Qué mejor manera de resguardarnos en casa que viendo a Rick Moranis en Little Shop of Horrors.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Little Shop of Horrors
Dirige: Frank Oz
Elenco: Rick Moranis, Levi Stubbs, Ellen Greene
País: Estados Unidos
Año: 1986
Duración: 94 minutos
Roger Corman es de esas figuras dentro de la industria fílmica que pocas veces pierde. El hombre ha sabido mantener a flote producciones de ínfimo presupuesto y siempre ventajoso con un “modus operandi” que lo vuelve muy precavido, aunque es muy probable que este haya sido influenciado por un proyecto del cual no es que le haya perdido dinero al hacerlo, sino al no aprovecharlo.
La tiendita de los horrores de 1960 fue una película dirigida por el productor que hizo sin contemplar un posible éxito posterior, después de todo quién querría ver una producción de comedia negra con un muy marcado humor judío… o por lo menos eso pensó, porque esta se volvió un nicho dentro de las estaciones televisivas y cines que aprovechaban el desinterés de Corman que fue de tal grado que nunca registró la película, dejándola libre para que cualquier persona pudiera venderla o mostrarla sin problemas de legalidad.
Esta situación sin duda alguna le dio ventaja a una película que de otra forma no hubiese tenido éxito alguno -eso y el hecho de que la publicidad posterior engalanaba a Jack Nicholson como parte de los protagonistas, cuando en realidad su papel es secundario- ni público, y esta cadena de elementos hizo que entre su público se encontrase un muy joven Howard Ashman, quien vería La tiendita de los horrores a los 15 años.
Fascinado por la película, Ashman nunca la olvidó… mucho menos cuando pasaba junto a su amigo Alan Menken una etapa de crisis creativa con el fallido resultado de Dios le bendiga, señor Rosewater de Kurt Vonnegut. Ashman propondría la adaptación a un desconcertado Menken que no entendía muy bien la fascinación por una película que nunca había visto… hasta pasada una semana, cuando la encontró en televisión abierta y de inmediato se enamoró. Los frutos de Ashman y Menken fueron poco usuales, considerando que los musicales de horror no eran frecuentes, mucho menos los que fueran en un tono absurdista, pero desde su estreno el 27 de Julio de 1982 La tiendita de los horrores se posicionó como el musical obligado para ver y un éxito en ventas inusitado, siempre acompañado del rechinar de dientes de Roger Corman a lo lejos.
Con el éxito obtenido, no sería raro ver al musical siendo adaptado a la pantalla grande, afortunadamente La tiendita de los horrores corrió a cargo de la persona más atinada para el puesto a la par de una persona ocasionalmente olvidable para audiencias masivas: Frank Oz. Es precisamente la aportación de Oz al filme lo que hace de La tiendita de los horrores uno de los mejores musicales contemplados a la pantalla grande, particularmente porque gracias a Oz se interpola una visión pesimista y aguda de la que ningún participante se salva.
Oz, de manera muy atinada, genera más desarrollo emocional entre los personajes que bajo la noción del teatro, por lo general perderían momento e impacto tratándose de un espacio magnánimo. Seymour Krelborn (Rick Moranis) bien podría pasar por un sujeto de corazón y torpe, pero la realidad es que es demasiado imbécil para su propio bien, a tal punto en el que pierde -o quizás nunca tuvo- la capacidad de tomar decisiones, un patético hombre ensimismado por Audrey (Ellen Greene), su compañera de trabajo involucrada en una relación extremadamente tóxica con un dentista amante del sadomasoquismo, quien además sueña con el atractivo de Seymour a pesar de pues no ser real. La tiendita de los horrores desarrolla de manera muy compleja un juego del que normalmente no pasaría frente a la noción de la audiencia porque muestra una visión desproporcional entre los segmentos musicales y la “realidad” que retrata… con el más fino detalle proporcionado por Ellen Greene, quien fuera la única y original Audrey de la obra de teatro y quien cómicamente es una mujer delgada ataviada en vestidos que exponen sus senos y de voz caricaturizada, pero que cuando canta parece romper esta timidez para ofrecer momentos de belleza vocal absoluta.
Estos personajes y más completan el espacio de un barrio infernal en donde pelean, envidian, y matan… por una planta, la mejor planta de la historia del cine. Audrey II es un fantástico animatronic y quien a pesar de su carencia ocular, lo que posee son unos labios carnosos y sexuales, una encarnación de lo opuesto del imbécil de Seymour con planes para dominar al mundo siempre delatores que nunca parece entender, y provista de una voz espectacular por parte de Levi Stubbs, muy sincronizada por los movimientos y gesticulaciones del monstruo, más lejos de una pieza barata de carnaval, más ante la idea de que esto pudiera existir.
Apostar por La tiendita de los horrores en la pantalla grande era atrevido, porque para en ese punto la industria de Hollywood ya se había distanciado del género musical a mayor medida de lo posible, con el máximo referente público siendo la nefasta Vaselina (1978) de Randal Kleiser… y eso afectó en gran medida al filme. Si bien la música que resultaba ser un viaje progresivo de la época de Motown hasta la llegada del rock’n roll eran momentos de placer para sus audiencias, al llegar al final original -que es el que verás en la versión streaming del filme- remarcado por ser ópera rock trágica nunca fue del agrado de las audiencias ni del estudio, obligando a Frank Oz y compañía a escribir un final satisfactorio para los “héroes” del filme, el cual no es pésimo si consideramos que por fin le da un respiro a la Audrey original y hace que Seymour encuentre la valía dentro de su timidez… pero de alguna forma se siente incompleto y en cierta medida, insatisfactorio, carente de sentimiento.
La tiendita de los horrores es una película que ha envejecido bien y que resulta en una buena recomendación para los días de no salir de casa, se encuentra disponible en Amazon Prime Video esperando a que la descubran o la vean nuevamente.