En el sentido de orquestar la totalidad de la obra fílmica, Brigitte Broch es una estratega inequívoca sobre el universo en construcción. Comenzó desde niña a imaginar escenografías, desde antes que la Dirección de Arte cobrara el auge que se le reconoce hoy en día. Ahora es ella quien extiende la concepción de ‘verdad’ en la escena, quien reproduce la realidad a la que se adhiere la trama de los personajes y los tintes del conflicto en el que seguramente se encuentran inmersos.
Actriz y bailarina fue lo primero en lo que la pequeña Brigitte deseaba convertirse. Ella jamás estudió diseño ni fotografía, tampoco arquitectura o materias afines. Confió siempre en su instinto y en el valor de declararse autodidacta. En los años 70 se integró a un taller de teatro donde conoció al realizador Luis Mandoki, amistad que le valdría vivir su primera experiencia en cine y enamorarse profundamente del arte. Mandoki la invitó a colaborar en la producción del documental Papaloapan, en la comunidad de los mazatlecos; posteriormente la incitó a jamás dejar esta profesión.
Brigitte es el acento sobre el escenario. A ella podemos exaltar como arquitecta, ejecutora, visionaria o una estratega inequívoca del universo en construcción; magnífica diseñadora de producción y directora de arte de las películas icónicas del cine mexicano en las últimas décadas, así como de títulos internacionales que por su contundencia han sido alabadas por la Academia. Con cerca de cuatro décadas habitando los sets de producción, el arte que Brigitte Broch despliega es el de la expresión espacial de aquellas vidas que se disponen a construir la historia impresa en película, consiguiendo ambientes que apelan a la fidelidad de los personajes y elevan el aura del arte en cada obra fílmica.
Entre los títulos que recogen su loable trayectoria se encuentran historias de horror, como Cronos (1993) de Guillermo del Toro, cinta con la que conquistó su primer Ariel; Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 1991); The Reader (Stephen Daldry, 2008), y el romance legendario de Shakespeare en Romeo + Juliet (Baz Luhrmann, 1996), por el que nuestra homenajeada ganó el ACCA (Awards Circuit Community Awards) en 1996, junto con Catherine Martin. Los Academy Awards también reconocieron su trabajo junto con Catherine Martin, al nominarla en 1997 al Óscar por Mejor Dirección de Arte y Decoración de Set por Romeo + Juliet (Baz Luhrman, 1996) y finalmente, otorgarle el Óscar por Moulin Rouge (Baz Luhrman, 2001) en el 2002.
Brigitte Broch ganó el Ariel al mejor Diseño de Arte en el 2000, con Sexo pudor y lágrimas (Antonio Serrano, 1999), aunque también fue nominada un año antes por La otra conquista (Salvador Carrasco, 1998) y un año después, por Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000). Recibió otra nominación en 1995 por Mejor Ambientación con El jardín del Edén mexicano (María Novaro, 1994); en el 2006 compitió por el Art Directors Guild Award por Mejor Diseño de Producción Contemporánea con Babel (Alejandro González Inárritu, 2006) y la más reciente fue en los Premios Goya en 2011, por mejor Mejor Dirección de Arte con la desgarradora Biutiful (Alejandro González Inárritu, 2010). Dando cuenta del talento y versatilidad de su percepción, entre las más de 32 producciones en que ha desarrollado el diseño de producción, también están La vida conyugal (Carrera, 1993), Hechizo en la ruta maya (Peploe, 1995), Entre Pancho Villa y una mujer desnuda (Berman, Tardán, 1996), 21 gramos (Iñárritu, 2003), Vantage Point (Travis, 2008), Abel (Luna, 2010), Hidalgo, La historia jamás contada (Serrano, 2010); y Safe House (Espinosa, 2012).
Si bien Brigitte Broch nació en la Alemania de 1943, es ya naturalizada y una orgullosa mexicana a casi 50 años de llegar a vivir a nuestro país. Por ello, haciendo especial énfasis en el carácter de nacional, el Festival Internacional de Cine Guanajuato extende un merecido Homenaje Nacional a Brigitte Broch, una mujer que se involucra sin reservas con el viaje al que invita cada historia y pone todo su talento al servicio del tejido meticuloso de los elementos que construyen una escenografía, donde su aparente silencio y sutileza le dan sentido a las vidas que por minutos dejan de ser una ficción.