No todos los días Adam Sandler llega y hace una película que deja callados a detractores y fanáticos por igual, cortesía de los hermanos Safdie.
Por: Deusdedit Diez de Sollano Valderrama
Título original: Uncut Gems
Dirige: Benny Safdie, Josh Safdie
Elenco: Adam Sandler, Julia Fox, Kevin Garnett, Idina Menzel, Lakeith Stanfield
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 135 minutos
Adam Sandler por años ha sido sinónimo del nombre al que cientos de críticos y especialistas mencionan como una de las principales causas de la disfunción de calidad de la llamada comedia norteamericana, porque Sandler a pesar de contar con una extensa carrera dentro del género que abarca desde los años noventa, ha terminado en un conformismo que no evade, haciendo películas mediocres y ofensivas que en realidad son meras excusas para que este y sus amigos tengan vacaciones pagadas. Y en un caso que también merece analizarse, el evidente cinismo de Sandler no le ha afectado con sus fanáticos, puesto que el hombre al desapegarse del estreno comercial tradicional y apoyado en la plataforma de streaming más popular, sigue generando números de ingresos sobresalientes.
Uno merece hacer la labor de cuestionarse si este repudio es por su éxito o por su potencial… y si bien esos millones de dólares que recibe por hacerse el bufón son algo que poca gente negaría, la segunda razón es lo bastante formidable dentro del pensar crítico porque dicho potencial ya ha sido comprobado en el pasado por directores de ensueño.
Diamantes en bruto se une a este cuadro de honor y lo hace de una manera bastante hilarante y de cierto sentido sorprendente, porque los hermanos Safdie conciben una película en donde Sandler no es desprovisto de las “virtudes” de sus típicos protagonistas, porque Howie Ratner es millonario, exitoso con las mujeres y un patán de tiempo completo, la diferencia radica en el lente que observa al protagonista.
Si antes estos elementos se presentaban de una manera irrealista e irresponsable de tener a un ídolo ensoñado, Sandler aparece despojado de cualquier índice de dignidad y virtud que lo haga querer cambiar, es un padre de familia irresponsable que vela poco por el interés de sus hijos y frente a una esposa de ensueño que rara vez trata sin desdén -una extraña Idina Menzel… sí, la voz de Elsa de Frozen– porque su atención y toxicidad van destinadas a Demany (Lakeith Stanfield) y Julia (Julia Fox), el primero un vendedor de poca monta que lo acerca a figuras del star system con la promesa de embaucarlos, y la segunda una mujer más joven que él y que además de trabajar en su local como su asistente, es una dama de compañía que no deja de inundar con lujuria y como el posible escape de su enclaustro matrimonial. Es un hombre grasoso, infiel y de frases vulgares que lo exponen de inmediato en su posición de lujo, en donde se arriesga de manera frecuente con más dinero de lo que una persona podría pensar y todo entregando a un personaje de voz en extremo nasal, con tono paródico si consideramos que se trata de un apostador judío.
Este tipo de personajes son bastante peculiares y frecuentes de parte de los hermanos, porque son carentes de una redención y por ello se prestan a ser los indicados para tener un viaje frenético de riesgos, personajes que no miden las consecuencias de sus actos y que tienen que reaccionar de acuerdo a la situación que enfrentan con apenas unos minutos para contemplar sus opciones.
Los Safdie en este sentido, son herederos de un estilo de filmación muy similar a la de los personajes clásicos de Walter Hill y en particular del cine thriller de los setentas, apoyados de un de un acabado fotográfico sudoroso y que explota en luces agresivas de parte de Darius Khondji y un score de Daniel Lopatin que bien podemos percibir con tintes de la etapa fílmica de Vangelis. Y estos, a pesar del encanto audiovisual que presentan no pierden oportunidad de ser críticos del mundo que capturan, un mundo en donde la gente ve con admiración objetos de valor ridículos y que adquieren una fuerza espiritual capitalista, sin llegar a considerar lo que vimos en un principio: el horror de la gente encargada de una labor infernal, que arroja piedras que hipnotizan idiotas.
Si Adam Sandler es capaz de entregar proyectos así de vez en cuando y no recibe atención por parte de la pedantería común que da estatuillas doradas, me uno por primera vez a su decepción y a su venganza: que haga la película aberrante que amenazó, porque acabamos de cometer la injusticia fílmica del año pasado.
Diamantes en bruto es un viaje hacia la locura del éxito inmediato con una satisfacción tan inmediata como una eyaculación y en el mejor de los sentidos es un thriller decadente y mordaz, en donde existen los puntos para reivindicar a su protagonista en un asunto simplón, pero que jamás quiere apuntar a esa vacilación y sí al aumento de consecuencias.