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Dedicado a la memoria de Ernesto Herrera

El cine es una forma de estar por siempre.

El director de escena exclamó con ejemplar voz ¡Corte!, y al momento se alinearon un pronunciado cúmulo de anécdotas que cobrarán un lugar imborrable en cuanta memoria se cruce por el camino. En el eje de su mirada se descubrían no solamente anhelos e intenciones, sino innumerables desafíos y proezas alcanzadas, un cálculo propio y perteneciente a esas contadas personas que aprenden a construir su nombre al tenor del fuego y a la virtud que reditúa la inventiva de su vuelo.

Tantos años al comando de un grupo de creativos que honran la más bella complicidad dejó entrever que esta ocasión el corte directo a otro plano sería inédito y complejo, de primer aspecto insuperable, no obstante ajeno a la disolvencia y al contracuadro que suele esquivar la ausencia. La vida y obra del notable director de escena trascendió para dar paso a la siguiente secuencia que se dibujaba ahora como composición de su legado, como una concepción particular de la memoria que cobra libertad para imaginarle todavía en derredor.

Si apelamos a que el diseño del tiempo, el espacio y la vertebración humana obedecen a profundas y maleables leyes bajo la gramática del cine, entonces la noción de una transición idónea recae meramente en el signo de puntuación de nuestra conveniencia. Aquí el tiempo no existe, nosotros lo creamos; pero cuidado, vendrán también transiciones que puedan distorsionar la imagen, que la desenfoquen, rompan su eje de acción, dañen la perspectiva o cambien tu color… guarda por ende siempre precaución y entereza en tu próximo paso.

Al cine es lo mismo la vida: donde acaba un episodio comienza al instante otro, elevándose como una inmensa colección de planos que se suceden en una suerte de galería imaginaria donde guardamos memorias que dejan honda huella. La pandemia mundial trajo consigo el más temible desvanecimiento a negros, un oscurecer en la pantalla que nos obligó a reinterpretar nuestro andar hacia la comprensión y reestructura del confuso porvenir. Abramos de nuevo los ojos con la firme intención de resurgir y reconectar, sintiéndonos dichosos de saber sortear cortes y obstáculos entre planos, responsables de resignificar la realidad que nos compete.

La entrante edición del GIFF está dedicada a su cofundador y a los 24 años de inolvidables secuencias que legó. Abrazaremos su narrativa y defenderemos su continuidad direccional, pues…

¡Somos el Festival Internacional de Cine Guanajuato!
Historia que trasciende a 24 ediciones de por vida,
una realidad que ya sea en este plano o en el consecuente
no cesará nunca de exaltar la voz de ¡Más Cine, por favor!
Somos ahora el legado de Ernesto Herrera,
la resignificación de secuencias que portan su memoria,
porque sí… porque el cine es una forma de estar por siempre.

Agradeciendo la estrecha colaboración de todas las personas y organismos culturales que se han sumado a este homenaje, el programa consta de una Gala en la noche inaugural del festival, además de una exposición fotográfica que ilustra breves episodios de su trayectoria artística; una conmovedora instalación lumínica denominada El Bosque, creación de Víctor Zapatero; una experiencia inmersiva en Realidad Virtual por parte del Profeta Visual N30; un espectáculo de videomapping y una muestra especial de sus cortometrajes favoritos. Por su parte, la Dirección de Teatro de la UNAM ofrecerá la puesta en escena Mensajes, de Francine Alepin, en recuerdo de Ernesto como gran escenógrafo y cofundador de la compañía de teatro Luna Negra.