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La nueva entrega de Adonis Creed cae en el terreno ya muy conocido de las secuelas de nuestro boxeador favorito, pero ese no es un impedimento para su disfrute.
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Cómo son las cosas. Hace tres años Rocky Balboa se negaba a morir en la pantalla grande, a pesar de haber presentado un epílogo satisfactorio de su personaje favorito con Rocky Balboa (2006), Sylvester Stallone aparecía en una entrega spin off que irónicamente hizo a regañadientes e incredulidad, para después obtener el aplauso de la crítica y taquilla que no obtenía en la franquicia desde 1976. Creed logró sacar una idea en potencia de la película más ridícula del pugilista italoamericano y le dio un tratamiento respetuoso y novedoso.
No ganó el premio OSCAR, pero algo se avivó dentro de la cabeza de Stallone, quien ahora era un defensor del proyecto y de sus posteriores secuelas, en donde lanzaba la advertencia de generar una secuela de fantasía… y aquí estamos. La gran diferencia es que Creed II no ha tenido la recepción de la primera, ni los números de taquilla. Hay elementos que valen la pena considerar para entender dichos resultados.
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El primero es que Ryan Coogler no regresa como director. Estaba dispuesto a seguir la saga de Adonis junto a Michael B. Jordan quien es su amigo y actor predilecto, pero el compromiso del director con la producción de Black Panther lo obligaron a salir de la silla de director para que Steven Caple Jr. fuese el reemplazo, y hay diferencias notorias. Caple no es pésimo director, pero a diferencia de Coogler, la idea de dirigir una entrega de Creed va mucho por lo automático; atrás quedaron las secuencias estilizadas de boxeo pero también es entendible su predilección a ir por un camino familiar dentro de las películas de Rocky, después de todo ¿Lograría repetir el impacto de un plano secuencia como la anterior propuesta o caería en autocomplacencias?
Caple va en un terreno familiar, porque el guión también posee elementos familiares dentro de la franquicia. Ahora con el apoyo de Stallone como co-guionista, Creed se acerca a terrenos que ya hemos visto en Rocky de II a IV, incluyendo –y no limitado a- una propuesta de matrimonio, un hijo, un problema de salud, el miedo, y una pelea en la madre Rusia de panfleto. Es ciertamente notorio el cliché con el que Stallone sigue ideando las pláticas motivacionales de Rocky o de que los rusos sean unos desalmados, pero también hay elementos a destacar que me parece son aciertos de parte de Juel Taylor, el otro brazo escritor.
Sorprendentemente Creed II tiene un interés de que la audiencia conozca los motivos del villano en turno, quienes habitualmente no pasaban de ser el boxeador de mala actitud. Ya se nos había advertido que esta era una historia de venganza por parte de los Drago, pero el dictamen de que sean unas almas frías no es el correcto. Ahora Drago padre vive en la miseria y abandonado por su esposa, está a cargo de un hijo que cuidó de la única manera que podía pensar si tomamos en cuenta que es una máquina de matar perfecta. Si Dolph Lundgren como Iván Drago se muestra decepcionado de su entorno y con una malicia que ya esperábamos, son los conflictos personales de Viktor Drago (Florian Munteanu) que en verdad nos hace reflexionar si de verdad todo ese repudio interno hacia los Creed tiene una cabida de coherencia y oportunidad de ser sanado.
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Que también va para nuestro protagonista. Siempre he dicho que la saga de Rocky tiene una estructura ganadora de molde en todas sus películas porque va paso a paso detallando un crecimiento del héroe a riendas de una sanación de cuerpo y alma para el protagonista y la audiencia, y creo que es más satisfactorio ver ese crecimiento en un personaje como Adonis quien está lejos de la perfección de moralidad como Rocky a quien todo mundo trataba como un inepto de corazón grande. Adonis es un tipo con fallas graves y una ira que en un punto explota y le hace fallar, y por lo tanto, su crecimiento es más fácil de adherir a nuestra propia experiencia: es un bocón y tiene miedo, pero también entendemos que ese fuego interno del honor y la deuda de nombre es algo que arrastra y es motor de su vida.
A quien sí parece tener menos espacio y protagonismo es el propio Rocky, lo cual entra en un conflicto que puede ser también una causa de su falta de taquilla: la gente lo quiere ver, y pues no hay mucho contenido que pueda hacer. Apoya a Adonis pero claramente lo que se trata de hacer, es que termine de una vez la vida de un personaje que ha pasado de todo, y que se le da una despedida sentimental y de buen corazón… porque quizás el que más tenga que aprender es el propio Rocky, quien se aferra a dos tumbas como única reserva en este mundo.
Creed II va en un tono que ya hemos visto, pero no por ello es un viaje que no disfruté. Desde niño he encontrado una fórmula satisfactoria y de valor en lo soso de Rocky con un valor de entretenimiento que pocas cosas pueden igualar, y no fue la excepción ese sábado, compartiendo mi euforia con una audiencia que grita de emoción por cada fanfarria, que se retuerce de cada golpe, que sale con un aire de positivismo de la sala. Funciona y para aquel que sepa de qué se trata el viaje, la experiencia no es ajena a las demás, y les recuerdo que pudo ser peor: pudo salir el robot esclavo sexual de Paulie.
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