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Pertenecemos a las historias más que al contrario, por ello es difícil decir si el arte de Kawase es poesía pura o pura observación de lo sagrado en las vidas de la gente común.

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NAOMI

KAWASE

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[eltdf_dropcaps type=”normal” color=”” background_color=””]D[/eltdf_dropcaps]e cara a una película de Naomi Kawase da la impresión de encontrarse de
inmediato ante algo amado, ante un canto a la poética dedicado a cada minúsculo cambio que nos inventa como personas. Como una piedra que ha sido pulida con cuidado para encontrar sus vetas en respeto de sus formas naturales, así es el cine de nuestra homenajeada realizadora japonesa; piedras preciosas suficientemente suaves para ser sostenidas entre la piel desnuda de una mano que aprieta, luchando por conservar el instante.

Originaria de la ciudad sureña de Nara, histórica capital del Japón, Naomi Kawase nació en 1969. Se graduó en Artes Visuales de la Escuela de Fotografía de Osaka en 1989 y desde 1993 empezó a recibir premios por su cine documental. Además de su trabajo como cineasta, desde su ciudad natal impulsa actualmente, como fundadora y Directora Ejecutiva, el Festival Internacional de Cine de Nara, que además de celebrar el encuentro de artistas de todo el mundo, colabora con el fortalecimiento de cineastas jóvenes y la producción cinematográfica local. Forjando un arte de constante investigación personal, Kawase gusta de sumergirse en los abismos submarinos de su pasado, hacia el encuentro con su identidad; y buscando para sí es como si buscara para las otras. Ha recibido reconocimiento internacional con documentales autobiográficos como Embracing (1992), en el que la autora japonesa se entrega a la búsqueda del padre que la abandonó y logra arrojar luz sobre las huellas de ausencia que la marcaron desde los primeros años de su vida; y posteriormente con Katatsumori (1994), una cinta de imágenes honestas sobre su madre adoptiva, a quien llama “abuela”. Empezando por contar su historia antes que las demás, es evidente que para Kawase el cine es personal, interpretando y haciendo suyo el misterio de la composición del tiempo; tejiendo las historias con sus flujos de intimidad y significado. Es precisamente por el sobrio y dulce manejo de la intimidad que sus cintas, retratos de vidas lejanas para este continente, ofrecen un encuentro particular con lo propio, como un regalo solemne. Naomi le exige tiempo a la mirada para envolverse en la poesía navegante de los vapores en la realidad común; así invita a contemplar la tranquilidad del equilibrio en el caos de un tifón. No son lecciones, son ventanas hacia su imaginario personal que derivan en mundos universales.

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Entre una larga colección de producciones documentales y de ficción, es en cintas como Tarachime (Nacimiento y Maternidad, 2006), en la que explora su propio embarazo y los últimos días de su abuela, en la que Kawase provoca un viaje a los sentidos, más allá de la superficie de las circunstancias. En Futatsume No Mado (Aguas Tranquilas, 2014), el mar es muerte y origen, que junto a los años de los árboles y la fuerza del tifón, son reflejo de la complejidad de los personajes humanos. Como la síntesis de una otredad que nos envuelve y resurge en el florecimiento personal.
La mirada de Kawase toma y devuelve, haciendo un relato vivo, que como un canto celebra la existencia y toda la vida que se filtra de los gestos hacia dentro. En pura razón cotidiana ocurren los misterios que explica la sabiduría antigua, en voz de sus personajes ancianos, asequible para quien escucha con modestia pero sin miedo, las fuerzas superiores de la naturaleza. Gran favorita del Festival de Cannes, con su primer largometraje, Moe No Suzaku (Suzaku, 1997), Naomi Kawase fue la cineasta más joven en recibir la Camera d’Or; también fueron seleccionadas para la competición sus cintas Sharasojyu (Shara, 2003); Mogari No Mori (El bosque de luto, 2007), con la que ganó el Grand Prix de ese año; Hanezu No Tsuki (El espíritu de las
montañas, 2011) y Futatsume No Mado (Aguas Tranquilas, 2014). Su más reciente película, An (Una pastelería en Tokio, 2015) fue seleccionada para ser la película de apertura de la sección Un Certain Regard. Entre otros honores, recibió el reconocimiento Carrosse d’Or en 2009 y se convirtió en jurado del Festival de Cannes en 2013. En 2015, le fue otorgado el título de Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres (Caballero de la Orden del Arte y las Letras) por el Ministro de Cultura de Francia. Este año, en su edición 69º, el Festival de Cannes eligió a Naomi Kawase como la Presidenta de la Cinéfondation y Jurado de Cortometrajes, confiándole el descubrimiento del talento entre jóvenes cineastas. En la conferencia TEDxTokyo, en el 2012, Kawase habló del sentido milagroso del cine, en paralelo con las interrogantes existenciales que suenan en el tono de un ¿para qué estoy aquí? Con su
estilo dulce al hacer preguntas y los registros de su cámara como reflejo de una exploración valiente del tiempo, sus cintas hacen evidente ese “milagro” que produce el cine: sus encuadres miran directamente a los ojos y tienden puentes que superan fronteras. El cine de Kawase conecta a las personas y con cada imagen repite las palabras de su propia abuela: “el mundo es hermoso”.

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