecta destilación de uno de los últimos artesanos del medio animado tradicional.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Sen to Chihiro no Kamikakushi
Dirige: Hayao Miyazaki
Voces: Rumy Hiragi, Miyu Irino, Mari Natsuki, Bunta Sugarawa, Akio Nakamura, Yoomi Tamai
País: Japón
Año: 2001
Duración: 125 minutos
Hayao Miyazaki es un hombre sin prisas, poseedor de un ritmo letárgico que en un aspecto positivo deja que este pueda pulir sus obras sin mucha… o viéndolo del lado negativo, un proceso desgastante en donde habitualmente obtiene crisis emocionales dentro de su proceso, al que avisa de manera oficial, que este será su última participación dentro del campo de la animación.
Esto ha pasado la mayoría de las veces que termina un filme y tras la producción de La princesa Mononoke (1997), Miyazaki pasó por un bache emocional que compensó saliendo con su familia de excursión. Lo que terminó haciendo fue tal y como lo mencionara Roger Ebert en alguna ocasión: la musa de la creatividad no llega antes del proceso creativo, sólo llega en el momento; Miyazaki dejó de observar a la naturaleza y el abandono de la urbe que te ahoga, y agudizó su mirada hacia el grupo de -en su mayoría- niñas, el cómo actuaban y lo que pensaban era algo bastante llamativo. A partir de esa observación, Miyazaki terminó adoptando este sentir como parte de un nuevo trabajo que estaría desarrollando en el nuevo milenio, en su mejor película.
El viaje de Chihiro representa un punto definitivo dentro de la filmografía de Miyazaki por varios factores. La decisión de seguir a Chihiro y sus proezas se presenta como una reflexión frente a las heroínas de su carrera: en comparación frente a las hermanas de Mi vecino Totoro o Kiki de la homónima película de 1989, Chihiro también es una niña que también tiene que afrontar los cambios dentro de su vida diaria tras alejarse de un espacio de confort, la diferencia es que las hermanas Mei y Satsuki encuentran aliados en los seres de un bosque que forman parte de sus amistades y Kiki forma parte de un juego cercano al realismo mágico… aquí Chihiro es arrastrada cruelmente hacia un mundo precisamente similar: cruel. Su crecimiento se da de manera más reflexiva y en necesidad de dependencia de sus seres queridos, algo que habitualmente queda remarcado en el impecable score de Joe Hisaishi que nos ofrece pistas dentro de su tema principal.
Chihiro no tiene mucho espacio para lamentarse, porque en esta fantasía se encuentra fuerte y va adquiriendo responsabilidad que la dota de una madurez por la que todos tienen que pasar. Esto también va mucho con la idealización del mundo fantástico que Miyazaki plantea, una paradoja porque es un mundo repleto de reglas y seres que pocas veces -o quizás nunca- se hayan visto en la pantalla grande, que no se detienen a explicar sus leyes que van de manera natural ante la protagonista, que asimila su entorno y trabaja frente a este sin ningún diálogo expositivo, siendo una película que se toma su tiempo y posee escenas en donde no existe el diálogo, punzando emociones ante este fenómeno.
Al final eso es lo más importante, y es algo que percibes más conforme creces. No había visto El viaje de Chihiro desde su estreno por allá en el 2003 en nuestro país, y he cambiado mucho, ya ciertamente no soy el mismo niño de antes y si bien me parece bastante noble la labor de Miyazaki de construir algo que genera envidia por tanta creatividad, y que a la vez rememora sus influencias -que van desde obviamente la Alicia de Lewis Carroll o El último unicornio de Peter S. Beagle y la obra maestra de Kenji Miyazawa, Una noche en el ferrocarril galáctico– esto termina siendo secundario, la maravilla proviene de Chihiro y su viaje denso y sanador: llora, ríe, se enamora, y encuentra su identidad… todo en un lapso momentáneo del tiempo. Verdad o no, trágico o ensoñador, ella sale de ese túnel diferente, el cambio es un punto de reflexión, nos duele y nos aferramos a toda costa de lo que fuimos, pero el cambio llega, nos llega.
Bajo ese sentido, con lo que estamos viviendo en estos tiempos El viaje de Chihiro no sólo es una de las mejores películas de animación de la historia, es, hasta cierto punto, sanadora. Pueden ver nuevamente, o por primera vez, esta excelente cinta animada, ganadora del Oscar, en Netflix.