Una fábula perturbadora que resulta en una de las películas de terror más interesantes del año.
Por: Jonathan Eslui @JonathanEslui
Título original: Midsommar
Dirige: Ari Aster
Elenco: Jack Reynor, Will Poulter, Florence Pugh
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 145 minutos
En 2018 fuimos testigos del rápido ascenso de Ari Aster, quien sorprendió al mundo entero con una ópera prima que se convirtió en uno de los mejores estrenos del año y que para muchos es una de las mejores películas de terror de los últimos años, hablamos de El legado del diablo (Hereditary). No tuvimos que esperar mucho para que el cineasta regresara con un segundo filme, que llegó en condiciones muy diferentes a las de su antecesor y generó toda clase de expectativas desde que fue anunciado. Midsommar: El terror no espera la noche (Midsommar) tomó las salas de cine y es una prueba más del talento de su director.
Hasta ahora, son muchas las cintas que han explorado en diversas formas las relaciones de pareja y en Midsommar: El terror no espera la noche esto pasa de nuevo, centrándose en la tortuosa relación de Christian (Jack Reynor) y Dani (Florence Pugh); él sólo sigue por costumbre y ya no se siente a gusto, mientras que ella es demasiado absorbente y tampoco es feliz. Las cosas se complican todavía más después de una tragedia en la familia de Dani, lo que causa que Christian acceda a llevarla en un viaje a Europa que haría con sus amigos para salir de la monotonía de la rutina diaria.
Ya en tierras europeas, el grupo de amigos llega a un pequeño pueblo en Suecia durante la celebración de un festival que se lleva a cabo cada 90 años y en el que se realizan rituales paganos que resultan tanto violentos como inquietantes. Lo que parece un paraíso rural en el que nunca oscurece y en el que todos los lugareños son amables en exceso, termina siendo un infierno con tradiciones perturbadoras del cual parece no haber una salida, ya que cosas extrañas suceden cuando alguien intenta irse de ahí.
Midsommar: El terror no espera la noche es una interesante pieza de folk horror que recuerda a cintas como The Wicker Man (1973), pero que profundiza más en las relaciones de pareja, dando como resultado un estudio de la conducta de las personas ante diversas situaciones que pueden llegar a lo más extremo. Más que una película de terror, que sí lo es, esta entrega sobresale como un perturbador drama que muestra la complejidad que puede hacerse presente en una relación y lo difícil que es terminarla a pesar de que sea lo más adecuado para ambas partes, es una historia acerca del rompimiento que es necesario en muchos casos y que no llega por temor a lo que sucederá.
Una vez más, Ari Aster entrega una historia original y fresca que se desarrolla a partir de un guion cuidadosamente estructurado, su dirección también es adecuada para darle forma a su relato rural que es como una montaña rusa de emociones con momentos calmados y llenos de una aparente paz que es interrumpida de golpe por escenas violentas que hacen que el espectador se ponga a pensar sobre el fatal destino que podría esperarle a los protagonistas en ese lugar en el que la noche nunca llega. Las actuaciones también juegan un papel importante, sobre todo en el caso de Florence Pugh, quien nos deja ver a una joven desesperada que no sabe qué hacer luego de los horrores que ha vivido y que se aferra a estar con una persona que no quiere estar con ella, la interpretación de la actriz refleja perfectamente la desesperación por la que pasa su personaje.
Sin duda, el elemento determinante para que esta producción funcione es presentar distintos horrores a plena luz del día, pues el cine de terror nos tiene acostumbrados a la idea de temerle a la noche debido al horror implícito que hay en la oscuridad, sin embargo aquí las muertes y mutilaciones ocurren con el solo como un testigo más mientras se derrama sangre en escenas explícitas que no son tantas como se esperaría, pero sí son muy efectivas cuando llegan. Si ya no puedes estar seguro cuando hay luz, entonces ya no hay hacia donde ir y lo único que podría hacerte sentir seguro ahora también da miedo.
El diseño de producción y el vestuario se combinan para la creación de un pueblo que de entrada luce pacífico, incluso hay momentos antes del horror en los que uno puede desear estar ahí por cómo se ve en la pantalla. La fotografía también sobresale con secuencias llenas de luz en las que es posible apreciar claramente todo lo que hay alrededor y el resultado es visualmente llamativo.
Midsommar: El terror no espera la noche es una inquietante película de terror que invita a la reflexión y te deja pensando en muchas cosas, también es un elaborado ejercicio cinematográfico y una propuesta arriesgada de la que seguiremos hablando durante un largo tiempo.