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Analizada en cada segundo de su existencia, imitada y parodiada sin lograr tener una pizca de su éxito e importancia… ya son 50 años de la obra maestra de entre todas las obras maestras de Stanley Kubrick y con ello, quería volver hacia atrás, porque ahora yo soy el Bowman viejo que mis otras versiones sin barba y con más juventud ven perplejas.
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1998: Es domingo, y en un acto de rebeldía, decido que no voy a ir a misa con mis papás. Quizás ellos no lo entiendan, pero al asistir al templo con ellos me pierdo de algo que no pasa todos los días: me pierdo de las películas de canal 5. Mi relación con el televisor y el día de descanso menos favorito de un niño ofrece una gran variedad de clásicos del cine, esos que no aparecen en la programación sabatina relegada a la sagas de Chucky o Jason Voorhees que no demerito, pero pocas veces pasan cosas “viejitas”, con todo y ese ruido que de inmediato asocio al antaño de mis abuelos, y su televisión pequeña de debajo de las escaleras.
Es esa misma tele la que cobija mi atracción al cine clásico y la que en ese día me hipnotiza a pesar de las insistencias de mis padres. “Ya lo dije: no voy”, por lo que a lo largo del día piensan en el regaño que recibiré más en la noche… pero yo no hago mucho caso porque estoy viendo la cosa más extraña: una película del espacio, que no es ninguna de La guerra de las galaxias. Tiene un ritmo lento, menos en la parte del final, en donde parece que se descompone y un sinnúmero de imágenes pasan por la tele en medio de música aterradora: yo me quedo prendido y me acerco más y más cuáles primeros aventureros en tocar ese rectángulo negro que les da conocimiento.
Justo en la parte del ojo con tintes rosas es en donde mi abuelo me encuentra en la baba y pegado al televisor, “No te pegues al televisor” dice, rompiendo la hipnosis y de paso apagando el aparato, porque ya va a ser la hora de comer.
Nunca lo olvido.
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2006: Logro obtener por 199 pesos una copia de 2001, es una edición horrenda con cajas de cartón: las peores en la historia del catálogo de Warner Brothers (lo peor es que toda la colección de Kubrick está en ese formato), esta vez la veo completa, y esta vez la veo junto a mi hermano, quien se sienta conmigo en la cocina –lugar de costumbre para descubrir películas nocturnas con él- para apreciar 2001: se vuelve su película favorita.
2008: 2001 está a punto de cumplir 40 años, por lo que me junto con mis mejor amigo a ver películas en su casa: se queda dormido en nuestro maratón; 2001 está incluida para culminar esas desveladas que de puberto te echabas sin temor alguno, y a falta de otro compañero para la noche, termino viendo la película en la soledad de su enorme sala acostado en el suelo.
2010: Me enamoro. Una de las primeras películas que llevo para el ritual que todos conocemos y hemos realizado es 2001: Odisea en el espacio, mi cita en mis piernas mientras yo le pongo atención a la película, sus ronquidos rumbo a la secuencia final son más notorios por lo que termino despertándola y se queda viendo una escena enigmática pensando en qué punto llegó la película que se trataba de seres primitivos.
2011: En clase de metodología de la investigación en la universidad, hablamos del miedo y lo que nos produce miedo en las películas, yo levanto la mano y menciono que 2001 es una película de terror absoluto, porque no sabemos las respuestas del universo, prácticamente la película no nos quiere decir nada: todo el salón se ríe porque malinterpreta el no sabemos con “no sé por qué da miedo”.
Lo que cuento es la cosa más personal de todas, porque me parece necesario rescatar en este tipo de textos y más, si hablamos de algo que se ha analizado desde el día de su estreno.
¿Qué puedo decir de 2001 sin sonar a máquina descompuesta de alabanzas? ¿Qué decir cuando se ha dicho todo?
Queda la experiencia, y la experiencia siempre acompaña a un crítico o investigador, porque al ser humanos las películas marcan puntos importantes de nuestras vidas, y es que 2001 es un punto cumbre, una película que necesitábamos en esa época, porque es interesante ver el antes y después.
