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Este intento se acerca peligrosamente a “Emoji: La película”, pero la segunda parte de Ralph, el Demoledor tiene elementos destacables dentro de todo su caos.
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Es extraño ver lo que le hicieron a Ralph el demoledor, quien ha pasado de ser un personaje presente en una película que rememoraba a los arcades de las décadas pasadas en un intento de universo del videojuego, a un personaje que ahora explora el internet.
Es un contraste bastante inesperado porque en primera Ralph no tuvo la película más taquillera de parte de Disney: si la ponemos en perspectiva, Ralph el demoledor (Rich Moore, 2012), es la segunda película menos taquillera de la empresa bajo el sello de filme animado respecto a la década, muy lejos de los números billonarios que representan Frozen (Jennifer Lee y Chris Buck, 2013) y Zootopia (Rich Moore, Byron Howard y Jared Bush, 2016)… quizás porque muy en el fondo, el mercado del videojuego sigue siendo un nicho más pequeño de lo que esperaban, y quizás, sea la razón por la que su personaje decida explorar los confines digitales con ese extraño invento llamado internet.
También para la empresa esto no representa un tema ajeno (y también pequeñas muestras de fracaso que no han entendido) Tron (1982) de Steven Lisberger data de 1982, y la película de culto por excelencia de la compañía es una cuyo contenido fuera de las aventuras en el mundo computacional explora temas como la religión y el concepto de relación entre un usuario y un programa. Obviamente Ralph no va a ir por ese rumbo más complejo, pero lo que hace es acercarse misteriosamente al mundo previamente explorado por Emoji: La película (Tony Leondis, 2017), una de las peores aberraciones de la década.
La asociación incómoda llega a afectar a la película, porque Rich Moore y sus guionistas–Phil Johnston, Jim Reardon, Pamela Ribon y Josie Trinidad– ofrecen planteamientos sobre el mundo del internet variados, que van desde lo muy inocuo,
medio atrevido o muy hipócrita. Vemos la convivencia de sitios adware y de grandes franquicias en un planteamiento más o menos palpable para el entendimiento e interacción de los protagonistas, siendo Ebay la más notoria dentro de la trama que van más libres, lejos de la promoción de un sitio como lo hacía la película de los rostros amarillos. También existe una fusión de Youtube y Buzzfeed, que habla sobre el consumo del internet en cosas pasajeras y mundanas que exprimen dinero, tal y como lo son las dos empresas previamente mencionadas.
También por alguna razón hay un mundo dedicado a Disney que se muestra orgulloso de las franquicias que han absorbido con el paso de los años de manera banal respecto a su interacción del público, casi como el del mundo real y una escena, que sí se lleva los laureles a la ceguedad de la empresa –y empresas- que ante comentarios negativos se muestran con oídos sordos, casi en un tono lastimero porque haces sentir mal a Walt Disney en su tumba.
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Pero, para ser honesto, la secuencia de las princesas es un deleite. En ese momento los guionistas contemplan las fallas dentro de las convicciones narrativas de las heroínas y se burlan de manera respetuosa, además de darles estilo y una dinámica de equipo que te hace pensar en por qué nunca hemos tenido una película similar.
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Razones coherentes existen por los postulados del mundo del internet, que quizás sería mejor dejar en paz o que un proyecto más atrevido pudiera mostrar sin llegar a sentirse como una cápsula del tiempo de pena ajena, y es una pena, porque Wifi Ralph posee un desarrollo respecto a sus protagonistas muy valiente.
Ralph por inherencia es un villano, muy a pesar de que quiera ser en el fondo un ser querido y respetado por su comunidad de videojuegos y por la amistad que tiene con Vanellope, es por ello que muchas de las situaciones se vuelvan problemáticas por su naturaleza y que no le hacen ver de su toxicidad frente a su mejor amiga, que está cansada de su entorno tradicional y aspira a algo más que encuentra en un mundo digital sin límites.
El cómo nos van planteando una toxicidad dentro de una relación es algo inusual para una película que fácilmente hubiera sido un comercial de aplicaciones o la típica historia de “eres especial”, y alcanza un momento de introspección para nuestro héroe, que tiene que aceptar que a veces las amistades o acaban, o tienen que cambiar para el beneficio y proyectos de quien amas o admiras. Ralph y Vanellope se encargan de salvar al mundo digital no con golpes ni explosiones, sino haciendo razonar la negatividad encarnada en un monstruo que nos recuerda por supuesto, a la historia de amor no correspondido más famosa de la historia: King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Shoedsack, 1933). Y al final de todo, Ralph acepta que le duele; de que él no ve las razones por las que su amiga quisiera ser independiente y libre de sus actividades frecuentes y de que le va a doler más, pero es normal, y lo vemos… con un dolor interno de crecimiento al despedirse o al mirar el sol que anuncia la llegada de un nuevo día en su arcade.
Hay valor dentro de la secuela de Ralph el demoledor que no esperaba durante la proyección, solamente uno tiene que sortear las extrañezas de plantear la historia de los personajes en un entorno que quizás no les corresponde y así quizás uno encuentre algo más que divertimento banal.
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