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Todo Harada es un trabajo al máximo, un estilo que dista de cualquier presunción vana por revolucionar el género, sino que se centra en la particularidad admirable de mantenerse en su voluntad artesanal, sin pretensiones ni alegorías contemporáneas más allá del acto profundo de contar una gran historia.

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MASATO

HARADA

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[eltdf_dropcaps type=”normal” color=”” background_color=””]M[/eltdf_dropcaps]asato Harada ostenta un lugar destacado en la historia de la cinematografía japonesa, al lucir como uno de los directores contemporáneos más propositivos del país nipón. Su temática se funde entre lo plural y lo contundente en cada cuadro, bajo el común denominador de conllevar fuertes mensajes sociales y un profundo tratamiento de la línea entre ética y traición.

Harada es un devoto de la fantasía y de la ciencia ficción, quien gusta en particular de las obras de Isaac Asimov, de ese enfoque realista del futuro para aventurarse a la lógica de contextualizarlo en un estilo visual. Es la frontera que lo mantiene siempre atento al carácter universal del cine, pero congruente con su propia historia, un naturalismo espontáneo convertido en rúbrica. Fue en 1949 que Harada nacía en Numazu, ciudad localizada al este de Shizuoka en Japón, a poco más de una centena de kilómetros al oeste de Tokio. Con sólo cinco años de edad, acudió al Teatro Central de Numazu donde proyectaban la cinta The Search (Los ángeles perdidos, 1948) de Fred Zinnemann. Fue el episodio en que Montgomery Clift entrega un trozo de pan al huérfano de guerra (interpretado por Ivan Jandl) lo que se convertiría en la primer imagen fílmica guardada en la memoria de Harada. El impacto de las películas en blanco y negro que presenció en sus primeros días en Numazu son el sello innegable que a la postre demarcaría su estilo narrativo y cinematográfico.
En algún momento de 1954, mientras Kurosawa rodaba su famosa película Seven Samurai en Gotemba, muy cerca de la ciudad natal de Harada, el impulso admirador de su madre por ver a su actor favorito, Isao Kimura, acercó a Masato a la andanza fílmica. Harada recordaría siempre, no a Kurosawa ni al actor Toshiro Mifune, sino el inigualable asombro impuesto por los Samuráis montados a caballo y ostentando sus imponentes armaduras.

Esta experiencia lo llevo a convertirse en un fan mayúsculo del género “Jidaigeki”, dramas de época japoneses que profundizan en la naturaleza psicológica y física del Samurái y en el arte del manejo de la espada. Con el fin de estudiar cine, Harada se mudó a Londres en 1972. Durante el homenaje en el National Film Theater para el director de cine estadounidense, Howard Hawks, quedó fascinado por Only Angels Have Wings (Sólo los ángeles tienen alas, 1939). En esos momentos Harada colaboraba con Kinema Jumpo, la revista de cine más antigua de Japón, cubriendo eventos y realizando algunas críticas.

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Gracias a ello, acudió ese verano al Festival de San Sebastián, donde Howard Hawks presidiría el jurado. Finalmente ahí, en España, el novel realizador conoció a su mentor. En 1973 Harada se instaló en Los Ángeles. A lo largo de los años 70, se mantuvo activo como crítico y reportero de cine para diversas revistas y periódicos en Japón. En 1979, escribió y dirigió su primer largometraje, Goodbye Flickmania, una película que rememora a Howard Hawks a través de una historia de amistad entre un aficionado radical al cine que rebasa los 40 años de edad y un joven de 19 años inmerso en el nebuloso paso de la
adolescencia a la edad adulta. La ópera prima de Harada impactó de inmediato como una nueva dimensión del cine japonés aclamada por la crítica. A partir de aquí, con una carrera activa de cuatro décadas en el cine y más de una veintena de producciones, su trayectoria fílmica despuntó con los matices que todo personaje que se convierte en referencia internacional debe atravesar. Masato Harada confiesa del cine un proceso de frustraciones, y del éxito, el camino para hacer frente a todo tipo de obstáculos. Prueba de su trascendencia es la audacia para mantener la creación fílmica como un misterio, las declaraciones de crítica social, su confrontación con el tabú, la complejidad especial que maneja entre elementos fantásticos y de terror, el acercamiento irrenunciable a la tradición japonesa y la fuerza salvaje de su idioma, así como sus distintas producciones que se han convertido en objeto de culto en el extranjero.
Desde su ópera prima hasta su reciente entrega The Emperor In August del año 2015, su filmografíadestaca por los rodajes de The Heartbreak Yakuza,
Kamikaze Taxi, Jubaku/Spellbound, Kakekomi y Chronicle Of My Mother, por la que ganó el Premio del Jurado en 2011 durante el Festival des Films du Monde de Montréal, entre muchas otras. En el año 2002, Harada hizo un debut actoral, junto a Tom Cruise y Ken Watanabe en The Last Samurai, desempeñando el papel de Omura, un poderoso hombre de Estado de la corte del emperador. Masato Harada es un director de reconocimiento internacional, en constante movimiento, viajando de una historia a otra, expandiendo su nombre de un país al siguiente, llevando consigo siempre a su amado Japón. Harada continuará realizando cine mientras juega con la geografía, traspasando fronteras a través de su visión.

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