La ciencia ficción siempre tuvo exponentes serios, pero ninguno ofrecido con tanta investigación dentro del tema de la exploración espacial como la película de Kubrick; antes del 68 la ficción de autor existía, Farenheit 451 de Truffaut y Alphaville de Goddard son ejemplos perfectos, pero son películas contenidas en nuestro entorno, porque la búsqueda de la colonización espacial era un tema relegado al sci-fi de monstruos o kaijus que danzaban en gravedad cero, 2001 ofrece esa visión de madurez y de seriedad al tema, pero tampoco desecha lo de la vida extraterrestre.
Porque sería un tema vulgarizado por marionetas y sinnúmero de producciones, pero lo cierto es que la soledad de nuestra especie en la galaxia no es un tema del que nos olvidemos. Esa fantasía es existencialista y nos ahoga, la disfrazamos de manera que podamos entender lo que sería la interrogante más importante de nuestra civilización en el punto que se revele, y ofrece una teoría de influencia, aterradora porque no la conocemos, y aterradora en el sentir de que la angustia que proviene de la película, es por culpa de una máquina que nosotros hicimos, y que de pronto decide rebelarse en total calma.
[/vc_column_text][vc_single_image image=”18606″ img_size=”full” alignment=”center”][vc_column_text]Irónicamente siendo el mejor villano de la historia porque en él ponemos nuestros mayores miedos y nunca hace sus acciones con lógica de venganza, o motivada, sólo somos un desperfecto.[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_column_text]
Y aun así… con todo lo que te pueda espantar 2001: Odisea en el espacio… no deja de ser un caramelo, uno que ofrece asombro, espectáculo, y esperanza, y eso sólo lo pudo lograr un sujeto como Kubrick.
La tachamos de extraña, de aburrida, de incoherente… pero porque en el fondo no sabíamos cómo reaccionar; el tiempo se dedicaría a darle un espacio de película predicadora del futuro y quizás una advertencia a los sueños de Ícaro que como humanos están en nuestro ADN, en nuestra violencia inherente a nuestro conocimiento, en una obra que nos explora y que deja más preguntas al principio del viaje que se traduce al final de los créditos, porque ese viaje se trata de un análisis enteramente personal.
No puedo pensar en otra película que haya realizado semejante introspectiva a su audiencia, que fuese material de combustible dentro de la industria y dentro de la carrera espacial, y que encima haya ganado dinero.
Es una anomalía, una de las más hermosas.
2017: Tengo 27 años, y obligo a mi hermano a ir al cine conmigo, porque 2001 está en el cine. Oportunidades de encontrarte con un clásico que definió gran parte de tu infancia son minúsculas en estos tiempos del poco aprecio a la obra del pasado para preferir la proliferación de obras recientes, y los que miramos hacia atrás somos muchos: somos la sala llena.
Una lágrima se me escapa del ojo sin dejarla notar, porque nunca esperé ver generaciones en el mismo lugar llenando la sala al 100%, me toca estar al lado de una niña que viene acompañada de su padre y su hermano, tiene unos 14 años y no sabe lo que le espera. La llegada de la obertura le resulta extraña, porque piensa que se trata de una falla en el sistema y se lo dice a su papá, él sólo ríe un poco.
No dice una sola palabra, ni una, está atenta a lo que se le pone en pantalla, y es a la llegada del intermedio, que exhala porque tiene miedo, y voltea a verme mientras los que ya saben se paran, incluyendo su papá que acaba de ir al baño.
-¿Es en serio esto? ¿Así eran las películas?
Me quedo un segundo pensando en lo que le pasa, lo que me pasó a mí a una edad más joven que la que ella tiene, y le digo que sí, así eran las películas.
-Está padre eso.
-¿Y sí te está gustando?
-Nunca había visto algo igual.
Sonrío un poco y asiento con la cabeza: no hay nada igual que 2001. El intermedio se acaba, la pantalla se vuelve oscura, y recobramos la atención, porque el viaje que me cambió a mí, le va a pasar a una niña de 14 años, y tanto ella como yo y toda la sala de cine, se deja llevar.
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