Aunque nació en Dakar, Senegal, su vida se ha desarrollado también en Líbano y Francia. Esto implica tres culturas, tres lenguajes y, por supuesto, tres cinematografías que influyeron en la conformación de un estilo único. Su experiencia de vida se refleja en su arte, desde donde nos ofrece una visión de extrañeza constante. La tragedia humanitaria de Beirut ha nutrido su sensibilidad. Esta ciudad le hizo sentir algo extraño desde el principio; pronto quedó fascinado por sus incoherencias y las relaciones conflictivas que se dan entre sus habitantes. La atmósfera de la capital libanesa estimuló en su imaginación los posibles alcances que podría tener un contexto como éste dentro del cine. Phantom Beirut, de 1998, fue su primer largometraje. Se trata de una singularidad argumental en la que Salhab nos cuenta el retorno de un hombre que se encontraba muerto para sus amigos y familiares después de haber participado en la guerra civil. El director no se limita al drama tradicional, sino que explora los límites de la película en sí con un estilo semidocumental en el que cuestiona a los actores sobre el conflicto y lo que representa en sus vidas Su insistencia en narrar lo que ocurre en Beirut prueba que, desde su perspectiva, el lugar donde se lleva a cabo una historia no es mera decoración, sino un elemento expresivo tan importante como cualquier otro. Esta perspectiva se volvería a materializar en su segunda película, Terra Incognita. Cuatro años después de su ópera prima, Ghassan no se permite una visión distante del conflicto libanés. En Terra Incognita vemos personajes que vuelven a sus raíces a pesar de haber quemado puentes de fraternidad y de que el retorno les recuerde las razones que los orillaron a huir. Salhab volvería a la pantalla seis años después con un proyecto audaz. Aunque ya había dejado claro que las convenciones no formaban parte de su estilo, con 1958 le apostó a una forma incluso más individual. En 1958 ocurrieron dos eventos cruciales para el cineasta: su nacimiento —que es contado a través de las anécdotas de su madre— y el inicio de la crisis en Líbano. La película muestra una ficción acerca de un soldado y material de archivo mezclado con narraciones que buscan darle sentido a una fecha. 1958 es quizá la película más personal de toda su filmografía.
El valle trata sobre un personaje anónimo que llega a una comunidad sin saber quién es ni por qué perdió la memoria. Lo único que retiene es la vaga noción de un accidente automovilístico. La comunidad poco a poco empieza a sentir tensión con respecto al misterioso forastero. En El valle, Salhab aplica el concepto biológico de cuerpo invasor que a la vez amenaza y es amenazado. El cine de este realizador marcado por la multiculturalidad arroja una mirada de enorme valor sobre los conflictos de una nación dañada profundamente por el sectarismo. Su capacidad de inventiva y el ánimo lúdico con que aborda las estructuras de la narración ofrece cuestionamientos inteligentes sobre temas permanentes como la identidad, la geografía y la fugacidad, al mismo tiempo que intenta renovar sus modos de expresión. El Festival Internacional de Cine Guanajuato se honra en galardonar al realizador libanés con la Cruz de Plata, reconociendo su aportación para construir un quehacer cinematográfico ligado estrechamente a las realidades más duras de la condición humana al mismo tiempo que desafía los límites de lo que puede hacerse con la narrativa fílmica.